Devoción al Mediterráneo a través del culto al arte
Culto a la luz, al color, a la espontaneidad y la imperfección. Al disparate y a la ironía artística. El carácter de la Galería Rafael Pérez Hernando (RPH) está impreso en sus paredes con dos líneas bien marcadas: una alocada creatividad de artistas jóvenes y otra más clásica y geométrica que equilibra la balanza.
Enfundado en un elegante traje gris, con una corbata de cuadros escoceses y gafas juveniles de pasta roja Valentino, Rafael Pérez Hernando saluda apretando suavemente la mano.
—¿Te quieres sentar?
Y, sin esperar respuesta, cambia de parecer:
—Mejor vemos la galería primero. Mientras camino soy más elocuente.
Los techos de la galería son altos y la luz matinal entra por los ventanales que dan a la céntrica Calle Orellana. Las paredes desnudas oxigenan el espacio diáfano y ceden el protagonismo a las pocas obras que hay colgadas. La exposición EntreVías de la artista madrileña Ofelia García alberga fotografías intervenidas manual y digitalmente. Destaca su estructura geométrica ortogonal y una escala luz-penumbra-oscuridad representada tanto en blanco y negro como en color.
—Esta es la parte clásica, pero también necesito mi dosis de «droga dura»—, explica el dueño de la galería, con una mueca traviesa, mientras se dirige a «la cripta».
Descendemos por unas escaleras de caracol, la temperatura disminuye ligeramente y cuando los ojos se adaptan a la luz, la Hula Ground de Laura Ramis invade cada rincón de la sala. Se trata de serpientes de plástico multicolores entrelazadas, formadas por pelotas, aros y tapones. Una obra que recuerda a los parques recreativos infantiles.
La magia del Mediterráneo
Para cualquier galería española, ARCO Madrid es una fecha marcada a fuego en el calendario. 2015 es el primer año que la Galería Rafael Pérez Hernando va a participar. Durante estos días trabaja a contrarreloj para cerrar la selección de obras que va a llevar a la feria que se celebra del 25 de febrero al 1 de marzo. Estará presente el trabajo de los dos artistas que mejor representan a la galería: el barcelonés Joan Hernández Pijuan y el italiano Giorgio Griffa.
—Al mar Mediterráneo, nexo de unión de los colores y signos, con los ritmos casi infinitos, de Giorgio Griffa y a su vez, cómo no, con los surcos de Joan Hernández Pijuán—, lee en voz alta la dedicación que escribió en el decálogo Post Scriptum de Giorgo Griffa.
El pintor Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931- 2005) marca la historia de la galería, que se inauguró hace diez años con su obra. Pijuan hace de la simplicidad el elemento plástico más destacado y aborda el espacio de un modo casi esencialista. Su arte trata, en palabras de Pérez Hernando, de «una historia de amanecer y atardecer, de invierno y de verano, de luces y de sombras, de frío y de calor, en dos palabras: de olor a paja seca, y también a tierra, tal vez mojada… Nunca a mar».
Emocionado, el galerista cuenta que tan solo un año después de la inauguración el artista catalán murió por un cáncer de pulmón. Su desaparición fue un golpe duro y los siguientes años transcurrieron en una búsqueda paciente hasta que en una visita a la feria Art Cologne, en Alemania, un flechazo le devolvió la ilusión.
Giorgio Griffa fue el gran descubrimiento, la magia del mar Mediterráneo. Desde 2010 luchan juntos por mostrar su filosofía a través de las pequeñas obras sencillas de los años 70 y 80. Este pintor, filósofo y «sabio místico», nació en Turín en 1936 y defendió con ahínco el movimiento italiano Pittura-Pittura o Pintura Analítica. Un grupo de artistas mantuvieron a ultranza que la pintura no puede olvidar sus miles de años de historia. Surgió una corriente minimalista, monocroma y con gestos repetidos. Empezó a finales de los 50 en EE.UU. con Frank Stella; continuó en los 60 y 70 en Francia con el movimiento support-surface; en Alemania con Ulrich Erben y en Italia con Marco Gastini, Claudio Verna y el propio Griffa.
Los dos artistas serán claves en la Feria de ARCO, afirma Pérez Hernando. Son pintores consagrados en Europa y el evento de arte contemponáneo de Madrid será la oportunidad ideal para dinamizar sus trabajos. El estand (50m) reunirá un importante conjunto de obras de Griffa fechadas entre 1968 y los primeros 70, en su mayoría de pequeño formato. Sus pinturas cumplen dos condiciones: los rasgos nunca llenan por completo la superficie, son «obras permanentemente inacabadas», y sustentan su existencia en el ritmo y la cadencia.
Ser galerista es vocacional, tanto «como ser cura o monja», defiende Rafael Pérez Hernando, frunciendo el ceño. Cuenta que hay personas que piensan que solo es un negocio y que todo se traduce en números. Él, sin embargo, dejó su carrera en un importante despacho de abogados para dedicarse al mundo del arte. Eligió ser mecenas, entregándose a su vocación, un trabajo que disfruta cada día y por el que se desvive, porque admite, «sin arte, no podría vivir».