Un cadáver descuartizado en Boadilla del Monte
La noche del 25 de agosto de 2003 fue una noche despejada. El verano seguía su curso y la temperatura era algo superior a los 16 grados. Faltaban dos días para la luna nueva por lo que el cielo estaba oscuro esa noche.
En torno a las dos de la mañana, un Ford Focus llegó al Parque del Oeste, en el distrito de Moncloa. La ventanilla se bajó y cruzaron algunas palabras. Después de eso, Edith Napoleón subió al coche.
La ruta más rápida a Boadilla del Monte desde el Parque del Oeste parte de la Carretera de Castilla y continúa por la M-503. Después enlaza con la M513 y atraviesa una parte del monte. Es una carretera con curvas, sinuosa, y con bastante peligro. Desemboca en el centro del pueblo. Aunque quizá la ruta escogida fuera por la M40. Es poca la distancia que hay entre una y otra. Unos 20 minutos y más o menos 15 kilómetros después, Edith Napoleón entró en el piso de su cliente. Ella era prostituta y él un empresario de la localidad madrileña. Él volvió el lunes a su trabajo; pero ella no salió con vida de aquel lugar. De hecho, tampoco su cuerpo salió. O no, al menos, su cuerpo entero. Varias bolsas de basura hicieron falta para deshacerse de los trozos del cadáver de la joven.
Los días posteriores transcurrieron con normalidad para el empresario. Los forenses que lo examinaron testificaron en el juicio, años más tarde, que encontraban en él un cierto «distanciamiento emocional» que explicaría «la frialdad con la que el acusado narró los hechos».
Sobre las seis de la tarde de ese mismo lunes, un antiguo trabajador del ayuntamiento abrió un contenedor de basura. Lo que encontró dentro enmudecería a cualquiera, pero él ya era sordomudo. Mediante gestos hizo entender que había encontrado una cabeza humana, de mujer, en el contenedor de basura situado junto a la glorieta Virgen de las Angustias. La rotonda gira en torno a una estatua del tenor Alfredo Kraus. Una busto de su cabeza realizado en bronce.
Hasta el lugar se trasladaron agentes de la Guardia Civil y de la Policía local. La noticia corrió rápidamente por el municipio y aún la gente la recuerda con estupor.
Los días que se sucedieron tras el terrible hallazgo fueron confusos. Las informaciones de los medios eran vagas, tal y como reflejó un diario de tirada nacional unos días más tarde.
Se encontraron varios preservativos en el bolso de la joven Edith. Ropa de lycra de colores brillantes. Casi de inmediato se barajó la hipótesis de que la chica muerta era una prostituta. Lo que resultaba difícil de explicar era por qué su cuerpo se hallaba desmembrado en bolsas de basura arrojadas a un contenedor. Ante la falta de datos concretos, los medios especulaban con el ensañamiento del asesino. Lo atribuían a una posible muerte ritual por parte de algún proxeneta. «Para que sirviera de lección», recogieron. ¿Cómo entender tal brutalidad si no?
Las pesquisas de los agentes partieron del oficio de la muchacha. En la zona donde había sido vista por última vez subiéndose a un Ford Focus gris, sus compañeras continuaron ejerciendo esa noche. Pero habían apuntado un número de matrícula antes. Cuando las autoridades preguntaron por la chica, ellas la identificaron y les dieron la poca información que tenían. Por lo menos alguien la había reconocido. Había un nombre tras la cabeza hallada en un contenedor. Un reportaje, poco tiempo después, explicó que apenas llevaba cinco meses en España.
Edith Napoleón viajó desde África a Madrid para acabar ejerciendo la prostitución. La deuda que, presumiblemente, contrajo para llegar a nuestro país no se saldó. Ella perdió la vida la madrugada de un domingo a un lunes. El 25 de agosto de 2003 murió asesinada a manos de un pequeño empresario madrileño que conducía un Ford Focus gris.
