El faro de la ciudad sin mar
Una torre de 110 metros de altura se erige en Ciudad Universitaria. Conocida como el Faro de Moncloa, no guía con su luz a los barcos que buscan un puerto para atracar, porque en Madrid no hay mar. Su objetivo es, en cambio, dirigir hacia la capital a los vehículos que se aproximan por la Autovía del Noroeste pero también a los universitarios despistados que deambulan a sus pies. Tras diez años clausurado, languidece entre la vegetación a la espera de una función concreta.
Con forma de platillo volante y diseñado por el arquitecto Salvador Pérez Arroyo, se inauguró en 1992 como torre de iluminación y comunicaciones. Bajo el mandato del alcalde José María Álvarez del Manzano, el mirador se convirtió en símbolo de la capitalidad europea otorgada a Madrid ese mismo año. Pero tras el incendio del Windsor en 2005, el Ayuntamiento lo puso en el punto de mira y lo cerró porque incumplía las normas de seguridad y accesibilidad previstas.
Ya con Alberto Ruiz-Gallardón en la alcaldía, se realizaron hasta junio de 2012 obras de acondicionamiento y rehabilitación de la construcción, con las que se pretendía adaptar el faro para usos y actividades turísticas. Con una inversión total de 7,5 millones de euros según el Partido Popular —que, en cambio, el PSOE tasa en 9,5—, se finalizaron las reformas de la infraestructura, pero el faro permaneció a la deriva, como esos barcos a los que, en una ciudad interior, era incapaz de guiar.
Tres años más tarde, la construcción más alta de Ciudad Universitaria está a punto de volver a funcionar. Ya lo hacen sus luces desde la última semana de enero, según un trabajador de la zona, aunque con apenas quince días de vida ya hay siete focos que no funcionan. El platillo volante, por la noche, luce una sonrisa desdentada.
Con un aire renovado, el 23 de febrero recuperará parte del valor que una vez se previó para esta estructura metálica. La actual alcaldesa de Madrid, Ana Botella, inaugura este lunes un faro que de momento ilumina, pero sin saber todavía bien para qué.
Una década cerrado
«Hace más o menos tres años se puso también un ascensor nuevo, y recuerdo que me dijeron los mecánicos: “Yo me bajo por el otro”. Normal, han colocado un ascensor de interior al aire libre, y la lluvia y el viento lo corroen. No me quiero imaginar qué será de él cuando se le den un par de usos», comentan fuentes cercanas a la infraestructura. «Mucho esfuerzo, empeño y dinero para nada. Han puesto un parche y va a durar lo que un chupa chups en un colegio: nada».
El mirador se alza sobre una parcela perteneciente a la Universidad Complutense de Madrid (UCM), con la que el Consistorio debe suscribir un convenio para que finalmente pueda volver a iluminar la zona. «Aún no se ha hecho. Probablemente se firmará a finales de esta semana o la próxima. Yo creo que se ha tardado tanto porque el Ayuntamiento estaba haciendo un cambio de gestión a través de Madrid Destino», asegura Alicia desde el Gabinete de Prensa de la UCM. Mediante este acuerdo, la Complutense aceptaría la concesión de la superficie donde se ubica el Faro de Moncloa durante 75 años a cambio de 80.000 euros anuales.
Madrid Destino es la empresa municipal creada para gestionar directamente el faro y depende del Área de Gobierno de Las Artes, Deporte y Turismo, a cuyo frente se encuentra Pedro Corral. Durante una comisión de la Consejería el pasado 13 de febrero definió el proyecto como una vía para «dar a los madrileños un recurso turístico absolutamente atractivo», aunque comunicó la necesidad de Madrid Destino de «acometer una inversión inicial de 350.000 euros más».
Desde el Ayuntamiento prevén su reapertura al público para finales de marzo. Entre los servicios que se pretenden ofrecer, Corral destaca «un puesto de información turística, mostradores de atención al público en el vestíbulo de acceso —donde se venderán los tiques de entrada— y visitas guiadas al mirador». Desde éste, los usuarios podrán disfrutar de vistas de 360 grados en torno a la ciudad. Además, se contempla integrar en un futuro una cafetería y una terraza exterior, así como la posible cesión de espacios de las zonas verdes que lo rodean para celebrar eventos.
Una polémica reapertura
La edil socialista, Ana García D’Atri, se muestra favorable a la inminente reapertura, «porque la inversión es pública». No obstante, critica los precios contemplados por el Consistorio. Los populares han fijado en 1,5 euros el coste de la entrada reducida al mirador, pero el PSOE reclama «gratuidad para parados, personas sin prestación y mayores de 65 años». Recuerda que desde el partido socialista ya reprocharon en 2014 los anuncios con los que el Ayuntamiento de Madrid promocionaba la visita turística del mirador, a pesar de que éste permanecía cerrado. «El faro es un proyecto que para el Partido Popular es emblemático, concebido con la idea de capitalidad cultural, y si no lo consiguen ilustraría su fracaso. Las elecciones se acercan y de ahí las prisas ahora, después de tres años… Esta reapertura tan solo es una foto», sostiene D’Atri.
Durante la comisión del 13 de febrero, Milagros Hernández, concejal de Izquierda Unida, reprochó a Pedro Corral que el edificio «ha permanecido más tiempo cerrado que abierto». Criticó también que el gobierno municipal ha decidido abrir el mirador «para poner un nuevo escaparate electoral que volverá a cerrar en julio».
«Distintos promotores han venido a Madrid ofreciendo muchísimas norias y torres, pero nosotros nos hemos quedado con la idea de que era mejor abrir lo que tenemos construido», insistió el delegado del Área de Las Artes ante los ataques de la oposición. Aprovechó su comparecencia para justificar la inminente reapertura por las dificultades a las que el Ayuntamiento se vio sometido tras «afrontar una crisis económica que no produjo el Partido Popular».
Sin mar pero en medio de una inevitable corriente de polémicas, el Faro de Moncloa volverá a funcionar en un mes. Tras una década cerrado, sus focos ahora no solo reciben a los automóviles que llegan a la capital de España, sino que sirven también para iluminar su ubicación: una zona para muchos olvidada que desde el Ayuntamiento pretenden dinamizar. Tras años deteriorada, pocos turistas se acordaban de que entre Moncloa y el Museo de América, siguiendo el sendero dibujado por las vías del extinto tranvía, existía un faro. Un faro que, durante el día servirá para contemplar la ciudad, y cuando el sol se ponga, a falta de barcos, guiará a los jóvenes que deambulan por la zona, intentando evitar que se ahoguen no en el mar, sino en la noche.