Del papel al móvil: la historia de cómo el periodismo cambió de cara en 20 años
El 1 de abril de 1995, el diario nacionalista Avui, hoy desaparecido, hizo historia. En un lúcido movimiento tan audaz como visionario, la cabecera catalana se convirtió en la primera con bandera española en adentrarse en unas aguas inciertas e inexploradas. Muy poco se sabía entonces de aquella inhóspita y extraña red virtual llamada internet, accesible únicamente desde ordenadores que solo una minoría poseía y apenas dotada de contenido. Pese a la escasa rentabilidad que podía extraerse de un terreno tan desértico, Avui no dudó en poner la primera piedra y consagrarse así como pionero de la información en línea al crear su propia web. Algunos, como El País –mayo de 1996–, El Mundo –octubre de 1995– o el mismísimo New York Times –enero de 1996– le seguirían muy de cerca el paso. Una nueva era había nacido, si bien pocos podían intuir las dimensiones que, mucho tiempo después, llegaría a alcanzar internet.
«Si hay algo que resume los últimos 20 años de vida del periodismo es el derribo del muro entre la redacción digital y la de papel», explicó hoy el periodista y director adjunto de El País, Borja Echevarría, en el marco del XX Congreso de Periodismo Digital de Huesca. Los cambios registrados en este campo en estas dos décadas no han sido precisamente pocos, siendo la convergencia entre ambos soportes el más latente. El recelo entre los equipos que integraban ambas redacciones –unos acusaban a los otros de «robanoticias» y «chachas»; y los otros a los unos de «vagos» y «lentos»– empezó siendo casi visceral, y la separación física y profesional impuesta entre ellos resultaba poco menos que abismal. Pero la imparable evolución de internet y la llegada de herramientas clave en este avance, como los teléfonos inteligentes o las redes sociales, precipitaron una unión de fuerzas que se acabó haciendo ineludible.
Como en los grandes conflictos sociales que acaban en revulsivo, la segregación entre papel y «puntocom» ya es historia. Sin embargo, esto no ha impedido que los problemas se hayan multiplicado. El periodismo ya no es hoy lo que fue en su día, y en ese camino hacia un nuevo mundo los obstáculos han ido saliendo al paso. «Entre 2006 y 2010 –en paralelo a la crisis– se rompe el modelo de negocio y la publicidad cae en picado. Pero también sale al mercado el primer iPhone e irrumpen las redes. Todo esto supone el germen de los medios nativos digitales», recordó Echevarría.
Arma de doble filo
Si bien esta confluencia de factores ha abierto un enorme abanico de posibilidades a la hora de informar, también ha sumido a los medios en una exacerbada «guerra por el click» que se mantiene hasta el día de hoy. Como si de un duelo a garrotazos se tratase, los medios pelean a diario por atraer la atención de los lectores a cualquier precio, lo que ha hecho que la ética periodística haya ido quedando relegada, poco a poco, por el «todo vale». Las consecuencias, por supuesto, solo podían ser fatales. La progresiva pérdida de credibilidad de los medios tradicionales, alentada y agitada por la nueva ola ultra de la clase política, ha precipitado la difusión masiva de noticias falsas, que sirve como cebo electoral de los estratos sociales más hartos y golpeados por la crisis.
En medio de ese afán por recuperar la confianza que un día tuvo la ciudadanía en los medios, surge también la gran pregunta que nadie sabe responder a ciencia cierta: ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Cómo será, por ejemplo, el periodismo en la 40ª edición de este Congreso? «Vienen inventos maravillosos, marcas que van a conformar puzles y coberturas en tiempo real con los elementos que tenemos pero no sabemos emplear bien aún», vaticinó Guillermo Culell, gerente de negocios digitales del diario argentino Clarín. Para otros, como Jesús Maraña, director de infoLibre, y Marta Peirano, adjunta a la dirección de Eldiario.es, el futuro pasa por «evitar la sobreproducción de contenidos y apostar por aquellos temas de calidad que conecten con el usuario y le aporten la información que necesita para tomar decisiones con un criterio verídico». Valorar las redes como un instrumento para llegar a más gente y no como un ring en el que seguir golpeándose hasta el desangramiento. Volver a hacer un periodismo de verdad, en definitiva.