La Lotería está de suerte en Alcorcón
Explosiones de alegría extrema. Lágrimas rebosantes de la felicidad más absoluta. Teléfonos que no dejan de sonar. Botellas de champán que se descorchan en medio de abrazos, gritos, bailes y besos. Familias que respiran aliviadas, porque salen de la crisis, porque cierran el grifo de sus deudas gracias a cinco números que han decidido que sus vidas cambien por completo. Sueños que aunque suene a tópico, se cumplen.
Puede parecer un cuento de hadas, pero es la realidad que se lleva viviendo los últimos años cada 22 de diciembre y 6 de enero en el barrio de Timanfaya en Alcorcón, y más concretamente en los alrededores de la administración de Lotería «Valderas», la número 18 de la ciudad, situada en la Calle Ministro Fernández Ordóñez.
Su dueña, Beatriz Rubia, lleva nada menos que cuatro años entregando premios de manera consecutiva. En 2012 dio el segundo premio en la del Niño y un quinto en la de Navidad. Al año siguiente, el Gordo en la del Niño. Y los dos últimos, otros dos quintos premios en Navidad. Miles y miles de euros los que ha repartido en su administración. Tantos, que no es capaz de calcularlos.
La lotera siente auténtica devoción por su trabajo. «Mi pasión por la lotería me viene de toda la vida y me la inculcó mi padre», explica Beatriz a este medio. Su progenitor, Agustín, era muy conocido en el barrio de Valderas. Allí fundó junto a su mujer, que se llama también Beatriz, la administración número 8 en 1985, de nombre «La Mexicana». Desde el principio se vio que no sería una más. «En los años noventa, mis padres dieron un premio de diez mil millones de pesetas. Fue algo sonadísimo, un pelotazo. Y a raíz de ese momento, empezamos a dar muchos premios», explica.
Una familia con suerte
Diez años después, en 1995, fundaron la número 18. Querían que los dos establecimientos estuviesen juntos, pero la burocracia no lo permitió. Tuvieron que crearla a unas calles de distancia. La llamaron «Valderas». De su gestión se encarga ahora Beatriz. Su hermano, Agustín, regenta «La Mexicana», que en 2010 entregó el Gordo de la Lotería de Navidad. «Aquí en el barrio hemos dado muchísimos premios. Nos conocen de toda la vida. Empezaron mis padres y ahora seguimos nosotros», cuenta Beatriz. «Y después, vendrá mi hija», añade entre risas.
«Este año va a repartir el Gordo, estoy segura», revela una vecina habitual de la administración. «Yo no suelo jugar a la Lotería, pero aquí siempre compro. Viene mucha gente. Por algo será», explica otra. «Tenemos unas colas impresionantes», comenta la dueña. «Cada año alucino más. Este, no damos abasto desde finales de noviembre». «Es increíble la cantidad de gente que viene aquí a por su décimo», comenta un tercer vecino.
¿Cuál será el número agraciado este año? Beatriz se moja, aunque no del todo. «Tengo un número en mente en el que tengo mucha fe. Prefiero no decirlo, aunque creo que acabará en ocho y más concretamente en 18», matiza. «Me lo dice mi intuición. Es un número que ha dado bastantes premios, aunque siempre menores. Además, el ocho es el número de la suerte de una de las chicas que trabaja en mi administración y que este año se casó en día 8. Y nuestra administración es la 18. Son todo señales», explica con alegría.
«Doña Beíta»
En este sentido, lanza un reto al aire. «Si reparto el Gordo este año, le voy a cambiar el nombre a la administración y se va a pasar a llamar «Doña Beíta». Porque el ritmo que llevamos es tremendo y tenemos que hacerle la competencia a Doña Manolita», advierte sonriendo.
Con la llegada de los sorteos, el corazón de Beatriz comienza a acelerarse. «Estoy de los nervios desde hace semanas. Dar un premio es lo más grande, algo increíble. El año que hicimos «doblete» en la Lotería de Navidad y en la del Niño fue inolvidable. En aquel momento el país estaba sumido en una crisis tremenda. Ver esa felicidad en personas que se habían quedado en el paro, muchas de ellas del barrio y ya de una cierta edad… es algo increíble. Necesito repetirlo, tener esa sensación otra vez», relata Beatriz con sinceridad.
«Vivo en mis carnes mi trabajo al cien por cien. Me encanta estar aquí, en contacto con la gente», refiere la lotera, que también ha dado muchos premios de Primitiva y BonoLoto y que con la Lotería de Navidad ha vivido miles de anécdotas curiosas.
Cuestión de fortuna
«Hay un sinfín de historias de todo tipo. Por ejemplo, de gente que ve un número y no lo compra solo porque no le parece bonito, y después toca. Muchas personas buscan números bonitos, que es cierto que tocan más, pero también hay otros que no los son tanto pero luego son agraciados», aclara.
Anécdotas como una que tocó muy de cerca al que firma este tema. Uno de sus parientes fue a comprar Lotería a «La Mexicana» el año en que cayó el Gordo. Era el encargado de comprar toda la lotería de la empresa en la que trabaja. Tuvo en sus manos un número que decidió adquirir, pero al no quedar boletos suficientes, lo cambió por otro que variaba en la última cifra. El número en cuestión era el 79.250. Terminó cayendo. Tuvo el Gordo en sus manos y no lo compró por falta de décimos. Desde entonces, siempre dice que ya le tocó la lotería. Aunque, controversias del destino, finalmente no fuese así.
Hay lugares que parecen tocados por una varita y el local de Beatriz es uno de ellos. Aunque ella lo tiene claro: no es casualidad, es la figura de su padre que les alumbra, guía y da suerte allá donde esté. Sus clientes tienen un billete a la fortuna, a la felicidad. El eslogan de la administración, en alusión también a la historia del barrio (sobre el que se erigen dos castillos desde 1917), es «El Castillo de los Sueños». Viendo lo visto, no es para menos.