El «chemsex» multiplica los nuevos casos de VIH en Madrid
Las orgías con drogas no son nuevas. Lo novedoso es que estas prácticas estén relacionadas con el auge de los nuevos contagios de VIH. Las «Chemsex», fiestas de moda donde se mezclan drogas y sexo, son actualmente un problema para la salud pública.
En la Comunidad de Madrid un 80% de los diagnósticos de VIH del último año han tenido origen en relaciones sexuales bajo el efecto de las drogas. Así lo explica el director del Centro Sanitario Sandoval, Jorge del Romero, situado en el corazón de la capital. Una clínica de referencia a nivel europeo que realiza en torno a 250 pruebas gratuitas de VIH al día y alcanza las 27.000 consultas al año.
Los casos de VIH están disminuyendo, pero la aparición del fenómeno del «chemsex» provoca que lo hagan más despacio. El porcentaje de nuevos diagnósticos relacionados con el consumo de drogas es elevado, aunque eso no significa que todos estén relacionados con el «chemsex». En ese sentido, el director del centro aclara: «Aún no hay datos cerrados de 2017 pero sabemos que cada vez hay más contagios en Madrid por culpa de estas fiestas».
Una tendencia que conocen muy bien en la asociación Apoyo Positivo. «Desde las unidades de VIH nos derivaban a muchas personas que contraen el virus tras prácticas de chemsex», comenta Lorena Ibarguchi, psicóloga clínica de la asociación. Por esta razón, en 2016 crearon el programa «Sexo, drogas y tú», ganador del Premio a la Innovación de la Sociedad Española de Psiquiatría. Un proyecto pionero en el que trabajan psicólogos, psiquiatras, mediadores y sexólogos para dar a los usuarios la atención más especializada.
El 75% de los hombres señalados con VIH desde 2007 a 2016 se contagió por mantener relaciones sexuales con otros hombres. En la práctica del «chemsex» el perfil se repite: la mayoría de los nuevos diagnósticos corresponden a hombres que tuvieron sexo con otros hombres. «No es un problema generalizado dentro de la comunidad homosexual pero sí hay un segmento afectado y va en aumento», aclara Del Romero.
Las «chemsex» están al alcance de cualquiera. No sólo se realizan en fiestas privadas, sino que también hay aplicaciones móviles como Grinder o Tinder donde algunos usuarios anuncian sesiones en el centro de Madrid. El perfil más frecuente en estas prácticas es el español de 30 a 39 años con estudios superiores y trabajos estable. «Para financiar una doble adicción, al sexo y a las drogas, que dura fines de semana enteros se necesita tener dinero», comenta Del Romero.
Estos usuarios mantienen sexo mayoritariamente sin preservativo. Un hábito arriesgado ya que muchos participantes tienen enfermedades de transmisión sexual que no revelan por miedo a ser rechazados. Jesús Hoyos, voluntario de INAEQUO donde dan apoyo a personas seropositivas, explica que las motivaciones para realizar este tipo de prácticas son diversas: desinhibirse, perder la vergüenza o mantener relaciones sexuales más prolongadas gracias a las sustancias estimulantes. «La gente se droga y pierde el juicio. Tienen relaciones sexuales en grupo durante horas sin protección. Es una lotería», lamenta Hoyos. Sin embargo, la percepción del peligro no pesa mucho entre los usuarios.
La pérdida del miedo al SIDA, el fenómeno del «chemsex», las apps de contacto y el tratamiento con PrEP para prevenir el virus (pastilla ilegal en España) son el caldo de cultivo de los nuevos casos de VIH. «Hay personas que no quieren utilizar el preservativo porque toman la medicación. Se ha perdido el miedo porque ya nadie muere de SIDA», relata el doctor Francisco Bru, especialista en salud sexual y prevención del VIH del Ayuntamiento de Madrid. «Incluso muchos desconocen que son seropositivos porque no se hacen pruebas», añade.
Un doble problema: adicción a las drogas
Las clínicas especializadas observan desde 2015 una modificación en las conductas. Por ejemplo, el último informe del Centro Sandoval indica que, además del contagio de enfermedades, el «chemsex» tiene otro peligro: las drogas utilizadas son muy adictivas.
«Hay gente que no tiene relaciones si no consume. Terminan enganchándose y el sexo tradicional ya no les satisface», explica Jorge del Romero, director del centro. «Es un doble problema: acaban siendo adictos a las drogas y el sexo pasa a ser secundario», continúa.
Las sustancias consumidas durante las sesiones son estimulantes e inhiben el sueño. Se utiliza mefedrona, metanfetamina, GHB, MDMA, cocaína o popper para poder tener maratones sexuales de hasta más de 30 horas seguidas. También viagra para potenciar la erección. Un combo que según explicó a otro medio José Luis Blanco, médico de la unidad de VIH del Clínic, ya ha cobrado dos vidas por sobredosis en Barcelona.
Necesidad de atención especializada
Del Romero reclama una respuesta institucional porque ni los centros especializados en drogadicción ni los especialistas en VIH pueden abordar bien el problema en la capital. «El sistema sanitario público tiene que dar una respuesta adaptada al perfil sociodemográfico de estas personas», manifiesta.
En Barcelona ya existen centros que tienen servicios de atención especializados en «chemsex». Por ahora, el Ayuntamiento de Madrid ha presentado en octubre el Plan de Adicciones con el que pretende invertir 117 millones de euros para tratar ésta y otras dependencias de aquí a 2020. Mientras tanto, las unidades de drogodependencia y VIH que atienden este tema trabajan recíprocamente para gestionar el aumento de casos. Asimismo, las asociaciones y ONG con programas especiales están teniendo mucha demanda. «El adicto al chemsex es diferente al drogodependiente. Se necesita una respuesta multidisciplinar que afecte a la salud mental y sexual», finaliza Del Romero.