El dilema del reciclaje: amontonar (o no) los residuos en casa
Madrid avanza hacia un modelo de ciudad sostenible. La cultura del reciclaje está cada vez más interiorizada en el comportamiento de los ciudadanos debido a los daños que se han provocado al medio ambiente. Sin embargo, vecinos del distrito de Ciudad Lineal consideran que se ha convertido en una práctica ecológica muy incómoda de llevar en el hogar.
A Ramón Reyes, de 65 años, le parece caótico que en la sala de su casa haya tantas cajas para separar residuos. «Mi mujer quiere reciclar todo, pero no contamos con el tiempo suficiente para ir al punto limpio a tirarlas», expresó el hombre. Por otro lado, Raquel Linares, una estudiante que comparte piso con otras dos jóvenes, se queja de no tener espacio suficiente para amontonar tantas bolsas. «Lo del reciclaje termina siendo inviable porque no tengo tiempo de ir al lugar a tirarlas, así que termino botando todo en el contenedor orgánico», dijo.
Reciclar es una obligación establecida y sancionada en la Ley de Residuos y Suelos Contaminados de 2011, en la que se exige que la basura reciclable alcance al menos el 50% para el año 2020. Para ello, se instalaron 16 puntos limpios fijos y 330 puntos limpios móviles en la ciudad para recoger, aparte de los tres grandes contenedores, residuos admisibles como: radiografías, electrodomésticos, muebles, bombillas, termómetros, pilas, escombros, aceites vegetales, las cápsulas de café y madera.
El gesto de separar los residuos se ha convertido en una práctica controvertida. Hace un año justamente entró en vigor la ampliación de fracciones de residuos que incluye las cápsulas de café y la madera para su tratamiento. Pedro Jiménez, vecino de la zona, señaló que reciclar es una tarea adicional que hay que realizar en casa y que intenta ir mensualmente a tirar cosas. «No lo hago bien porque cada vez es más complejo. Ahora las cápsulas de café no se pueden tirar a la basura porque llevan aluminio y plástico, y al parecer, se pueden separar», aseguró el joven.
Vecinos del sector coincidieron en que las personas no saben cómo reciclar porque no se han informado correctamente. La organización ambiental Ecoembes, señaló entre los errores más comunes depositar el brik de zumo o leche en el contenedor azul, cuando va siempre en el contenedor amarillo, ya que está compuesto por cartón, plástico y aluminio. También expuso el caso de las servilletas o papeles sucios que deben ir en el contenedor de desechos orgánicos. Incluso explicó que todavía se depositan bombillas, espejos y las vajillas en el contenedor verde, porque son vidrio, pero son objetos que se deben llevar al centro de recogida.
Ruth Páez, de 35 años, que vivía antes en Coslada y se mudó hace poco a Ventas, comentó que por falta de tiempo las bolsas que iba a tirar en el centro se las llevó en la mudanza. Ella como muchos otros residentes afirmaron que el gran inconveniente es que «por su ubicación los puntos no son compatibles para ir en autobús o andando».
Para llegar al punto limpio de Ciudad Lineal los transeúntes que no tienen coche tienen dos opciones: coger el metro de la línea 2 en dirección Las Rosas y bajarse en la estación Alsacia, una vez allí hay que caminar durante 12 minutos por un terreno baldío que comunica con la avenida Daroca, lugar donde se encuentra el punto. La otra manera es coger el autobús 106 en dirección Vicálvaro, bajarse en la parada Matamorosa y caminar durante 5 minutos por un camino solitario. Ambos recorridos se realizaron para este reportaje por varios días consecutivos y no se coincidió con ninguna persona que fuera andando.
En un esfuerzo de conservación ambiental se sustituyó la economía lineal de «tomar y desechar» por la economía circular de «convertir los residuos en recursos». Gracias a este trabajo se ahorra energía, agua y materia prima. Según el portal de transparencia del Ayuntamiento de Madrid, entre enero y julio de 2017 se han recogido 678.260 toneladas de residuos en la ciudad, de las cuales 195.000 son del punto limpio de Ciudad Lineal.
Actividad ilegal
Miguel y su hermano Juan (nombres ficticios para proteger su identidad), tienen 40 y 38 años respetivamente, viven cerca de la zona y todos los días aparcan unos metros antes de la entrada del punto limpio. Su objetivo es interceptar a los vecinos que se disponen a tirar sus pertenencias en los contenedores. Ellos se dedican a recoger electrodomésticos, aparatos eléctricos y cualquier cosa que tenga metal como ollas y sartenes, para dárselos a un gestor que los trate y obtener dinero por la venta de los objetos.
Los llamados «chatarreros» compiten con el Ayuntamiento por los residuos de mayor valor debido a su potencial reciclaje. Esta es una de las labores que ejercen para hacerle frente al desempleo. En un intento de justificar su actividad ilegal, Miguel y Juan, explicaron que se sacaron una supuesta «licencia de actividad de residuos no peligrosos». Incluso aseguraron que a pesar de tenerla en sus manos: «la Guardia Civil nos multó una vez y nos echó de aquí». Uno de los hombres manifestó que adquirieron cada uno un vehículo para desempeñar su actividad y que tuvieron que certificarse ante las estaciones de ITV, Inspección Técnica de Vehículos, para obtener la “licencia”.
«Nosotros llevamos cuatro años viniendo aquí, fuimos los primeros en llegar. Al tiempo, unos rumanos intentaron quedarse, pero se habló con ellos para que nos respetaran el espacio», declararon los hermanos. Miguel también comentó que no es una tarea fácil, «tenemos que aguantar la cara de la gente que nos mira mal, porque hay muchas personas que hacen lo mismo y dejan todo disperso en la calle». Ellos aseguran que son limpios y ordenados a la hora de hacer su trabajo y, de esa forma, se han ganado la confianza de los vecinos que constantemente van a esos espacios.
Juan señaló que entre semana tienen escasa actividad y que las personas vienen en su mayoría los findes. También comentó que en verano se incrementa el tránsito porque las familias suelen hacer limpieza en sus hogares. Además, explicó que el kilo de chatarra cuesta 4 céntimos y que puede hacer 10 euros los días más productivos.
De acuerdo con el portal Datos Abiertos, cada madrileño produce al año casi 370 kilogramos de desperdicios. En 2016 se trataron 1.248.180 toneladas de residuos urbanos cuya gestión permitió recuperar 67.060 toneladas en las plantas de tratamiento y 78.756 toneladas en recogida selectiva de materiales reciclables y vender 4.449 toneladas de material bioestabilizado.