Las casas okupas de medio millón de euros

Un dicho popular dice así: «Los perros se parecen a sus amos». Y los galgos se parecen a los gitanos. Son ágiles y veloces. No son dóciles ni confiados pero sí fieles a su manada. Tanto el perro como el dueño saben bien dónde buscar pan y cobijo.

En Aranjuez, María, Ruth, Noelia, Jesús y Caramba, los cuatro hijos y el galgo de Pilar y José, han ocupado una casa de lujo, valorada allá por 2010 en 550.000 euros. Cuenta con cuatro plantas, dos terrazas y un patio, amplios ventanales, un garaje inmenso y un diseño muy innovador. Junto a otras siete familias también gitanas viven de manera ilegal en chalets propiedad de la inmobiliaria del banco Sabadell, Solvia, en el barrio ribereño de la Ciudad de las Artes, desde hace ya más de dos años.

Algunas casas estaban todavía sin terminar cuando Prominar, la constructora responsable quebró. Hoy todas están en un estado lamentable. Los cables que recorren las fachadas de las casas van a parar a las farolas que alumbraban hasta hace poco ese tramo de calle. Hasta que el Ayuntamiento decidió cortar la luz. Cortó la luz de las farolas de una calle pública para que los gitanos no la pincharan.

Todos sin luz

Las otras cinco familias que viven en ese tramo, que compraron su casa, que pagan sus impuestos y que nunca han pinchado la luz, a partir de las ocho también están a oscuras. Entre estas cinco familias las opiniones que tienen respecto a sus vecinos difieren de manera llamativa. Cristina y Juan son los que más cerca viven de los okupas y confiesan que al principio resultaba complicada la convivencia, «hasta dos veces nos robaron el cobre de las placas solares que tenemos en el tejado», confiesa Cristina. Pero ahora la situación se ha normalizado. Comenta el matrimonio que hace tiempo que no se escucha jaleo por la zona. Ya pasó la época en la que desaparecían las tapas de las alcantarillas y se rompían los sistemas de riego de la zona ajardinada de la calle.

Sin embargo, otros vecinos han denunciado recientemente agresiones a familiares. Así, Guillermo cuenta que un pariente suyo «ha tenido que salir corriendo de allí porque un niño gitano le ha lanzado tres piedras». Confiesan estar desesperados por la impotencia que les supone «no poder hacer nada» para que los okupas se vayan. Además, consideran escasos los dispositivos policiales de vigilancia que el consistorio ha destinado al barrio.

Las barandillas de las terrazas cumplen la función de tendederos. Si cierras los ojos te imaginas en el Quartiere de San Giuseppe, el barrio más pintoresco de Nápoles, repleto de balcones con ropa tenida. Los niños y los galgos son los protagonistas este tramo de calle, que arranca en el número 112 de la avenida de las Artes. Son muchos y siempre de acá para allá. Sus madres y sus amos no están pendientes de que cuando crucen la calle lo hagan por el paso de peatones porque, por esta zona no pasan los coches. No se ve ninguna señal que indique que está prohibido pasar, pero no se pasa. Por eso los niños son pura libertad. Por eso los galgos van sin correa.

Y el payo que se ha apuntado a la moda del footing cambia su recorrido al llegar a ese tramo de la calle. Recula sin pensar y desvía su camino.

Tráfico de drogas

La Policía Local se deja ver por la zona a menudo, pide el documento de identidad a los que andan por ese tramo de la calle y hace recuentos superficiales de los que allí viven. Lo que todavía siguen investigando es el tráfico de drogas que, al parecer, se está produciendo. Entre las casas ocupadas, una es la oficina, como la llaman los supuestos traficantes, donde se recoge droga proveniente de Leganés y desde donde se distribuye por la localidad ribereña y alrededores. No se trata de la única zona de casas okupas en Aranjuez donde se mueve droga. Según fuentes policiales, en un edificio cercano a la plaza de toros también se está comerciando con estupefacientes.

El Ayuntamiento de Aranjuez, al mando de María José Martínez de la Fuente, ya se ha reunido en varias ocasiones con los responsables de Solvia para intentar solucionar el asunto. Desde el consistorio prevén que en breve las casas sean desocupadas y que termine con ello el «grave problema» con que algunos vecinos confiesan vivir. Según los residentes de la zona, el Ayuntamiento les ha confirmado que el desalojo se producirá en marzo o abril. Poco antes de las elecciones municipales.

Pero esta solución suscita una incógnita: ¿dónde irán a parar las familias gitanas y los galgos que allí viven?, ¿ocuparán otras casas de las que se les desalojarán cuando el dueño del inmueble denuncie y cuando pueda el juez dictar sentencia? ¿Se trata de la pescadilla que se muerde la cola?