Cleopatra remonta el Nilo hasta el Canal de Isabel II

Es una de las figuras más populares de la Historia. Fue una mujer culta y con varios atractivos; una amante de los cosméticos, que vivió intensamente en los ajetreados tiempos que precedieron al Imperio Romano. Nacida en Alejandría en el 69 a.C., Cleopatra fue la reina más joven y la última que alcanzó el poder en el actual Egipto. «Fue la primera celebridad del mundo», dice el prestigioso crítico y teórico literario estadounidense Harold Boom. Su biografía siempre ha divagado entre el mito y la realidad.

El centro de exposiciones de arte del Canal de Isabel II acoge desde el pasado diciembre la exposición «Cleopatra y la fascinación de Egipto», donde se muestran los vestigios de la cultura egipcia: esculturas, joyas, vestidos, obras de arte, tesoros… más de 400 piezas que están expuestas tanto físicamente como mediante proyecciones audiovisuales en grandes pantallas.

La exposición se divide en siete zonas, que explican cronológicamente la historia del ascenso de Cleopatra VII al poder  y su posterior declive. Al atravesar la entrada de la muestra, nos hayamos ante la ribera del Nilo. Hace 5.000 años se originó esta cultura,  una de las más antiguas de la humanidad. La puerta del templo egipcio de Dendera –una reproducción– marca el inicio de una aventura con más de tres milenios de esplendor y decadencia, que contó con las aguas del Nilo como testigo privilegiado.

Continuando el paseo por las instalaciones del Canal, nos encontramos con el inicio de la dinastía Ptolemaica. Veinte años después de morir Alejandro Magno, el general  Ptolomeo I Soter, que gobernaba Egipto, se declara independiente del imperio formado por el rey macedonio. Este inició en el año 305 a.C. una dinastía que duraría hasta el 30 a.C., cuya capital se asentaba en Alejandría, que fue creada para ser una gran metrópolis a orillas del Nilo.

Cleopatra VII fue la última reina del Egipto ptolemaico. Muchos mitos y pocas certezas existen acerca de esta época. Con unas dotes de atracción descomunales, se cuenta que era una seductora insaciable que hacía que los hombres perdieran la cabeza. También se dice que fue una experta en estrategia y consiguió frenar las ambiciones del Imperio Romano. Además, sus relaciones con Julio César y Marco Antonio han inspirado posteriormente a innumerables pintores, escritores, escultores y cineastas para realizar obras acerca de su apasionante vida. Su muerte está muy mitificada y, en palabras de una guía de la exposición, «hay muchas versiones sobre su muerte». Desde que falleció por el picotazo de una cobra, hasta que se quitó la vida intencionadamente. Lienzos, restos arqueológicos, esculturas o joyas son el camino  que enfrenta las diferentes perspectivas que existen sobre su figura. Unas piezas que intentan dar respuesta, entre otras cosas,  a la incógnita de si Cleopatra fue tan bella como la ha representado la historia.

La resurrección visual de Cleopatra

Cleopatra es uno de los personajes más recurrentes en las artes escénicas. Protagonista de óperas, ballets  y, sobre todo, de producciones cinematográficas y televisivas por su popularidad. En «Cleopatra y la fascinación de Egipto» están expuestos los diferentes trajes que han utilizado grandes estrellas del cine para emular a la monarca del Nilo.

La publicación de William Shakespeare, «Antonio y Cleopatra» es una fuente de inspiración para el guión de los posteriores filmes. Se cuenta por decenas los largometrajes dedicados exclusivamente a la historia de la última reina de Egipto. No obstante, «Cleopatra» dirigida en 1963 por Joseph L. Mankiewicz y protagonizada por Elizabeth Taylor, cuyo traje se expone en esta muestra, ha sido la película que más recorrido ha tenido. De hecho, la actuación de Taylor como Cleopatra y Richard Burton en el papel de Marco Antonio, hizo que fuera galardona con cuatro premios Óscar.

El templo del Debod, un presente generoso

España nunca había enviado ninguna expedición arqueológica a Egipto hasta la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, su participación en la campaña de la UNESCO, entre 1961 y 1966 para recuperar los monumentos sumergidos en la gran presa de Asuán, iba a ser recompensada a la postre. Las excavaciones y los estudios realizados por la misión española y dirigidos por el profesor Martín Almagro, trajeron consigo en 1968 la donación por parte del Gobierno egipcio del Templo de Debod. Este presente originario de Egipto, tiene más de 2200 años de antigüedad y fue inaugurado en 1972 tras dos años de reconstrucción, ya que algunas piedras se habían perdido por el camino. Actualmente, está ubicado al oeste de la Plaza de España, y es uno de los grandes tesoros que esconde el centro de Madrid.