BookCrossing: los libros sin techo
Un libro encima de un vagón de metro. Dos más atrapados en las garras del oso que vigila la Puerta del Sol. «Llévate lo que vayas a leer», dice la nota que prende de uno de los arbustos del Parque del Retiro. Debajo tres títulos: Madame Bobary, de Flaubert; Fundación, de Asimov; y Como la sombra que se va, de Muñoz Molina.
El hallazgo es casual, que alguien los encuentre pura intención. Es el «BookCrossing»: una iniciativa que pretende convertir las calles en una biblioteca sin techo. Se trata de abandonar libros en espacios públicos para que personas desconocidas los recojan. Llegada la última página, deben devolver el ejemplar a otro lugar a la espera de que un nuevo lector lo descubra. Una serendipia particular que pretende ganar adeptos a la lectura.
Hacer de los libros nómadas fue el propósito del estadounidense Ron Hornbaker cuando en 2001 dio vida a este movimiento. Fundó bookcrossing.com, la primera web en la que personas de diferentes países pudieron intercambiar sus lecturas. Que los primitivos propietarios les siguieran la pista fue su premisa.
Hoy el ejército de libros sin grilletes ha tomado el país. Las calles de la capital son testigo de cómo se liberan de las abarrotadas estanterías de hogares y bibliotecas. Solo en la web bookcrossing-spain.com hay registradas 540 obras que esperan a un nuevo lector en los parques, cafeterías y parroquias de la Comunidad. Una cifra que suma más de 4.000 lecturas pendientes de localización en toda la península.
La forma de operar en bookcrossing.com es sencilla. Basta con registrar el ejemplar que el «bookcrosser» o «liberalibros» quiere intercambiar. Tras ello, se le asigna un código que sirve como una suerte de documento de identidad. Así, cuando el nuevo lector lo encuentra solo tiene que ingresar la serie numérica en el portal para informar sobre su paradero. «La verdad es que nadie sabe lo que pasará. A veces la gente se lleva el libro y no hace entradas en el diario. ¡Eso es frustrante! La clave es liberarlo y dejar que encuentre su camino por el mundo», dicen los responsables de la web.
Actualmente, la página cuenta con «más de 350 miembros nuevos cada día, tiene más de 10 millones de páginas visitadas al mes y es el grupo de lectura más popular de la red», afirman sus titulares. No en vano, desde el año 2004 el diccionario de Oxford recoge el término «BookCrossing» como una más de sus acepciones.
Un tinte y un libro
La peluquería R Hair Team, en la madrileña avenida de Montecarmelo, no es solo una peluquería. Al menos, una al uso. Allí las lámparas de los tocadores son tulipas de lectura, y las novelas le roban protagonismo a los cortes, colores y peinados. Despertar los libros que duermen en las estanterías antaño reservadas a los tintes es una práctica común entre sus clientes.
Mientras el dueño les corta el pelo, los libros reviven en sus manos. Nada de comprarlos ni venderlos, solo intercambiarlos. «Algunos clientes vienen, cogen una novela y si no les da tiempo a acabarla se la llevan a casa. Otras veces marcan la página en la que se han quedado para continuar leyendo en la próxima cita», comenta Rafael Gómez, su responsable. Por eso no es extraño verlos salir portando un libro bajo el brazo.
En sus paredes, los asuntos del «cuore» le ceden espacio a las tertulias literarias. En algunas ocasiones los usuarios llegan con lecturas que después abandonan entre peines para que otras personas se sumerjan en sus páginas. «Lo más gratificante es cuando traen el libro y lo dejan aquí. Para nosotros es como si nos confiaran una pequeña parte de su alma», dice. Una forma peculiar de practicar BookCrossing a la que cada vez se unen nuevos adeptos.
Las bibliotecas liberan sus fondos
Los ciudadanos, sin embargo, no son los únicos que intercambian sus lecturas. Habitualmente los museos y bibliotecas liberan miles de obras coincidiendo con festividades como el Día del Libro. Es el caso del Museo del Traje, que anualmente inunda de manuales de arte la capital. También el Instituto Cervantes, que además cuenta con una zona permanente destinada al «BookCrossing». La experiencia es tan reveladora que desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte señalan que en algunas ocasiones los ejemplares han llegado a «ciudades tan distantes como París, Nueva York, Roma o El Cairo».
Cristina Gonzalo, responsable de los servicios de Biblioteconomía del Instituto Cervantes, dice que «el «BookCrossing» es una práctica que hay que celebrar ya que permite que los libros viajen y lleguen a un número cada vez mayor de lectores». Del mismo modo, explica que uno de los lugares con más éxito del edificio es la biblioteca, zona de intercambio de libros. «El público viene no solo a consultar nuestro fondo, también a llevarse los libros que vamos liberando. En algunas ocasiones nos traen obras que quieren compartir con otras personas, generándose así un flujo de lectura muy enriquecedor».
El Nobel de Literatura André Gide dijo: «Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran».