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La silenciosa expansión del negocio chino

Establecimientos chinos en el barrio de Usera
Establecimientos chinos en el barrio de Usera

La comunidad china crece exponencialmente. Apenas hace treinta años que los chinos encarnaban el exotismo oriental, parecía que únicamente vivían en las pantallas de las salas de cine. Quién predeciría, durante los efervescentes años 80 que el censo capitalino sumaría a casi 50.000 ciudadanos de esta nacionalidad.

Llama la atención no sólo el aumento de su colectivo en términos numéricos, sino también la diversificación entre sectores de negocio, acostumbrados como estábamos a descubrir al chino tras el mostrador de un todo a cien que vende artículos de ferretería «low cost» o vendiendo bricks de leche y botellas de ron a deshora en modestas tiendas de alimentación.

Ahora el poder amarillo teje sus redes en sectores muy diferentes, podemos encontrárnoslos dentro del mercado inmobiliario, sacarnos el carnet en una autoescuela china, visitar librerías cuyos títulos nos ofrecen únicamente información en mandarín o cortarnos el pelo al estilo cantonés.

A pesar de la cotidianidad de la convivencia, la labor de destapar todos los velos de misterio que cubren al colectivo es ardua. Entre los ciudadanos españoles se multiplican las leyendas acerca de los chinos, su forma de vida, costumbres y la silenciosa manera en la que se establecen y se esfuman en nuestro entorno y, sobre todo, resulta extremadamente complicado conseguir información acerca de su situación en España y el estado de sus empresas.

La primera sorpresa fue la incongruencia y la opacidad de los mensajes cuando comenzamos a indagar en las razones por las que se está produciendo este fenómeno. Acudíamos a ciertos negocios un día preguntando en chino y, en ocasiones diferentes volvíamos a dirigirnos a los mismos interlocutores en castellano. Sorprendentemente, los mismos establecimientos nos daban informaciones opuestas.

Cuando nos dirigíamos a ellos en mandarín, confirmaban que las empresas provenían del continente asiático y que sus dueños eran chinos mientras que, cuando preguntábamos en español, insistían en el origen nacional tanto del negocio como de sus propietarios y justificaban la vertiente china con el aumento de la población y la búsqueda de nuevas posibilidades en este mercado.

Las diferentes autoescuelas afirman estar enfocadas a clientes de todas las nacionalidades y consideran necesario abrirse al mercado asiático, ya que la demanda crece día a día y la dificultad para estudiar los reglamentos de tráfico es mayor para los clientes extranjeros. El caso de China es especialmente conflictivo ya que su carné de conducir no es homologable y la dificultad para comunicarse en español es mayor, por lo que las empresas que se dicen españolas necesitan subcontratar personal chino.

Autoescuela en la calle Leganitos
Autoescuela en la calle Leganitos

En el caso de las inmobiliarias la cuestión es evidente, el crecimiento de la comunidad junto con el caramelo del interés del poderoso inversor chino.

En Madrid encontramos dos arterias elementales que parecen conectar la capital española con Pekín, para bucear por la primera de ellas no es necesario salir del centro. Podemos comenzar nuestra incursión en Plaza de España, donde encontraremos el subterráneo donde se halla el célebre “Chino más auténtico de Madrid” junto con diferentes establecimientos de artículos y curiosidades típicos de la zona, que en los últimos años se han convertido en fetiche de los madrileños y foráneos ávidos de orientalidad.

Debemos, a continuación, subir por la calle Leganitos donde los caracteres conforman un inmenso jeroglífico que descifraremos solamente a través de sus escaparates.

Llama la atención especialmente la acogedora librería Liang You, que alberga en sus estantes desde periódicos a bestsellers. Sus clientes son solamente chinos, pero cada vez nacen más españoles de origen chino que desean conocer su cultura y su lengua no sólo a través de complejos manuales, sino también mediante la literatura y la prensa.

Las puertas de la librería abrieron por primera vez hace ya 14 años, su propietaria confiesa que el negocio no era suyo antes, pero que durante los años que lleva regentando el local –no quiere contarnos cuántos- el número de negocios vecinos de su misma procedencia aumentó asombrosamente.

En la peluquería Tay Yang Feng tanto sus propietarios como la totalidad de sus trabajadores son chinos, sin embargo sus clientes provienen de nacionalidades diversas. Desde 2002 han sabido hacerse un hueco en el mercado español, han hecho frente a una crisis económica y sobreviven para recibir en perfecto castellano y con una sonrisa de oreja a oreja a todo aquel que desee ponerse en sus manos.

A lo largo de la calle Leganitos encontraremos también supermercados, tiendas de informática y locutorios en los que confiesan beneficiar con precios especiales a los ciudadanos chinos. A este respecto, contrastando la información con diversas fuentes, nos hemos encontrado con la curiosidad de que dentro de la comunidad china los precios especiales entre ellos son una costumbre muy común, como una especie de acuerdo tácito de respeto entre los miembros de esta gran familia.

Las peculiaridades del barrio de Usera son palpables, su particular «Chinatown» no está encerrada en el paréntesis de una calle sino que se extiende a todo el distrito. En él se puede conseguir todo tipo de artículos de consumo, desde alimentación a objetos de la vida cotidiana. Es el lugar a donde se desplazan los ciudadanos chinos cuando quieren sentirse “como en casa” y consumir productos tan exclusivos de su tierra como el «ching jiang tsai», una verdura que solamente crece en china y que aterriza exclusivamente en Usera.

Los restaurantes que apostaron por no perder su esencia compran en este barrio su género y consiguen sabores que no tienen nada que envidiar a los establecimientos de su tierra originaria.

Los gerentes del restaurante chino «Jin Jin» afirman elaborar todo a mano -incluso la pasta-, con ingredientes frescos que les envían unos proveedores que son parientes suyos y, cuando les urge algo, no dudan en acudir a Usera.

Pasta típica hecha a mano en el restaurante Jin Jin
Pasta típica hecha a mano en el restaurante «Jin Jin»

Los propietarios de este restaurante aseguran fidelizar al grueso de sus clientes por medio de la calidad de su comida y de sus precios competitivos: ningún plato supera el precio de 6 euros.

Se trata de un negocio familiar cuyos miembros han escogido Madrid por una cuestión más romántica que económica, uno de sus antepasados huyó de la guerra sino-japonesa para establecerse en Madrid y, que otro miembro de la estirpe volviese a la ciudad a reencontrarse con su pasado les resultó la forma más adecuada de buscar la buena suerte.

La conversación se alargó durante horas y encontramos la ocasión única de preguntar la duda universal «¿por qué solamente veis canales de televisión chinos si lleváis tantos años viviendo aquí?» La respuesta constituye una paradoja: en china existen multitud de canales de televisión, pero la información es de todo menos plural. El ciudadano consume información por afinidad a las políticas de un régimen que le ha llevado al exilio.

 

Raquel Fernández- Novoa Vaamonde

Carina Chia Pei Tu

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