El quidditch, un deporte mágico del siglo XXI
Tarde-noche de un domingo gris y frío de noviembre. El campus está casi vacío. Pocos se atreven hoy a salir a la calle; ni para pasear ni para hacer ejercicio. En las pistas del Central de la Complutense un grupo de jóvenes juega a algo extraño. Para un ojo desentrenado, cuesta seguir la pista a los balones que se lanzan de un lado a otro. Sin embargo, a un fan de Harry Potter quizá le recuerde a algo, aunque en el público no haya magos y esta vez las escobas no vuelen. Cada jugador sujeta una, pero su aspecto es el de un tubo. Con la mano que les queda libre intentan meter gol, palabra que gritan cada vez que encajan un tanto en uno de los tres aros situados a diferentes alturas y custodiados por un portero. Juegan al quidditch muggle, una adaptación del deporte que llevó al mago de ficción más famoso del mundo, Harry Potter, a obtener grandes triunfos deportivos en la saga de novelas escritas por J. K. Rowling.
«Imagínate poder jugar a un deporte que has visto en las películas desde que eres pequeño y ahora es real; es increíble», comenta Charlie. Es una de las 29 personas que forma parte del equipo Madrid Lynx, un grupo de veinteañeros universitarios que tienen en común su pasión por el universo creado por J. K. Rowling alrededor del mago. Aunque el equipo solo acabe de comenzar su andadura, en sus orígenes se encuentra uno de sus entrenadores, Víctor Carmona que, animado por una amiga —Rachel— a «jugar a esto», fundaron el equipo «para que la gente disfrutara y fuera feliz compartiendo este sueño convertido en deporte». De eso han pasado ya más de tres años.
El quidditch muggle (esto es, el quidditch que practican aquellos que no tienen habilidades mágicas) se juega con dos equipos compuestos de siete jugadores, cada uno con tres cazadores, dos golpeadores, un guardián (el portero) y un buscador. En su esencia, recuerda al rugby, al balón prisionero e incluso al balonmano. «Al rugby en el caso de los cazadores, ya que es muy similar, exceptuando las melés (formación tras una falta) y que se puede pasar hacia adelante. Al balón prisionero por los golpeadores», explica Víctor. Los golpeadores son los encargados de lanzar las bludger (tres en juego en total) a los cazadores para que ellos suelten la quaffle y evitar el gol. Cada vez que la quaffle entre por alguno de los tres aros, es gol y se suben 10 puntos al marcador. Si una bludger impacta contra un jugador (exceptuando a los buscadores), este queda eliminado momentáneamente y debe dirigirse al área de los aros para poder volver a jugar.
La personificada «snitch dorada»
Ajena a ambos equipos, el jugador denominado «snitch runner» es la figura más emblemática del partido. En la saga literaria, Harry Potter era el buscador de Gryffindor, esto es, aquella persona que perseguía a la pelota pequeña y veloz que volaba a su gusto por donde quería y que, si era alcanzada, conseguía para su equipo la victoria automática. En la adaptación para muggles, el buscador espera a que la snitch, una persona que lleva colgando una malla con una pelota similar a la de tenis dentro (conocido como calcetín), salga al terreno con la señal del árbitro. Entonces, esta persona puede moverse por un radio de hasta 5 kilómetros alrededor del terreno de juego. «Atrapar la snitch otorga 30 puntos, y esta solo aparece una vez por partido, en el tiempo de snitch», comenta Paula, la presidenta de la asociación y capitana en funciones.
Jean se ha unido al equipo hace apenas un mes, pero sus ojos no pueden contener la emoción de quien disfruta con lo que hace. «Desde que tenía siete años y descubrí el Quidditch —con mayúscula, el de los libros de la saga Harry Potter— no pude dejar de pensar en él. Sentía que a las películas que no lo incluían les faltaba algo», comenta. «Es perfecto ponerme en forma y, además, conocer amigos», dice mientras recoge su escoba, con un «Blake» (de su nombre artístico, Jean W. Blake) grabado en ella.
