Poesía y protesta: los colores más reivindicativos
Imagina tus calles, tu vecindario, el muro blanco que está al lado de la puerta del supermercado o el gris del puente por el que pasa el tren. Ahora, vuelve a imaginarlo todo y ponle color. Llena los muros de ideas. Ese es el objetivo con el que Acción Poética Retiro –inspirándose en el movimiento de Acción Poética en Latinoamérica– se lanzó hace tres años a la calle. En sus inicios buscaba embellecer el barrio, pero con el paso del tiempo se ha convertido en un acto reivindicativo.
No parecen –ni son— vándalos, a pesar de los prejuicios que suscitan. Madrilánea se ha sentado con ellos alrededor de una mesa y aunque es difícil establecer una edad media, sí se puede decir que son más maduros de lo que uno se espera. Todos tienen claro, y así lo entienden, que pintar las calles conlleva un riesgo porque es ilegal. «Es un acto de desobediencia civil, sí. Claro que hemos corrido delante de la policía o nos han multado, pero creemos que los vecinos pueden decorar y formar parte activa de sus barrios», explica Pol. «Esto es un movimiento autogestionado y es algo que dejamos claro desde el primer momento. Entrar a formar parte de este colectivo implica asumir, de forma automática, las posibles represalias», apunta Luis.
A sus miembros se les hace difícil especificar cuántas personas dejan su imaginación en el proyecto. «A veces somos seis, a veces llegamos a ser trece», cuenta Anya. En la mesa se pueden ver caras con ojeras y manos ajadas, se puede escuchar sus risas al hablar de sus hazañas o de su vida diaria. Mirando a Anya, Pol, Sara, Luis, Rafa y Jose –todos nombres ficticios para salvaguardar la privacidad de los entrevistados– uno ve a un vecino más. Sus trabajos, en la mayoría de los casos lejos del mundo del arte, poco tienen que ver con lo que algunas noches hacen. «Con nocturnidad y alevosía», reconoce Jose.
Autogestionado en la financiación y en las propuestas
Cualquiera de los miembros puede proponer un proyecto, cualquier idea es válida y siempre que sea factible, se hace. «Ya no es solo una frase en un muro, ahora incluimos otros elementos que llamen la atención y que emocionen, que toquen algo dentro de la gente», explica Luis. En cuanto a los fondos para la compra de material todo sale «del bolsillo» de los miembros del colectivo. Cada uno aporta una parte y entre todos se hacen con lo necesario. Tampoco rechazan reutilizar recursos, sobre todo a la hora de crear las estructuras físicas y soportes que necesitan para hacer las piezas en las paredes.
La forma de elegir los espacios es sencilla: «Buscamos espacios vacíos, solares, infraestructuras, muros o paredes que no sean de nadie, de ningún particular, para no molestar», contestan todos con contundencia.
De la lírica de Benedetti a la reivindicación social
Anya, una mujer rusa de la que sus compañeros dicen que es «más madrileña que cualquiera de ellos», lanza una reflexión: «¿Por qué solo podemos ver publicidad en las vallas y en las calles?». Una de sus piezas —una especie de cartel publicitario colocado en la marquesina del autobús que hacía alusión a un partido político— ha llegado a salir en los medios de comunicación. Si se les pregunta a cualquiera de ellos por su pieza preferida o por la que más les ha costado coinciden en nombrar las mismas.
La primera se trata de un mural situado en las escaleras de un parque del barrio donde se podían leer los versos de un poema de Mario Benedetti. «Ha sido el que más horas tardamos en hacer, también fue el primero, y la sensación al mirarlo era de orgullo. Estuvo bastante tiempo, y estaba claro que los vecinos disfrutaban de él. Sin duda ha sido el que más nos ha dolido que quitaran», apuntan.
La segunda pieza que recuerdan fue una imagen llena de recursos materiales: una pieza en las vallas del Parque del Retiro –que apenas duró seis horas en la calle– que imitaba el salto de inmigrantes en la valla que separa a Europa de África. «Otra de las piezas a la que más cariño tenemos son las pizarras que colocamos en todo el distrito para que la gente escribiera lo que quisiese. La idea era darle la palabra a la gente, permitir que los vecinos participaran. Esta es verdad que tenía mucha intención porque se colocó al tiempo que se puso en marcha la Ley Mordaza».
Tras el parón a causa del verano comienzan a preparar nuevos proyectos, o a terminar los que tenían pendientes como, por ejemplo, el mural del huerto vecinal del Centro Social Seco. Con parón o sin él, las mentes que hay detrás del proyecto planean seguir actuando para demostrar que «debajo de tanto gris, vive un barrio de colores».
Pingback: Los nuevos poetas del Retiro – Comunicados de Prensa