Una ciudad llena de ficción
Autores: Esther Blanco / Gema Conty
Las series presentan un universo imaginario en el que, a veces, el espectador encuentra rincones de su vida cotidiana. Así, una noche cualquiera, uno puede ver en la pequeña pantalla el colegio de sus hijos, el parque por el que pasea o la iglesia donde se casó. Y es que no son pocas las series que deciden lanzarse a la aventura de rodar en la capital.
Los Serrano fue una de estas series. A lo largo de sus ocho temporadas están muy presentes los barrios de Chamberí y Retiro. El centro educativo en el que transcurren casi todas las escenas es el Colegio Rufino Blanco en la calle José Abascal. Las iglesias también tienen mucha importancia en sus tramas y para las dos bodas de la ficción se escogieron la Parroquia de San Fermín de los Navarros, en la calle Eduardo Dato, que acogió la boda de Lucía y Diego, y el monasterio de San Jerónimo el Real la de Eva y Marcos. Más conocido como Los Jerónimos, este es uno de los grandes monasterios de la ciudad. Situado detrás del Museo del Prado, en la calle de Moreto, su estilo clásico rompe con la arquitectura de los edificios de viviendas con los que colinda y con la tímida altura que, a su lado, poseen el resto de estructuras. Jerónimo el Real forma parte de ese Madrid refinado, con grandes fachadas de hoteles o edificios antiguos casi señoriales que definen el Madrid más castizo.
El Instituto Isabel la Católica, en la calle Alfonso XII, también es otro emplazamiento habitual de la televisión. Su edificio histórico, cuyas torres se pueden ver desde el interior del Parque del Retiro, fue construido en 1929 en el Cerrillo de San Blas y ¡todavía sigue en pie! Sus muros han servido para rodar desde campañas de la DGT a anuncios de videojuegos infantiles y, por supuesto, series. «Los hombres de Paco» fue una de las ficciones que usó el centro como escenario.
«Un día salimos al recreo y, de repente, el patio estaba lleno de furgonetas y cámaras. Las chicas no dejaban de gritar que venía Mario Casas y los chicos se acercaban curiosos, casi como si no fuera con ellos. Fue una revolución. Recuerdo que la gente se organizó para ver la emisión del capítulo… Alguno llegó a poner su casa para que fuera su grupo de amigos», recuerda Elena, antigua alumna del centro. «El tuenti –la red social del momento– se llenó de fotos con el equipo de actores o de comentarios en los que se hablaba del capítulo. Normalmente, los rodajes nos pillaban fuera del horario lectivo porque grababan por las tardes cuando no había nadie en el centro, o los fines de semana. Sin embargo, hubo una época en la que era habitual ver anuncios en televisión y ver que el edificio E estaba ahí. Era raro verlo en la televisión después de estar todo el día dando clase en él», cuenta.
Burocracia y decisiones
Son los equipos de producción los que han hecho que las calles de Madrid sean, actualmente, escenario de series. «La selección de los exteriores es un proceso muy largo que comienza cuando se lee el guión», explica Rubén Cáceres productor de Águila Roja. Hacen falta numerosos permisos que «cambian según hablemos de un espacio público o privado». Para un espacio público en Madrid se necesita un permiso de rodaje y, además, uno de aparcamientos de unidades de rodaje, en los parques hay que hacerlo con una semana de antelación y señalizar la zona 48 horas antes.
Por el contrario, para espacios privados lo importante es saber negociar con el dueño. Este no es el único inconveniente ya que en ocasiones hasta «medio ambiente tiene que autorizar la grabación». Por ejemplo en Águila Roja, tal y como cuenta Rubén, el Seprona estuvo a punto de paralizar un rodaje porque a menos de un kilómetro de distancia se encontraba un nido de águila imperial en época de cría, aunque al final todo quedó en una anécdota.