El partido se organiza en función de dos tiempos, cada uno de 30 minutos. En caso de haber empate, se concede una prórroga con dos tiempos de 15 minutos. El césped debe ser natural, por lo que buscan que sus entrenamientos sean en las citadas pistas de la Complutense. Allí, comparten terreno con otros equipos que, por lo general los miran raro, incapaces de comprender lo que hay detrás «del juego de Harry Potter».
— ¿Os molesta que os llamen «frikis»?
— No. Para nada.
Precisamente, a Bea, por ser «friki», fue su amiga quien le envió la información de que un equipo de quidditch buscaba gente. «Necesito estar ahí», se dijo a sí misma. Y lo consiguió. Ahora forman parte de esta pequeña comunidad que están creando, donde todo lo que un día tuvieron que imaginar, tiene «una presencia real», como dice. «Somos todos muy iguales y nos apasionan las mismas cosas. Nos parecemos y es genial por eso».
Aparte de los tres tipos de balones, otra de las características que más destacan del quidditch muggle es el uso de la escoba. Los Lynx utilizan un tubo de espuma que recuerda a aquellos cepillos que volaban en el campo de Quidditch de Hogwarts. Pese a que son ligeras, Jorge, el entrenador del equipo, confiesa que «correr con ella es horrible, pues solo te queda libre una mano». Por ello, intenta que sus jugadores cojan el ritmo, «sobre todo porque son gente que no ha hecho mucho deporte previamente». A su equipo, le aplica el mismo entrenamiento al que lo someten a él en rugby. En sus entrenamientos se palpa el buen ambiente.
Un deporte inclusivo
Entre sus planteamientos reglamentarios, recogidos por la International Quidditch Asociation (IQA), está la regla del «cuatro máximo». Esto es, que en cada partido puede haber un máximo de cuatro personas de cada género. En palabras de uno de los jugadores, esto «a veces es un poco difícil, en el sentido de que a la hora de placar, no es lo mismo placar a un señor muy pesado porque sabes que no le vas a hacer daño que a una chica». Charlie, en cambio ve en esta regla «un gran avance, ya que todo es mucho más simple en materia de género que en otros deportes».
El quidditch es un deporte creado en pleno siglo XXI, por lo que sus planteamientos son, en este sentido, más abiertos que en otros. En 2005 lo creó la Universidad de Middlebury (EE.UU.) y fue creciendo y desarrollándose después de ocho ediciones del manual de juego elaborado por la IQA. En las 170 páginas de la última edición, se establece todo: desde cómo debe ser el campo de juego hasta las bandas identificativas que llevan colgadas los jugadores y que sirven para reseñar su posición dentro del juego.
Pese a ser tan reciente, en España son varias las experiencias que se han puesto en marcha alrededor de este deporte. Además de los Lynx, existen seis equipos más. El de Mallorca y el de País Vasco, de reciente creación, buscan jugadores. El proceso de selección suele ser sencillo. En el caso de los Lynx, convocaron las pruebas el pasado mes de septiembre y, en palabras de Paula, buscaban «gente que supiera desenvolverse bien con los balones», debido a que esta destreza es la que más se desarrolla en el campo.
Entre sus objetivos, además de pasárselo bien, está el de llegar en buena forma al Torneo Internacional de la Violeta, que se celebrará del 24 al 25 de enero en Toulouse. Allí se enfrentarán a equipos llegados de todas partes del mundo y demostrarán también que no solo son «unos frikis», como a muchos pudiera parecerle, sino que han llegado para instalarse. O para instalar, al menos, un nuevo deporte.
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Muy buen deporte desconocido por muchos (hasta la famosa película…) a pesar de su antiguedad.
Se agradece artículos como este de interés general dentro del mundo de los desportes, que no todo es fútbol tenis y baloncesto.
¡Un saludo a tod@s!