Libros sin grilletes
Esta idea revolucionaria, nacida a principios de siglo, consiste en dejar ejemplares en lugares públicos para que los recoja cualquier persona interesada en ellos. Una vez que los lea, los volverá a depositar «en la jungla», en la calle, para que su próximo propietario los encuentre.
La lectura es una enriquecedora herramienta que nos permite empaparnos de cultura, escribir mejor, estructurar el pensamiento o incentivar el aprendizaje, entre otras muchas ventajas. En definitiva, la puerta al conocimiento. Sin embargo, los españoles prefieren escuchar música (88,4%) como principal actividad cultural antes que la lectura (58,7%) o el cine (49%), según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España que se desprende del Anuario de Estadísticas Culturales de 2014, elaborado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Hacer de las calles una biblioteca es el objetivo que persigue el BookCrossing, una práctica mundial que poco a poco capta más seguidores en Madrid. Hay cuatro formas de intercambiar los libros. La primera es conocida como «en la jungla» y consiste en dejar el libro en una cafetería, en un banco o en un parque para que cualquiera lo recoja. La segunda son las liberaciones controladas, es decir, cuando una persona envía a otra una obra específica. También existen las zonas oficiales, que son cafeterías o bibliotecas que albergan muebles o estanterías con carteles distintivos para que la gente deje y busque sus libros. «Estas zonas aparecen en la web para que los lectores sepan de su existencia», comenta Pablo Estigma, encargado de prensa de BookCrossing en Madrid. Por último, en las liberaciones masivas, los usuarios de toda España se dan cita en un lugar específico en fechas puntuales (el Día del Libro, Sant Jordi, en las fiestas navideñas). Un aspecto destacable es que no se necesita donar un libro para llevarse otro, es un movimiento ante todo gratuito y voluntario.
Pero, ¿cuándo y dónde surge esta propuesta? Ron Hornbaker, a quien Estigma define como «apasionado por los libros», fue el precursor de esta idea en el año 2001 en EE.UU. A Hornbaker se le ocurrió esta iniciativa tras percatarse de que «otros proyectos por el estilo funcionaban». Apostó por los libros, creó la página web y lanzó la idea hasta que se convirtió en un «fenómeno mundial».
BookCrossing España anima a que cualquier empresa interesada en el proyecto contacte con ellos para instalar una zona oficial. «Rellenan el formulario, habilitan la zona, colocan los carteles y nos envían una foto para subirla en la web. Nosotros los anunciamos y les damos publicidad», explica su portavoz. En nuestro país, esta práctica tan extendida en el mundo goza de más éxito en ciudades como Zaragoza, Madrid o Barcelona.
POLÉMICA EDITORIAL
En los inicios del proyecto hubo cierto malestar por el argumento de que «perjudicamos a los creadores haciéndoles perder derechos de autor», señala Pablo. No obstante, según confiesa, hoy hay escritores que se han sumado a este fenómeno y han donado «cajas de libros con su propia obra para soltarlos» al público. Cita como ejemplo el caso de la escritora Espido Freire. «A muchos autores y editoriales les viene bien que existamos y distribuyamos los libros de forma gratuita para dar a conocer sus obras y publicitarlas». Añade que ayudan a difundir la cultura y a promover la lectura. Ambos se han acostumbrado a que «existamos» y al comprender las ventajas, «nos apoyan». Esta campaña ayuda a que la industria siga hacia adelante porque cuanta más gente se aficione a la lectura, más libros comprarán y más veces irán a la biblioteca a por sus obras.
Todo el mundo es bienvenido a «subirse al carro del BookCrossing» pero para Pablo, lo fundamental es que no se convierta en un negocio sino que se conserve su verdadero espíritu. «Me conformo con ayudar a difundir la lectura entre la gente, a que se les ponga una sonrisa cuando encuentren un libro. Es una experiencia que me llena como persona», recalca.
Por otra parte, Antonio Mª Ávila, director Ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), asegura que se trata de un movimiento «que, según los datos, no está muy extendido». Cuenta que «la FGEE ha colaborado en algunas iniciativas que se han puesto en marcha en España», como la desarrollada en la Comunidad de Madrid. «Esta práctica», aclara, «se realiza con libros publicados cuyos dueños decidieron dejarlos para que otros pudieran leerlos». Por tanto, no contribuye a descubrir nuevos autores o géneros. Aunque reconoce que repercute, a la larga, de manera positiva «en mejorar los índices de lectura, ya que ofrece una posibilidad más de acceso a los libros».
Para el escritor Eduardo Jordá «cualquier iniciativa que difunda los libros es buena, aunque quizá debería haber un comité de lectores —de buenos lectores, se entiende— que decidieran liberar solamente libros interesantes».
BASTIONES DEL BOOKCROSSING
El BookCrossing se practica en 231 zonas oficiales de España —37 localizadas en Madrid— en espacios tan dispares como restaurantes, cafeterías, bibliotecas, universidades, bares, centros socioculturales, gimnasios, institutos, parroquias, teterías, polideportivos o colegios.
Para Belén, integrante del staff del Gimnasio Vambora, la idea «funciona muy bien». Está convencida de que es «una buena forma de dar salida a los libros que ya has leído y que no te vas a quedar». Coincide en que, aunque sus clientas conocen este intercambio gratuito, hace falta más visibilidad, más publicidad. «Ha venido gente que no es del gimnasio para dejar los libros. Estaría bien que se animaran más sitios», concluye.
Fernando, gerente de Café Comercial, también mantiene viva la llama de otra acción altruista en su establecimiento. Se trata del café pendiente, que consiste en invitar a personas anónimas y sin recursos a su consumo. «Esto no tiene precio», apunta, «poder llenarte del saber y devolverlo otra vez», es «espectacular». Comenta que tiene éxito porque la gente difunde el concepto, «lo habla». Su compromiso es tal que ante la falta de un centro social cercano se destinó la segunda planta del local para actividades y actos relacionados especialmente con la cultura.
Por el contrario, a Josué, dueño de Café Madrid, situado en los aledaños del Teatro Real, la suerte le ha sido esquiva porque, según él, hace falta más publicidad sobre esta práctica. En un rincón se divisa el mueble con un aspecto un tanto desaliñado, sin apenas obras que embriaguen de color al lugar.
Los libros son auténticos pozos de sabiduría y resulta evidente que el mejor sitio donde pueden estar es en las manos de la gente. Como dice el escritor Carlos Ruiz Zafón «cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte».