Una fundación para la esperanza
Una mujer rubia, en su madurez, dirige con voz alta y formas nobles a un grupo de chavales que revolotean como gorriones en un pequeño piso cerca de la calle Serrano. Con los papeles en la mano y acertada vehemencia se hace imponer a los murmullos y comienza su parlamento de manera sosegada. Algún chico joven, un poco trasto, interrumpe esa charla, pero pocos pueden imponerse a un discurso que, en cierto sentido, acontece a todos.
Es un sábado, poco antes de las vacaciones, y la Fundación Luca de Tena realiza su reunión anual de Navidad. Lo que podría parecer una escena de «Plácido» de Berlanga en el encuadre general se contradice cuando uno se fija en los detalles: detrás de cada uno de los pequeños adolescentes alrededor de la mujer rubia, Mª Victoria Barandiarán Luca de Tena, existen miradas de verdadero afecto y agradecimiento.
Pocos dudan que sin la Fundación no podrían haberse costeado la universidad, y muchos agradecen tanto las actividades como los talleres que sirvieron para superar la pérdida en sus vidas. Su objeto es financiar becas y actividades a las familias de periodistas fallecidos. Pero, ¿de dónde viene esta Fundación?
Cerca del centenario
Prensa Española siempre ha tenido cierto carácter paternalista en la gestión de la empresa gracias al carácter del fundador Torcuato Luca de Tena, y fruto de ello es la fundación en 1932 de La Casa de Nazareth donde se acogía a las huérfanas de los periodistas de la casa. Las monjas, misioneras de Nazareth, llevaban esta institución, y de ahí el nombre del lugar.
Para 1933 contaban con 10 niñas, y el objeto de la fundación era ya en su origen tan amplio como «proporcionar albergue y asistencia a viudas y huérfanas de periodistas, de empleados y de obreros de la prensa periódica que queden en situación precaria». Es un gesto notable en una década dura para el diario ABC, que fue perseguido por los primeros gobiernos republicanos.
Luego de la Guerra Civil la Casa de Nazareth hubo de pasar dificultades, sobre todo cuando su edificio se destruyó. Esta pasó en 1940 al Pinar en Madrid, en régimen de alquiler, para finalizar en el franquismo cerca de la avenida de Pío XII. Con la transición a la democracia se sustituyó el colegio, que había acabado siendo una residencia para niñas, por una fundación dedicada a ofrecer ayudas. Para Mª Victoria «en un momento dado el patronato de la fundación decidió que las niñas debían vivir en casa con sus madres, y se les dio una ayuda en forma de beca para que puedan seguir sus estudios». La aprobación en 1978 de los nuevos estatutos consolidó este sistema de ayudas, además de empezar a organizar las primeras actividades culturales y excursiones a lo largo de los años 80. Precisamente en 1989 se acogió a los residentes del internado de San Isidoro para incorporarlos a este sistema de becas.
Una pequeña sociedad que pretende ampliar su sistema de apoyo a las familias, y establecer nuevos rumbos. Afirma Mª Victoria que ahora están empezando a ocuparse del desempleo en el periodismo, y realizando talleres de «coaching». Quieren, también, adaptarse «a los nuevos tiempos» con cursos que sirvan a los periodistas, y se plantean establecer «alianzas con entidades especializadas en formación».
Vidas cruzadas
María Blanco, trabajadora social, confirma que «la cultura actual ahora mismo genera mucha desmotivación a los jóvenes», y los jóvenes necesitan un estímulo. La crisis, en este sentido, ha «agudizado este clima», afirma María. Aunque ella cree también que «ningún chico quiere estar sin hacer nada». Para Mª Victoria no sólo hay que «dar apoyo económico a los estudiantes, sino ir mucho más allá».
El psicólogo de la Fundación, Alejandro Jiliberto, es clave en superar estos baches de la vida, y nos dice que el propósito de ésta es que cada chico pueda «superar la muerte de un ser querido teniéndolo dentro. Lo que buscamos es que no se pierdan las experiencias con el ser vivido, que no se llegue a tener un vacío». Uno de los chicos de la Fundación apoya este testimonio, y comenta que «aquí todos somos como una gran familia, especialmente en fechas de Navidad, y a los nuevos se les escucha, se les ve como uno más».
Dos periodistas también creen que la Fundación es como «una gran familia». Fueron mujeres jóvenes que se quedaron viudas con niños pequeños, y se enteraron de su existencia por amigos en común. Allí se «encontraron a gente parecida, a quienes les ha ocurrido lo mismo: no te sientes como un bicho raro». Este afecto entre todos se debe a que es una «fundación pequeñita, donde todo el mundo se conoce, y esto favorece que haya un trato muy personal». Es, para ellas, «una red que te sostiene» con mucho respeto y cariño, y te hace sentir de alguna manera «única». La Fundación Luca de Tena «garantizó la educación» de sus hijos mientras ellas estaban ocupadas por la carga de trabajo en televisión.
Eso sí, consideran que «la Fundación debe darse a conocer en los medios», y demostrar su aporte a la sociedad. Para ello, medidas como el cambio en la página de internet y la reciente visita de la Reina han dado mayor visibilidad a esta obra social. Creen, entonces, que la gente debe entender que la fundación es para todos los periodistas, y que no tiene un sesgo ideológico: buscan ayudar a todos aquellos que sufran estos problemas.
Los niños, después de revolotear por la sala, se han puesto en fila mientras Mª Victoria los atiende con paciencia. Algunos de ellos, despreocupados, juguetean con el mobiliario acabado el gran discurso. Muchos ya han superado la orfandad, y pueden hacer buena la anécdota que nos comenta Alejandro, el psicólogo, sobre una pequeña niña de la Fundación Luca de Tena:
Preguntada por sus compañeros con un pero no tienes padre, ella respondió: «como muchos otros niños».