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Del botellón a las jarras de cerveza por 1€

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Un joven fuma junto a los estragos causados por el botellón. Foto: I.Permuy

Cada fin de semana, cientos de jóvenes planean qué hacer con sus amigos. Generalmente, acabarán de fiesta en algún local de su ciudad, no sin antes haber tomado unas cervezas o unas copas. Pero lo que hace unos años se hubiera resuelto haciendo botellón en un parque o una plaza, ahora plantea varias alternativas: desde hacer botellón dentro de un local a ahorrarse el vaso y los hielos para esperar la llegada de los «lateros», que ofrecen latas de cerveza a un euro.

«Nosotros calculamos que en Madrid hay unos 150 lateros que venden unas 50.000 latas de cerveza cada fin de semana», asegura Vicente Pizcueta, de la Asocación de Empresarios de la Noche. Este fenómeno, asentado ya en las grandes ciudades, es un auténtico problema para los hosteleros. «Incluso dentro de los locales pueden verse latas de marcas que no venden los dueños», se queja Pizcueta, quien también apunta lo fácil que es verles vendiendo «en plena vía pública, incluso a menores».

También los vecinos de barrios como Malasaña se quejan del nuevo fenónemo. «Aquí he visto como se pegaban dos lateros, uno debía ser paquistaní y otro chino», se queja José M., «los chicos se sientan en la Plaza del Dos de Mayo y esperan, acaban rodeados de tres o cuatro lateros con los que regatean el precio». Los lateros parten de un precio de un euro por lata, pero algunos jóvenes consiguen bajarlo hasta la mitad. «A mí no me importa reconocer que sí que les compro», confiesa Rubén Revilla, estudiante de ADE quien asegura que «a final de mes no tengo para otra cosa».

Botellones «consentidos»

«A mí no me gusta hacer botellón porque ya no lo disfruto», confiesa una joven andaluza de veinte años. «Me paso todo el rato en tensión, esperando que venga la policía. Es una faena desperdicar el alcohol y la mezcla, es como tirar siete euros directamente a la basura», añade. Si además es multada, el botellón le habrá costado 600 euros más por consumir alcohol en la vía pública.

Sin embargo, algunos hosteleros ofrecen ya la opción de hacer botellón «indoor», es decir, dentro de los locales. Es el caso de Nacho, dueño de Campus, un bar situado en Ciudad Universitaria. «Lo pusimos en marcha hace medio año, y de momento la respuesta está siendo buena», explica. Los jóvenes pagan cuatro euros por entrar y meter su botella de alcohol, que entregan a los camareros. A cambio de un euro, obtienen vaso, hielo y refresco. Nacho cree que el éxito de su medida radica, paradójicamente, en hacer el botellón dentro de un local. «Tienen más sitio, seguridad, música, no se exponen a ser multados y además aseguran tener compañía de más chicos», sostiene. Además, ofrece la posibilidad que almacenar las botellas para otro fin de semana, lo que supone nuevamente un mayor ahorro para los chicos.

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Un policía municipal vigila a unos jóvenes de botellón en Plaza de España. Foto: I. Permuy

Pero hay quien ve matices en una práctica que parece chocar frontalmente con los principales atributos del botellón. «Los jóvenes van de botellón porque no les piden el carnet de identidad y pueden fumar libremente», argumenta Pizcueta, «pero eso no pasa dentro de un local con normas específicas, por eso muchos no renuncian a beber en la calle».

Los vecinos de las zonas de fiesta también se muestran recelosos ante esta nueva práctica. «Acaban igual en la calle bebiendo», se queja Juana Benito, vecina de Moncloa. «En teoría está prohibido que salgan de los locales con la copa en la mano, pero al final siempre ves a alguno con un vaso de plástico. Igual que sabes que algunos fuman dentro aunque esté prohibido».

El fenómeno «Low cost»

Otra de las opciones que cada vez aparecen más en las ciudades son los bares «low cost», que ofrecen desde cubos con cinco tercios de cerveza por cuatro euros a copas por cinco. «La cultura ‘‘low cost’’ ha llegado por la crisis, y claro que hace daño en la hostelería», incide Pizcueta, quien ataca el «mito» de las copas caras en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia. «Todo depende de la clientela y del día de la semana», explica, «cuando piensas en cuánto cuesta una consumición en una gran ciudad siempre te lanzas a los 12 euros que pueden pedirte en un local de moda. Pero lo normal es que la copa ronde los cinco o seis euros, y sin contar promociones».

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Un joven pasa frente a un local «lowcost». Foto: ABC

«La cartera no está para fiestas», bromea un grupo de estudiantes, sentados en una terraza de una conocida franquicia que ofrece cañas por menos de un euro. «A mí me gustaría más estar haciendo botellón en un parque a mi rollo, pero no nos dejan», sostiene uno de ellos. «Yo no puedo pagar dos euros por una caña ni diez por una copa. Para mí que existan este tipo de locales no es malo, supongo que los demás tendrán que adaptarse», añade otro de ellos.

Así, cada vez más jóvenes juegan con nuevos parámetro para consumir alcohol, que «no por ser más barato es de peor calidad», asegura el encargado de la franquicia. «Nosotros queremos beber y disfrutar, añade Lalo, «lo mejor era el botellón pero si no se puede… Algo habrá que inventarse».

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