Los sucios juegos del poder
El periodista portugués Rui Araújo habla con ironía acerada, con la socarronería de quien va de vuelta de los sucios juegos del poder. Los ha visto en su más negra expresión como corresponsal de guerra. Los ha comprobado en revoluciones románticas que no lo fueron tanto. Los ha desvelado en oscuras tramas de espionaje y mafia. Periodista de investigación, corresponsal de guerra, escritor de novela policiaca…
Araújo ha reflexionado sobre el poder y los medios de comunicación en el encuentro con los alumnos del Máster de Periodismo del ABC. Autor de obras como El diario secreto que Salazar no leyó o El imperio de los espías, es celebrado por sus trabajos de investigación, entre los cuales se cuenta el caso Irangate, en el que descubrió el destino de los vuelos dedicados al tráfico de armas con Irán en plena guerra Irak-Irán.
Rememorando esta investigación plantea a los jóvenes periodistas los dilemas éticos a los que se enfrentarán en su carrera profesional. La asepsia de los grandes principios éticos choca con la embarrada realidad del mundo. El poder no está dispuesto a la transparencia, no le interesa. El periodismo de investigación debe ser un servicio público que aporte luz al ciudadano y construya una cultura cívica. Por ello, plantea la necesidad de usar la astucia para colarse entre los resquicios del siempre corrupto y corruptor poder, con la saludable intención de dejar sus miserias al descubierto. «No vamos a cambiar el mundo», pero este sería un lugar peor si no se hiciera. Debemos cambiar las pequeñas cosas que permitan continuar la lucha.
Mostrado el frío y melancólico realismo de los que han vivido el combate, recuerda que «todas las guerras son sucias», y que le cuesta hablar de buenos y malos en ellas. Al hacer un repaso a sus experiencias profesionales como corresponsal en los más diversos conflictos, no duda en señalar a Ruanda como el peor. «En la guerra dejas de ser periodista para ser un hombre», señala mientras narra la historia de un joven al que no pudo salvar. Ruanda es el lugar donde descubrió que existían cosas que no podía imaginar.
En esos conflictos perdidos, también descubrió que entre las miserias humanas existía el «periodismo con bandera», por lo que recalca la necesidad de que el periodista tenga por única bandera la honestidad.
Espías, sectas y revoluciones
Investigando los caminos tortuosos del poder y el espionaje, descubrió que los servicios de inteligencia detectan bien las debilidades de la naturaleza última del ser humano. Hay cuatro formas de influir en una persona: dinero, sexo, emoción e ideología. Todo el mundo termina por tener un precio, y ese precio se mide en alguna de estas cuatro monedas. Quizá los atributos del poder.
Preguntado por los intereses que sirven los servicios de inteligencia, responde que manda el dinero, y que a su mando se pliega la inteligencia y el servicio.
En la charla ha desmitificado ideas y conceptos, negando la existencia de la tan traída y llevada comunidad internacional y ha puesto en solfa la organización política y moral de una civilización occidental, rebajada a comparsa del amigo americano.
El periodista luso se ha infiltrado en las más diversas sectas y organizaciones mafiosas. Desde la secta Nueva Acrópolis hasta la mafia de la noche de Lisboa, pasando por la Iglesia de la Cienciología o los criminales que se esconden en las alcantarillas del Estado. Los mismos que ha denunciado en su último reportaje, Buitres, en el que destapa la extensión de las redes corruptas a las más insospechadas esferas del estado luso.
En esas infiltraciones ha podido ver como a «la naturaleza no le gusta el vacío». Los lugares que un poder abandona a su suerte, muy pronto son ocupados por otro poder.
Al hablar de Portugal desmitifica una Revolución de los Claveles que ha sido pintada con colores románticos, pero que oculta las mismas miserias morales de siempre. Los intereses de unos hombres sobre otros hombres, que en este caso eran militares, y que fueron cubiertos con hermosas canciones.
Pero los días de vino rosas de la revolución siempre terminan por quedar atrás. Y el Grandola, Vila Morena de Zeca Afonso nunca fue verdad. A terra não era fraternidade, o povo não foi quem mais ordenou, em cada esquina não há um amigo, em cada rosto não há igualdade e a sombra da azinheira a companheira nunca foi a tua vontade…