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La esperanza de un Sáhara libre

Sahara libre
La estatua de Federico García Lorca, en la Plaza de Santa Ana, con turbante azul y bandera del Sáhara Occidental
Foto: Lys Arango

Acunados por el ruido burbujeante del agua que hierve en la tetera, Mustafá cautiva con la lentitud propia de los rituales. Sobre la alfombra de su apartamento del Paseo de la Alameda de Osuna en Madrid, da comienzo una de las tradiciones saharauis más antiguas: el proceso de preparar té.

Mustafá levanta la tetera con su mano derecha y con gran maestría escancia el líquido en un vaso de cristal. Como si se tratase de un baile, el proceso se repite varias veces y después se vierte de un vaso a otro con el mismo ademán que provoca una cascada hasta conseguir un espumoso brebaje. El olor a menta invade la habitación, y en el primer sorbo se siente cómo resbala lentamente por la garganta un sabor amargo, «como la vida», según dicen los saharauis.

Sus ojos negros relatan terribles cuentos, sacrificados después de décadas de dura vida en el Sáhara, a tan solo 600 kilómetros de las Islas Canarias. Mustafá Ahmed nació hace 37 años en la ciudad de El Aaiún, hoy parte del territorio ocupado por Marruecos. «El fuerte sentimiento de discriminación de los saharauis frente a los civiles marroquíes, la falta de la libertad de movimiento, las desapariciones forzadas y las torturas por parte de las autoridades», provocaron la huida de Mustafá a las Palmas de Gran Canaria hace seis años. Dejó a toda su familia atrás con la esperanza de poder regresar algún día a un Sáhara libre.

Desde España continúa su lucha. El primer año colaboró con la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui y después se mudó a Madrid, donde fundó el colectivo ‘Sáhara Thawra‘. Se trata de una asociación dedicada a la elaboración de informes sobre la situación del pueblo saharaui en las zonas ocupadas por Marruecos. El Aaiún es «una ciudad en estado de sitio», califica Mustafá, «derechos pisoteados, violencia y represión diaria». A raíz de la cobertura que su colectivo hizo durante el desmantelamiento por la fuerza del campamento de Gdeim Izik en 2010, se han convertido en referencia para la prensa extranjera y otras asociaciones que viajan al terreno.

Mustafá vuelve a calentar el té. Entonces entra Mamay, con voz entrecortada y una ligera timidez en la mirada. Mamay Hannoun nació en Dakhla hace 45 años, cuando la ciudad costera, también conocida como Villa Cisneros, pertenecía a España. Dice que aún recuerda a los militares españoles y su retirada en 1975. Después llegó la invasión de Mauritania hasta que Marruecos anexionó el territorio en el 79. Su vida como activista de Derechos Humanos en el Sáhara Occidental ha estado llena de baches. Cuenta que en 1999, durante unas vacaciones en Rabat con dos amigos saharauis, fue detenido por cuerpos policiales marroquíes por mantener una conversación con un grupo de turistas belgas.

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Mamay Hannoun.
Foto: Lys Arango

Le llevaron en coche hasta la comisaría de Casablanca. «Me interrogaron oficiales de la policía mientras me torturaban: palizas, insultos, ruidos…» relata Mamay. «Recuerdo que me tapaban la cara casi hasta la asfixia con un trozo de tela empapada de orina y así me cortaban la respiración por la boca y la nariz. También me tuvieron colgado boca abajo con cuerdas durante horas». Se remanga el pantalón vaquero y muestra las cicatrices de quemaduras en las piernas. Después de 48 horas de interrogatorio, sin una orden judicial y sin que sus familiares supieran nada de él, fue encarcelado en Rabat. Cuenta que durante un año estuvo encerrado como preso político en «unas condiciones infrahumanas».

Al igual que Mustafá, Mamay huyó con ayuda de una ONG internacional. Ahora es miembro de la Asociación Saharaui de Víctimas de Graves Violaciones de Derechos Humanos cometidos por el Estado Marroquí (ASVDH) y vive a caballo entre España y Dakhla.

«España tiene una responsabilidad moral y legal con el Sáhara Occidental»

La ceremonia del té continúa en el apartamento de Madrid, ciudad en la que hace 39 años España firmó los Acuerdos Tripartitos con Marruecos y Mauritania. Con Franco enfermo y el país en plena transición, el Gobierno español transfirió la administración temporal —que no la soberanía— del Sáhara Occidental a los otros dos países. En este sentido, los acuerdos constituyeron una clara violación de un principio cardinal de la Carta de las Naciones Unidas: el derecho a la libre autodeterminación de los pueblos. Después Marruecos anexionó la mayor parte del territorio, una acción que ningún otro país ha reconocido. Por su parte, el Frente Polisario —el movimiento de liberación nacional del Sahara Occidental— libró una amarga batalla por la independencia en la que debido a la gran desventaja armamentística, los saharauis no sólo perdieron vidas, sino su propia tierra. Desde el alto al fuego en 1991, este territorio encajado entre el Océano Atlántico, Argelia, Marruecos y Mauritania, ha estado en un limbo político, enredado entre las reminiscencias de la Guerra Fría y la incapacidad de la comunidad internacional.

El 14 de noviembre se celebró en la capital española la 39 edición de la Conferencia Europea de Apoyo y Solidaridad al Pueblo Saharaui (EUCOCO). 435 participantes procedentes de 24 países se reunieron en presencia de Mohamed Abdelaziz, presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).

Bucharaya Beyun, delegado de la RASD en España y miembro del Secretariado Nacional del Frente Polisario, criticó la falta de acción de la comunidad internacional, y especialmente de España, en la resolución del conflicto saharaui. Además hizo especial hincapié sobre el papel que la antigua potencia colonial debe jugar en el conflicto ya que «sigue siendo la potencia administradora como lo avala el informe Hans Corell y un auto de la Audiencia Nacional». «España fue parte del problema y debe ser parte de la solución», apuntó Beyun.

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Manifestación en apoyo al pueblo saharaui.(Madrid).
Foto: Lys Arango

En la misma línea, el Dr. Pablo Sapag Muñoz de la Peña, Profesor Investigador de la Universidad Complutense de Madrid, considera que «España tiene una responsabilidad no solo moral, sino también legal con el Sáhara Occidental». Además a pesar de que, durante la conferencia, el presidente Abdelaziz dejó entrever que los saharauis empiezan a perder la paciencia, ya que «los jóvenes presionan para retomar el camino de la lucha armada», el profesor Sapag apunta que «el Frente Polisario no tiene capacidad militar para enfrentarse a Marruecos». Marruecos es una potencia militar media, importante en la región del Magreb. «Lo único que la RASD podría hacer es arrastrar a Argelia a una guerra, pero Francia y EE.UU. no lo consentirían porque podría desestabilizar la región», explica.

Resulta evidente que las oportunidades de lograr una solución definitiva en el Sáhara Occidental, aparecen y desaparecen en un movimiento cíclico provocado por una serie de factores que han hecho imposible, hasta la fecha, alcanzar un acuerdo territorial creíble y duradero. Pero la opinión pública española está con el pueblo saharaui y como tal representa un gran activo para el Frente Polisario en su lucha.

Melhfas de colores, daraas azules, banderas saharauis, pancartas y megáfonos. Desde Atocha hasta la madrileña plaza de Santa Ana, miles de voces se aunaron en un sólo grito por un Sáhara libre. La manifestación convocada por la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (CEAS) el domingo 16 fue un éxito. Mustafá y Mamay se fundieron con ellas con la esperanza de que sus peticiones sean escuchadas. «¡Sáhara libertad, Polisario vencerá!».

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