Cuando los golpes no son lo que más duele
«No solo duelen los golpes» fue la primera frase que escuchó Pamela Palenciano (Andújar, 34 años) por parte de su psicóloga nada más entrar en su consulta, tres años después de dejar a Antonio, su novio durante seis. Hasta entonces nunca se había identificado como una mujer maltratada. «Estuve tres años sin querer relaciones, me daba miedo enamorarme», destaca. Además, asegura que la tenía «bloqueada» -su experiencia- hasta que un día a raíz de un portazo del novio de una compañera de piso, sufrió un shock con el que comenzó a relatar experiencias con su ex. Unas experiencias que ahora recuerda pensando que «las relaciones son para crecer. El amor suma y no resta. El amor, el de verdad, no duele».
Esa frase que le dijo su psicóloga ha evolucionado hasta convertirse en un monólogo donde, en primera persona, Palenciano habla de esta primera relación de pareja en la que sufrió violencia machista. «Con el tiempo me doy cuenta de que lo que me pasó a mí no fue porque tenía doce años y era de un pueblo de Jaén, sino porque existe una estructura social donde la mujer y el hombre somos educados en desigualdad desde muy niños, por lo que esta vivencia le pasa a muchas».
Cuando Palenciano se enamora de un chico de 14 años, «de la misma forma como se enamora cualquier niña», comienza a cambiar su forma de ser debido a las «sugerencias» de su pareja. Es más, su novio le decía que sus amigas le estaban metiendo pájaros en la cabeza o que llevaba la falda muy corta y sus amigos le miraban, entre muchas otras. Al salir definitivamente de la relación, fue cuando visualizó «todo el maltrato psicológico, físico e, incluso, sexual, que había sufrido y como, finalmente, lo dejo e intenta matarme». Palenciano afirma que este tipo de hombre, «que son más comunes de lo que creemos», se vuelven mucho más agresivos cuando la relación con él es desde hace mucho tiempo y le dices que «hasta aquí».
«¿Me vas a dejar? Te juro que te mato». Esa fue la primera amenaza que recibe de Antonio cuando Pamela decide estudiar Comunicación Audiovisual lejos de casa. Aunque lo que más recuerda no es que intentaran matarla, sino las secuencias psicológicas que le ha dejado esta etapa de su vida. De hecho, habla de una relación «muy angustiante» en la que pensaba que el verdadero problema de su situación era ella.
Debido a esto, a Palenciano se le ocurrió la idea de comenzar a contar su historia para que la situación que ella sufrió no le pase a los chavales de 13 y 14 años que todavía van al instituto. «Ese es mi público central, el de los institutos», subraya. Aunque primeramente comenzó con una exposición fotográfica porque «no podría hablar con soltura sobre el tema», después realizó un taller y, finalmente, terminó convirtiéndose en un monólogo. Un monólogo que ha cobrado una transcendencia muy importante gracias al tono de humor con el que lo realiza. De hecho, le gusta destacar que no está «satanizando a los hombres», ni tampoco «martirizando a las mujeres», sino que le gusta destacar que «no somos iguales porque estamos jodidos los hombres y asfixiadas las mujeres».
- ¿Cree que el humor es la mejor herramienta para tratar un tema tan serio?
Sí, parece mentira, pero sí. Antes lo hacía desde el drama, pero la gente me acababa juzgando a mí porque creían que era una niña pequeña que vivía en un pueblo pequeño. Sin embargo, cuando utilizo el humor y comienzo a analizar la estructura, ahí la gente comienza a entenderlo. Pero también hay momentos más tensos y otros de reflexión.
- ¿A qué se refiere con estructura?
Se trata de un diálogo con el público en el que, además, represento escenas en las que se ve a Antonio -su ex pareja- y a mí, pero antes de eso hay un prólogo donde analizo la estructura patriarcal y hablo de los cuentos, de cómo nos dicen cómo ser mujeres y a los hombres cómo ser hombres. También hablo de películas como «Crepúsculo» y «50 sombras de grey», entre otras, y analizo ese modelo de amor. Tras esto, comienzo a contar mi historia.
- ¿Qué opinión le merece el término micromachismo?
