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La mirada de la ilusión

Qué hacer cuando la vida se tuerce un poco y la adversidad amenaza con apoderarse de todo: pelear es la respuesta de José, un vendedor de lotería con una disminución visual del 33%. Pero él no habla de tristeza ni de sufrimiento ni mucho menos de resignación, habla de felicidad y superación.

Puesto de lotería en Madrid. Foto: ABC
Puesto lotería en Madrid. Foto: ABC

José no recuerda ni cómo ni cuándo perdió parte de su capacidad de visión, no sabe si sintió algo extraño o si simplemente sucedió. Su historia, la de sus ojos, tan solo se la han contado. «Era muy pequeño, estaba en la cuna y fue en ese momento en el que dejé de ver con total normalidad», cuenta. Sin embargo, a pesar de eso, no estuvo en sus planes bajar los brazos, más bien todo lo contrario. Buscó salir adelante, se desempeñó en oficios en los que su disminución visual no era un impedimento.

Fue así que un día José decidió acercarse a un lugar en busca de nuevos horizontes. Llegó a la ONCE hace ya diez o doce años, y allí empezó a desandar su camino, y esta vez encontró el oficio que mejor le sienta, vendedor de cupones.

Acercarse allí para muchos es una oportunidad de volver a empezar y para otros dar el primer paso, pero en ambos casos es solo cuestión de animarse. Desde hace ya más de 75 años la ONCE construye un sistema de prestación social para personas con ceguera o discapacidad visual severa sin precedentes en ningún otro país del mundo. Un lugar en el que se fabrica una nueva oportunidad para cada uno de ellos.

La labor generosa de aquellos que suman su grano de arena en esta acción solidaria, que va mucho más allá del juego de azar que supone la lotería, se vuelve fundamental para esta institución y su gente. Son miles los que cada día con la compra del cupón devuelven en forma de servicios especializados educación, empleo, rehabilitación, comunicación y acceso a la información, ocio y deporte a aquellos con problemas de visión.

El hombre detrás del cupón

José se levanta temprano y llega en metro a su puesto de trabajo en la calle Reina Victoria, no solo lo hace para cumplir con su labor, sino también con cada uno de sus clientes. «La lotería es un producto muy popular en España. Es una acción laboral muy interesante para personas con distintos problemas de visión, o de movilidad. Te da la posibilidad de sentirte útil», sostiene.

Habla de que el trabajo, además de mantenerlo activo lo hace sentirse valorado, y lo dice mientras atiende a una señora que se acerca hasta su puesto, en busca de un billete con terminación en nueve. Pero a José ya no le quedan, y le hace uno electrónico para que se marche contenta.

«En el día a día te encuentras con gente muy amable con la que haces excelentes relaciones. El vendedor de la ONCE no es un vendedor más, es todo un personaje», cuenta mientras acomoda todos los billetes que exhibe en esta época del año.

No solo los más pequeños esperan la Navidad para hacerse dueños de los regalos. Los vendedores de lotería también ansían la llegada de este momento que es el punto fuerte de ventas. Los tiempos de crisis se hicieron sentir, pero año tras año viven una recuperación. «Nos afectó como a todos pero aquí contamos con una gran ventaja. Nuestros clientes tienen muy en cuenta al momento de comprar nuestros billetes adonde va destinado el dinero», sostiene.

José, además es sincero, «hay que decirlo, la lotería, toda, es muy difícil que toque pero sin embargo la gente lo hace como una ayuda también. La confianza que establecemos con la gente no tiene precio».

Los puestos de trabajo están especialmente equipados para las necesidades de cada vendedor. Para poder trabajar con tranquilidad cuentan con un TPV, (Terminal Punto de Venta), un aparato con el cual llevan adelante cada operación de una manera más sencilla y ayudados por un comando de voz.

Además, éstos cuentan con un espacio para que los perros lazarillo acompañen a sus dueños y con un sistema mediante el cual se apagan o encienden las luces en el caso de que lo olviden. No en vano en ese pequeño espacio de apenas unos cuantos metros a pie de calle o en las profundidades de la tierra muchos de ellos se sienten seguros, cuidados, protegidos.

Cupon ONCE Eduardo San Bernardo CUERPO
Cupón de lotería. Foto: Eduardo San Bernardo

Las cosas han cambiado. Atrás quedaron aquellos días en los que cada venta debía apuntarse a mano en un papel, una tarea que solía acarrear complicaciones. «Antes, cuando aún no teníamos el lector electrónico y todo se hacía a mano, cuando alguien venía a cambiar un premio, para nosotros era más difícil comprobar su autenticidad», señala al mismo tiempo que recuerda una de esas malas experiencias que le tocó vivir. «Una vez a mí me cambiaron un número del billete, estaba muy bien hecho. Muy hábilmente habían raspado la zona del número y lo habían modificado por uno ganador. No me di cuenta de que me estaba engañando, me sacó el dinero», dice apenado.

Hay quienes no miden los daños ni se fijan en el esfuerzo ajeno y José se lamenta al recordar algunas experiencias. «Estaban aquellos que cortaban los billetes de otros países, para modificar su valor, y engañar a los vendedores que los identifican por el tacto», cuenta.

Pero rápidamente sacude su cabeza como quitándose esos malos recuerdos y su cara se vuelve a iluminar al hablar de los otros, de los que son más, sus fieles clientes.

«En su mayoría son gente mayor. Abuelos, abuelas, amas de casa, los que digamos salen a la calle a comprar. Son nuestros clientes más tiernos. Aquí se establece una relación muy particular, me he encontrado con gente increíble que si me ausentaba un día por cualquier cosa cuando volvía ya estaban preocupados», cuenta. Y añade «buenos amigos y buena gente».

José se maneja con total seguridad y confianza en cada uno de sus movimientos. Constancia y mucho por aprender. De eso se trata la vida, sin diferencia ni distinción alguna. Aunque en su caso, en el de las personas con ceguera total o con deficiencia visual el esfuerzo puede parecer mayor.

«Todos tenemos una discapacidad para algo», sentencia este hombre al que tan solo le faltan un par de años para jubilarse. Pero rechaza la idea de solo pensarlo. Un padre de familia que define a aquellos con los que no solo comparte el trabajo, sino la vida como «seres humanos que se toman todo de un modo increíble».

No se trata de proezas ante la adversidad, sino de aceptar las diferencias y con ellas seguir adelante. Basta con hacer la prueba, cerrar por un momento los ojos para entender que de ese modo se ve mucho más de lo que imaginamos.

«Ahora, todo el mundo está en mi interior», solía decir el escritor argentino Jorge Luis Borges cuando la ceguera le iba permitiendo aislarse paulatinamente del mundo y es José quien recuerda aquella prosa. No es casualidad, él entiende de lo que habla. Lo comprende y hasta recita algunos versos de memoria, porque José aunque con menos oscuridad en sus ojos, comparte con Borges su manera de ver la vida.

2 comentarios en «La mirada de la ilusión»

  • Excelente nota ! Tenes una manera de escribir hermosa Yani, con mucha calidez humana. Seguí así , dejando bien visto a nuestro país con tu capacidad y tu forma de ser. Éxitos

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    • Opino lo mismo, Yan escribe muy BIEN. Y desde luego, puedo afirmar que por su forma de ser: naturalmente amable y cariñosa, deja en muy buen lugar a su País. Por eso, en España, se quiere mucho no solo a los argentinos, también a la tierra que les vió nacer.

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