Fundido a negro de los videoclubs
¿Recuerdas cuando, ante una fría tarde de otoño sin nada que hacer, bajabas lleno de optimismo al videoclub de la esquina? Pues si ahora quisieras repetir la gesta, quizá tendrías que ir más allá de tu calle, incluso dar un largo paseo, hasta encontrar el local de alquiler de películas más cercano. Porque cada vez quedan menos de estos locales, cada día que pasa sus dueños tienen más difícil cuadrar las cuentas.
Se han convertido en una rara avis de la ciudades, pero algunos aún resisten la invasión de internet. Aguantan sobre todo por la tozudez de sus dueños que por otra cosa, ya que para montar un videoclub hay que ser un loco del cine o directamente ser un loco.
Toma Uno: Lecciones de supervivencia
«Este negocio cada vez va a peor, pero nos gusta», explica Conchi, empleada desde hace 8 años del videoclub Daily Price, una franquicia que desde hace una década ocupa el número 190 de la calle Alcalá, casi cara a cara con la plaza de toros de Las Ventas. «Hace cinco años la cola llegaba hasta la mitad del local», reflexiona, pasando la vista por el establecimiento, en el que unas pocas personas curiosean entre las estanterías.
En el Daily Price trabajan dos empleados y dos socios. Uno de los dueños es Juan. Un niño que siempre incluía el Cinexin en la carta a los Reyes Magos. Ese proyector que a partir de los años 70 hizo a los más pequeños soñar con ser directores de cine.
No llegó a cumplir este sueño, pero sí abrió un videoclub que se vio obligado a cerrar por las pérdidas. Fue entonces cuando decidió subirse al tren de esta franquicia alemana, en la que además de alquilar películas, también las compra y las vende, así como CD y videojuegos.
«La compraventa mueve más que el alquiler», afirma Conchi, quien gracias a este sistema acaba de recibir su película favorita, La Princesa Prometida. Un título que se une a los 14.500 largometrajes que han pasado por el local en sus 10 años de historia.
Paradójicamente, no son las películas las que están salvando el videoclub, sino los discos. «Es lo que mejor funciona, porque vienen muchos coleccionistas», asegura. En parte gracias a la pulidora profesional del local, que limpia los discos de ralladuras. Conchi lamenta la «falta de cultura de segunda mano que hay en España», ya que un producto de segunda mano puede costar hasta un 30% menos.
Toma dos: Los enemigos
Muchos factores juegan en contra de estos negocios, como «el fútbol y el buen tiempo», cuenta Conchi. Pero como en los mejores guiones, el malo malísimo es poderoso y casi imposible de parar: un pirata.
«Yo jamás he pirateado», dice tajante la empleada, «pero si conozco a gente para la que es más importante ver la película ya mismo que esperar a que llegue al videoclub, aunque eso implique una imagen borrosa y un sonido enlatado».
De media, una película tarda 2 meses en llegar a las estanterías del Daily Price, y su alquiler va desde 1.50€ a 2.40€ por día. Un precio que no ayuda a amortizar la cinta. «Cuando más alquilamos es los fines de semana, y calculo que para cubrir lo que nos ha costado tenemos que alquilarla, al menos, 10 días», explica la dependienta. Y como las películas no pasan más de una noche fuera «solemos necesitar 10 fines de semana». En resumen, una película se amortiza en lo que tarda en llegar el siguiente estreno, es decir dos meses. Pero esto es solo la teoría.
Otro problema que sufren los videoclubs es la dificultad para abastecer a sus clientes cuando se acumulan las peticiones, algo que suele ocurrir con las trilogías más exitosas. «Ahora viene mucha gente a por las dos primeras películas de los Juegos del Hambre», comenta Conchi, que empieza a sufrir el agobio ante el estreno de la tercera película de la saga.
El inconveniente, como casi todos, vuelven a ser las cuentas. «Al principio teníamos diez copias de la película», recuerda, «pero según pasaba el tiempo se iban alquilando cada vez menos, así que las pusimos a la venta y solo nos hemos quedado con una».