El micromachismo es una palabra que se inventó Luis Bonino, quien comenzó a llamárselo a las cosas cotidianas, como un silencio o no colaborar en casa, por ejemplo. Sin embargo, yo a una cosa que te hace mucho daño, no le puedo llamar micro, yo le llamo machismo cotidiano. Pero es algo que tenemos normalizado en nosotras, como cuando te dices: «Yo por esta calle oscura no me meto porque si me sale un tío, mejor me voy por otro lado».
- Y eso no debería ser así.
No, no es normal. ¿Y qué hacemos? Tendríamos que educar a los hombres para que no nos dieran miedo. En lugar de enseñar a las niñas para que nos pongamos pantalón debajo de la falda cuando somos pequeñas, educar a los niños para que no jueguen a bajarles la falda a las niñas. Yo tengo un niño pequeño y eso intento a diario.
- ¿Diría que esta sociedad ha avanzado en lo que al tema de igualdad se refiere?
Hay una idea de igualdad que no es real. Sí que hay muchas leyes y mucha política que están tratando este tema, pero no hay una realidad de equidad. Porque, además, yo no quiero igualdad, quiero equidad. A mí eso de que seamos iguales hombres y mujeres no me gusta.
- ¿Considera que hay mujeres que se aprovechan del término igualdad?
Ahora mismo vamos a denunciar a una plataforma que perpetúa ese discurso, el de que cada vez que una mujer denuncia, lo hace de una manera falsa. Desde el Consejo de Poder Judicial se dice que hay un 0.01% de denuncias falsas, y ese porcentaje son las mujeres que retiran la denuncia por miedo. Muchas mujeres la interponen, pero cuando comienzan a ver todas las trabas que se les ponen, la retiran. Y ahí es cuando la consideran como falsa. Se preguntan: «¿Qué pasa, que estás reculando?». No, lo que tengo es miedo.
- En una noticia de junio de este año, por ejemplo, se decía que más de 600 chicas de entre 14 y 17 años están siendo protegidas por la policía para evitar el acoso o la violencia.
Es una cantidad muy grande, pero yo creo que la noticia es poner a las chicas. Es decir, por qué no cambiamos la forma de ver esto y decimos: «Hay más de 600 niños u hombres que acosan a sus mujeres». Siempre ponemos la mirada en nosotras, en victimizarnos, hacernos responsables de lo que pasa, etc. «Una mujer muere a manos de su pareja». Es que una mujer no ha muerto, ¡la han matado! Ponme al sujeto responsable, un hombre mata a su pareja.
- ¿A qué cree que es debido que a edades tan tempranas ya pasen esas cosas?
Básicamente porque, hoy en día, las niñas hablan del tema antes. Ahora es más común tener novio a una edad temprana, al igual que, como la propia tecnología, avanzamos más rápido. Hay relaciones formales más rápido. Es más, porque las niñas ahora denuncian. En mi época y de mi madre, esto era fatal. Todos los trapos sucios se quedaban en casa y como ahora lo exteriorizamos y denunciamos, hay un escándalo público y nos sorprende. De hecho, considero que las niñas están ‘hipertextualizadas’ desde muy pequeñas con videoclips y películas que las animan a tener novio desde los 10 años así que, ¿de qué nos asustamos?
- ¿Habría alguna solución posible?
Creo que una posible solución sería una alianza entre educación, medios de comunicación, religión, cultura y demás organismos. Si todos los sistemas nos aliáramos para acabar con la violencia, la violencia acabaría. Pero eso significaría acabar con el sistema y no es viable. Por eso yo intento aportar mi granito de arena y si todo el mundo aportara el suyo, este mundo cambiaría. De hecho, menos mal que cada vez hay más gente que se compromete, aunque me moriré y, quizás, veré un avance, pero no el cambio completo.
- ¿Cuál dirías que es tu granito de arena?
Como no quiero que le vuelva a pasar esto a nadie más, intento concienciar a, por ejemplo, un grupo de 100 chavales de un instituto, y si puedo cambiar el pensamiento de tres, me es suficiente. Además, recibo muchos mensajes por internet, casi a diario, de muchos niños y niñas que quieren compartir conmigo su situación y cambiar. Eso es muy positivo.
- ¿Hay algún mensaje que realmente le haya impactado?
Lo único que podría decir que me impacta más es que con 15 años se den cuenta de lo que les está pasando y me digo: «Hija mía, que suerte has tenido que lo has visto». Lo peor es que hay gente con 40 años que todavía se da cuenta ahora y ya no se puede cambiar. Aunque nunca creo que sea tarde para vivir algo distinto.