Sean bienvenidos a la casa de los poetas
Todos los martes en el bar Los Diablos Azules, jóvenes y no tan jóvenes se reúnen para homenajear el arte de hacer poesía. Hombres y mujeres se turnan para subir al escenario y compartir con el resto de asistentes sus poemas. Cualquiera que desee hacerlo puede apuntarse en la lista de espera, sacar papel y lápiz, y dar rienda suelta a su imaginación. Solo hay una norma: la primera lectura debe contener un leitmotiv común. El de esta semana, «Yo no quiero ser un pronombre», lo anunció con ánimo la speaker de la velada, María Helena del Pino.
Daniel Romero
Los Diablos Azules echa el cierre a finales de mes. Daniel Romero es poeta, admirador de Rubén Darío, y uno de los clásicos de este local. Cuando sube al escenario arranca los aplausos del público, que espera impaciente su espectáculo: recita de memoria. Su poesía habla de todo no se limita solo a temas amorosos, porque, como él dice, «se puede hacer poesía de la política y hasta de la actualización del Windows». Destaca el buen momento que vive la lírica española porque «está de moda» y cuenta con poetas de la talla de Luis García Montero o Carlos Salem, entre otros. Sobre el debate de si la poesía debe rimar o no, señala que lo importante es transmitir, aunque destaca que él prefiere «un buen poema sin rima que uno malo con rima». Sin embargo, reconoce que la rima suena mejor pero está gastada. Daniel ofrece sus poesías en el blog Discurso a los Diablos, y anima a todos los poetas a seguir hablando de la realidad y trasladar su manejo del lenguaje a través de las redes sociales, a su juicio el soporte de la poesía del futuro.
Esta semana Daniel deleitó al foro de Los Diablos Azules con un poema dedicado a Pedro Sánchez:
PERICIA
El maestro relojero,
orgulloso y señero,
se dispone a dar cuerda
a derecha e izquierda.
Con precisión extrema
y sin mayor problema
ajustará las piezas,
arreglará cabezas
para que unidas piensen,
para que no lo embistan,
para que sí lo invistan
y loado lo inciensen.
Lo tiene complicado
el bravo diputado,
pues quieren que fracase
de la cima a la base,
no solo los contrarios,
que lo normal sería;
también sus partidarios
le profesan manía.
Por ello, si consigue
remover los obstáculos
y alzarse a los cenáculos
del poder y la gloria,
sabed que lo persigue
su lugar en la historia.
Ernesto Castillo Aranburu
«Vivía en un barrio bohemio de Lima lleno de músicos, artistas, poetas y locos, y aprendí a escribir gracias a Óscar Sanz, que era todo lo anterior. Un día, me dio una hoja y me pidió que escribiera lo primero que me viniera a la cabeza. Cuando le devolví la hoja me dijo: ¿de dónde lo has copiado?». Hace veinticinco años, Ernesto Castillo Aranburu cambió Perú por Madrid. Se declara poeta de nacimiento, aunque la primera vez que escribió tenía catorce años, y acude a leer su poesía a Los Diablos Azules desde hace solo tres meses, uno después de financiar la edición de su libro: Mundos extraños. «Quiero escribir los versos más tristes esta noche», es su verso favorito de su poeta predilecto: Pablo Neruda. De hecho, confiesa que su libro debería haberse llamado «sesenta poemas de amor y una canción desesperada, en honor a los veinte que escribió Neruda». De conversación tranquila y gesto pausado, llama la atención la energía con la que interpreta sus textos. Pasión, sentimiento y emoción a raudales ofrece desde el atril, haciendo gala de las cualidades que para él debe tener un buen poeta. Cuenta que la empatía es imprescindible a la hora de escribir, pues los poetas deben ser capaces de ver donde otros no ven y así poder transmitir sentimientos tan abstractos como el amor, la alegría o el sufrimiento.
Paula Bozalongo
La granadina Paula Bozalongo, de 25 años, estudia arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid y es una aficionada a la poesía desde que era niña. Su padre, Javier Bozalongo, un poeta, editor y fundador de la editorial Valparaíso Ediciones, fue quien le inculcó la pasión por la poesía.
Consiguió publicar su primer antología de poesía, «Diciembre y nos besamos», tras ganar el XXXIX Premio de Poesía Hiperión el 20 de marzo de 2014. «La poesía es poner palabras a un contexto; es nueva manera de mirar la realidad que me rodea», comenta Paula.
Cuando llegó a Madrid para retomar sus estudios de arquitectura, Paula decidió ir al bar del que tanto había oído hablar. Allí se encontró a Lena Demartini, una de las socias de «Diablos Azules», a quien ya había conocido en una de las ediciones del Festival Internacional de Poesía de Granada, justo el año en el que le otorgaron el Premio Nobel a Vargas Llosa, al que representaba Lena.
Desde el primer momento, Bozalongo se sintió cómoda y empezó a acudir de manera habitual. «Encontré una casa en este bar literario, un lugar de referencia donde poder juntarme con otras personas con las mismas inquietudes que yo».
A LA IZQUIERDA DEL TIEMPO
Son números reales
los días que queremos olvidar
aunque estén escondidos
a la izquierda del tiempo.
Ya todo lo que tienes
te recuerda a un instante
que quisiste dejar en el vacío
para que se volcara
sin demasiado empeño.
Todo a tu alrededor ha venido contigo.
Inmóviles, callados, sin aliento,
los únicos testigos
te acusan a diario de impaciencia,
de no haberlo intentado lo bastante.
Todo se ensucia aquí.
En esta habitación
que ha cambiado mil veces de apariencia
siempre vuelve el desorden:
la lámpara, los libros,
las sábanas, la ropa.
Todos están de acuerdo en que vuelva el desastre.
Yo no quise quedarme sin todo lo que tengo
para empezar de cero.
Cero de todo es nada.
Para contarte lunes a distancia,
por celebrar las nuevas tradiciones que nos salven
de lo que ya no existe,
y levantar un puente
donde nunca hubo agua
sin mirar hacia abajo.
Yo he nacido en el agua de este río,
todo lo que conservo
se oxidó en este cauce,
todo lo que perdí
lo arrastraron las aguas del deshielo,
y lo poco que quede
me espera en un meandro.
No hay cambios de sentido que no vuelvan atrás,
no puedes empezar de cero desde ayer.
Han llegado los días
de los sueños sencillos.
Autores: Gema Conty/José Luis Espinosa