Central Park como espejo para luchar contra la contaminación
El corazón de Nueva York necesita cirugía urgente. La contaminación que emite la selva de asfalto amenaza la estabilidad de Central Park, el parque urbano más conocido del mundo. Las alertas procedentes del Departamento de Salud exigían una respuesta contundente que no se hizo esperar. El alcalde de la urbe estadounidense, Bill de Blasio, prohibió el pasado verano el tránsito de vehículos en la mayor parte del parque. El objetivo era convertir la franja verde de Nueva York en un lugar «más seguro, más sano y más accesible» para los millones de personas que año tras año acuden «en masa» a visitarla. A 6.000 kilómetros de distancia, otro terreno forestal, la Casa de Campo de Madrid, padece la misma enfermedad. Y parece necesitar una intervención similar.
La Casa de Campo es el parque público más grande de la capital española. Sus más de 1.700 hectáreas de extensión albergan una exorbitante riqueza vegetal y animal. Pero al igual que Central Park, el retiro natural de Madrid tampoco permanece ajeno a la polución. El informe sobre la calidad del aire elaborado por «Ecologistas en acción» revela que el parque no superó el objetivo legal establecido para el ozono troposférico o «malo» entre 2010 y 2014. En algunas fechas, los valores registrados prácticamente doblaron los 120 microgramos por metro cúbico permitidos por la legislación europea. La mayor parte de estos residuos proceden de la combustión de los coches.
Esta es la razón principal por la que cada vez más asociaciones ecológicas claman por la prohibición total de la circulación de vehículos privados en el recinto del parque. La asociación «Salvemos la Casa de Campo» señala que el paso de 50.000 vehículos por la zona provocan un accidente cada 48 horas, además de ser un foco insostenible de contaminación del aire y acústica. En la web interactiva de la alcaldesa Manuela Carmena ya han aparecido varias peticiones que sugieren regular las zonas de parking y limitar su acceso al interior.
No es la primera vez que el Ayuntamiento madrileño se plantea alterar el paso de vehículos privados en el recinto. Con Alberto Ruiz-Gallardón en la alcaldía de Madrid, se cerró la carretera de Rodajos, –que atravesaba la Casa de Campo– a todos aquellos que no se dirigieran al parque de atracciones o al zoo. Cuatro años más tarde, en 2011, se prohibió rodear el lago durante la noche como una medida preventiva contra la prostitución. Por otra parte, se facilitó el acceso al parque de atracciones habilitando la doble dirección del tráfico en su carretera principal.
Sin embargo, no todos están a favor del cierre del tráfico. Muchos ciudadanos de los municipios colindantes se han visto afectados por la clausura de las carreteras que cruzaban el parque, y que utilizaban para trasladarse a la capital. Es el caso, por ejemplo, de algunos vecinos de Somosaguas, Pozuelo y Boadilla, que han protestado en reiteradas ocasiones por la implantación de dichas medidas.
Un riesgo para la ciudadanía
Las razones de los que piden cerrar el tráfico en el área de Casa de Campo no se limitan solo al ámbito medioambiental. El activista Juan García Vicente, de la plataforma «Salvemos Casa de Campo», afirma que los problemas generados por las avalanchas de coches en el interior del parque suponen un peligro real para los propios ciudadanos: «Nuestra petición viene dada por los problemas de seguridad que provoca la aglomeración en el parque de grandes cantidades de personas».
El flujo de visitantes, que en su mayoría llega en coche, se ve acrecentado con la celebración de eventos y atracciones, lo que conlleva «un nivel de carga que la seguridad del recinto no puede superar». Para García, la única solución pasa por limitar el acceso de vehículos «de una forma meditada» que garantice la protección de las personas.