Tras comprobar muchas matrículas, la Guardia Civil ya tenía localizado a un sospechoso. En el momento de su detención, J. P. C. no opuso resistencia. Confesó ser el autor del crimen ante los agentes. Dijo que no podía explicárselo.
Una persona normal
Esa noche, J. estuvo cenando y consumió bastante alcohol. Se marchó y sus amigos intentaron localizarle. Él se había acercado al Parque del Oeste en busca de los servicios de una prostituta.
La sentencia registró que tras dos fuertes golpes y sin posibilidad de defenderse, la joven, de nacionalidad desconocida fue estrangulada y asfixiada hasta morir. Los vecinos declararon no haber oído nada aquella noche. Frente a la iglesia del municipio falleció una chica condenada a ejercer la prostitución por haber venido a un país extranjero. La vida de Edith Napoleón se truncó aquella oscura noche y su cuerpo acabó desmembrado en una bañera.
Con un cuchillo, el autor confeso del crimen cortó su carne y la metió en varias bolsas de basura. Las cargó en el maletero de su coche y las llevó en varios viajes a un contenedor que se encontraba a menos de un kilómetro de su casa. Allí vivieron también sus padres. Pero ya hacía tiempo que se habían trasladado a Aravaca, según se publicó. Como el paseo en el que fue recogida Edith, también forma parte del Distrito de Moncloa.
El detenido se excusó en el abundante consumo de alcohol para justificar sus actos. Dijo que no podía recordar lo que había pasado y que «al ver lo ocurrido se asustó mucho y lo único que quería era tapar aquello deshaciéndose del cuerpo». Sin embargo, los peritos rebatieron en argumento. Poseía una gran tolerancia a esta sustancia, según dijeron al Jurado, y prueba de ello es que fuera capaz de conducir hasta su casa tras haber tomado unas ocho copas. El Tribunal tampoco aceptó que el acusado tuviera un problema de dependencia dado que no constaba que «tuviera problemas sociales, laborales o familiares de importancia asociados con el consumo patológico de alcohol».
No se aceptaron las pérdidas de memoria. Tampoco le reconocieron trastornos de la personalidad más allá de algunos rasgos problemáticos. Otra prostituta declaró «que en las ocasiones en las que estuvo con el acusado, éste la trató bien y que su relación fue normal». Por otra parte, un informe de la Guardia Civil señaló la intención del acusado de ocultar los hechos. Había muchos más contenedores cerca de su casa que aquellos en los que acabó el cuerpo de la joven. Nadie consiguió explicar este crimen.
Edith murió rápido. Pero deshacerse de un cadáver es un proceso lento. El instrumento ultilizado debió ser un cuchillo o similar. Ante el juez y el jurado no pudo recordarlo y jamás fue encontrado. Sin embargo el Informe de autopsia hizo «referencia a un arma blanca dotado de filo y punta». Necesitó seis o siete bolsas de basura «grises convencionales». Realizó al menos tres viajes desde su casa al contenedor. Para ello tuvo que recorrer el municipio por el borde de su casco antiguo. Un siniestro recorrido.
15 años de prisión
Días más tarde, el hoy condenado a 15 años de prisión comía con sus familiares y acudía a su trabajo, como si nada hubiese sucedido. Como si la prostituta de unos 20 años de edad nunca hubiese existido. Como si él no la hubiese matado. Como si no la hubiese tirado a la basura como un desperdicio más.
Edith recibió dos fuertes golpes en el lado izquierdo de la cara. Indefensa, las manos de su asesino rodearon su cuello hasta asfixiarla. Fue descuartizada en una bañera.
En la sección decimoquinta de la Audiencia Provincial de Madrid se depositó la cantidad de 60.101,21 euros. Sirvieron como atenuante. Al momento de celebrarse el juicio, el dinero no tenía destinatario.
La sentencia dijo que Edith podía ser de Sierra Leona, o tal vez fuera nigeriana. Muchas prostitutas declaraban por aquel entonces ser refugiadas políticas. Su ADN fue conservado a la espera de que alguien dijera ser familiar suyo y recibiera la cantidad en concepto de indemnización.
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