Un parlamento de niños
No son Rajoy ni Rubalcaba, pero mantienen arduos debates. Discuten sobre urbanismo, gestión de residuos y presupuestos sin recurrir a la férrea disciplina de partido. No trabajan como diputados, pero deciden sobre su municipio. Son los miembros del Foro Infantil de Rivas, en el que niños desde los seis años detectan los problemas de su ciudad y piden soluciones al Ayuntamiento.
Las manillas del reloj marcan las 11.00 cuando una treintena de niños entran en estampida un sábado al mes en el Centro Municipal de Recursos para la Infancia Bhima Sangha. Una niña rubia se relame cuando describe, fresa por fresa, la tarta que comió el día anterior. Otros dos chicos corren, uno detrás de otro, alrededor del enorme tobogán de colores que preside la habitación. Poco a poco van sentándose en círculo para comenzar la asamblea.
Cuando la monitora Ana, que preside la reunión, entra por la puerta y se sienta junto a ellos, las charlas se paran y los «pequeños diputados» se cuadran ante ella. Al igual que el timbre del Congreso que anuncia el principio de la votación, es la palabra de la educadora la que da comienzo a la sesión. La esbelta educadora pasa revisión: «¿Quién me dice lo que es un concejal?». Tras algunas miradas despistadas surge una candorosa voz que atina con la respuesta adecuada: «Los concejales son los ayudantes del alcalde, que no puede estar en todos los sitios, así que nombra a gente», explica Laura a su compañero de al lado, que ha confundido al alcalde con Rajoy.
Diversidad
«—¿Cómo se dice ‘hola’ en chino? — ‘Ni hao’», responde una alumna de rasgos asiáticos a su monitora. Sus compañeros lo repiten. En el Foro conviven varias culturas, hay dos niños con síndrome de Asperger y tres con hiperactividad. «No oí una palabra de él en todo el curso pasado, este año participa mucho más», comenta emocionada Ana mientras observa a uno de los niños. El Foro les enseña también a socializarse y a trabajar en equipo. Nadie pregunta por qué uno es más travieso que otro o por qué ese compañero no habla demasiado.
El Foro Infantil nació en 2003 para mejorar la cultura política y la participación desde edades tempranas. Mientras gobiernos de distinto color debaten si llamar a una polémica asignatura «educación para la ciudadanía» o «educación cívica», en esta asamblea se imparten los derechos de la infancia, aprender a completar las solicitudes para exigir medidas al alcalde o saber cuáles son las normas que hay que cumplir en el parque.
La infancia es una prioridad para uno de los municipios más jóvenes de Madrid. El 25% de la población de Rivas tiene menos de 18 años. Por eso, sus derechos están más desarrollados que en otras regiones: es uno de los pocos en España donde los menores pueden dirigirse formalmente al Ayuntamiento. Desde hace 10 años, ya han sido 1.300 niños los que han pasado por la organización. No es de extrañar que la responsabilidad municipal resida también en los más pequeños.
Quejas y propuestas
Sus reivindicaciones, por pequeñas, no son menos importantes. Estos diputados de casi metro y medio de estatura, se preocupan de las necesidades de los niños del resto del municipio. Muchas veces, estas carencias pasan desapercibidas entre los adultos o son despreciadas.
El año pasado, los niños redactaron un «decálogo del buen pediatra» con todas las carencias que sufren cuando van al médico. «Se quejan de que los pediatras no les hablan a ellos, sino a sus padres», comenta Vanesa, la animadora sociocultural de Infancia y Juventud. También llevaron cajas de materiales con pinturas para no aburrirse en la sala de espera.
Otra queja habitual de los más pequeños es que sus padres les obligan a hacer actividades extraescolares que no desean. Prima la utilidad a la diversión. Para explicárselo a los adultos, organizaron una reunión en el centro y plantearon nuevas propuestas de asignaturas que se incorporaron al año siguiente en la oferta oficial. Las propuestas eran de lo más variopintas: desde cocinas, el cuidado de animales domésticos o un curso de peluquería canina.
Además de presentar quejas, los niños también tienen iniciativa propia. El año pasado organizaron ellos mismos una feria solidaria. Llamaron a las ONGs, los AMPAS de los colegios o el banco de alimentos para recoger libros y comida que luego distribuyeron.
Como en la alta política, los ajustes económicos también han dejado algunas propuestas en la cuneta. Las reivindicaciones han sufrido los recortes presupuestarios: «Los exteriores de este centro los diseñaron los foristas. Estaban los planos hechos y los expedientes tramitados, pero comenzó la crisis», lamenta Vanesa. «Ahora esos niños son mayores y aún se lo reprochan concejal cuando le ven», ríe la coordinadora.
Funcionamiento
Cada año, el Foro trabaja sobre un tema concreto. Este curso reflexionará sobre los espacios públicos. La tarea de los niños consiste en examinar las calles y parques de su barrio, recopilar sus defectos y proponer una solución. Las decisiones, al igual que en las entrañas de la democracia, tienen su punto de partida en la información.
Tras documentarse a través de actividades, medios de comunicación o juegos, llevan los problemas y las sugerencias a la asamblea. Llega el momento más controvertido: la negociación.
Alcanzar un consenso en un grupo con edades y culturas diferentes es muy complejo. Pese al prejuicio de que los niños tienen más dificultades para apostar por el bien común en detrimento de sus propios intereses, lo cierto es que son también más comprensivos y tolerantes. En este «mini parlamento» no hay disciplina de partido y hay más silencio que en el Congreso. Se respetan los turnos de palabra y ninguno se impone a otros usando los gritos como herramienta.
Tras no alcanzar la unanimidad, votan a mano alzada. Una vez tomada la decisión comienza la parte más tediosa: hacer la petición oficial al Ayuntamiento. Los niños se enfrentan entonces al monstruo de la burocracia. Los monitores intervienen para hacer un poco más liviana la pesada legislación: «Hay veces que se reúnen directamente con los concejales o les enseñamos a poner una petición por registro. El alcalde debe contestarles y nosotros hacemos el seguimiento para plantear», comenta Vanesa.
Al cumplir los 12 años, los monitores despiden apenados a los niños. Es momento de marcharse. Los que se quedan con hambre de más podrán continuar su aventura en el Foro Juvenil, una continuación del infantil que discute problemas de la adolescencia. Enrique, monitor de 21 años, es el ejemplo paradójico del apego de los «pequeños parlamentarios» a lo que acaban considerando su segundo hogar. Él fue miembro del Juvenil y hoy enseña a los más pequeños lo que él aprendió durante su etapa de forista.