Toma tres: Los aliados
A pesar de sus dificultades, los videoclubs aún cuentan con unos defensores poderosos, amantes del buen cine y de las charlas cinéfilas: sus clientes. Personas como Marvin, camarero de un bar cercano al Daily Price, que prácticamente desembarcó junto a Conchi en el local, hace 8 años. «Todos los videoclubs que conozco han ido cerrando, quedan muy poquitos», asegura Marvin, corroborado otros parroquianos. Antes de ir al establecimiento de la calle Alcalá, este fan incondicional de Gladiator alquilaba sus películas en un Blockbuster, la conocida cadena de videoclubs que cerró sus 86 locales españoles en el año 2006, ante unas pérdidas inasumibles.
En los videoclubs hay un ambiente de «gran familia» gracias a clientes como Marvin, que llevan toda la vida alquilando películas y dejándose aconsejar por los dependientes. Un clima de complicidad total que Conchi disfruta al máximo, aunque a veces le lleve a luchar ante adivinanzas como: «quiero esa película sobre un chico y una chica que echaron el sábado en la televisión».
Quizá por ello, Marvin no quiere ni oír hablar de la desaparición de los videoclubs. «Yo creo que van a sobrevivir, tienen una clientela fiel, los que ven las películas pirateadas es porque no les interesa el cine, ni saben lo que es ir a por una película y acabar encontrando un tesoro totalmente diferente en otra estantería», sentencia.
Toma cuatro: Remakes y segundas partes
Toda cinta buena acaba volviendo a la gran pantalla en forma de secuelas. A veces remasterizada, otras veces con nuevos actores. Es el caso de los videoclubs, que se han transformado en locales como Diurno, donde las películas dejan buen sabor de boca… Pero de verdad.
Esta cafetería lleva 11 años en el barrio de Chueca. Es un restaurante-videoclub. Tras su barra trabaja desde hace dos años Alejandro, un camarero que tiene muy claro los tipos de clientes para los que trabaja. «Aquí vienen tres grupos de personas: los que encuentras por la mañana de lunes a viernes, los de la noche, y los del videoclub», explica, «de hecho a estos últimos nunca los verás sentados en una mesa».
Diurno cuenta con unas 9000 películas y aproximadamente 5000 socios. Personas que, según Alejandro, «saben de cine y son exigentes, por eso buscan también un feedback, desde consejo sobre qué llevarse hasta comentar la cinta».
Otro tipo de negocio en alza que está comiéndose buena parte del cubo de palomitas de los videoclubs tradicionales son plataformas online como Wuaki, Yomvi o Nubeox, que permiten el alquiler de películas online mediante modelos. Por ejemplo, Nubeox es un híbrido, ofrece a sus clientes la posibilidad de pagar una tarifa plana a cambio de doce canales con todos los contenidos, o alquilar alguna de las más de 1000 películas y series con las que cuentan.
«Es un sector que todavía está naciendo, quizá a un ritmo un poquito inferior de lo que se esperaba», reconoce el director general de Nubeox, Jesús Moreno, para quien el problema de la piratería parte de una carencia muy simple: la gente quería ver películas por internet y ninguna plataforma funcionaba como un videoclub legal.
Una necesidad que se refleja también en «la brutal caída de los DVD y los Blue-Ray», afirma Moreno, y que tiene también que ver con las formas de disfrutar de las películas. «Nadie va a dejar de ir al cine para ver Interstellar», sentencia, «pero nosotros permitimos al cliente que vea solo una película o que se pegue un maratón de series, lo que más le apetezca en el momento».
Nubeox apenas lleva dos años de rodaje, pero en esos 24 meses hay una película que triunfa por encima del resto en visualizaciones, la oscarizada Argo. El largometraje, protagonizado por Ben Affleck, se alzó con la preciada estatuilla como mejor película. Un film estrenado en 2012 que ya se ha convertido en un clásico del cine, como los grandes títulos que generaban peleas familiares entre las estanterías de los videoclubs, aquellos por los que los niños se saltaban la cena e insistían a sus padres para disfrutar de la magia de Hollywood en familia.
Por cierto, en Argo a los seis diplomáticos de Estados Unidos y al agente de la CIA que fue a rescatarles a Teherán durante la Revolución Iraní, les salvó una película. Quien sabe si a los videoclubs también.
Artículo superoriginal. No solo los títulos de cada apartado -«Toma 1, Toma 2, etc- sino también por recordarnos que la ilusión, la pasión, es fundamental para mantener los pequeños negocios