Mercados vacíos y recuerdos de Caracas
Cuando uno emigra desde Venezuela hay imágenes que nunca supera. Una de las mías siempre ha sido la de los estantes vacíos. Es complicado explicar el desasosiego y el miedo que dan ver, un día tras otro, los mercados sin productos y las largas filas de gente que intenta conseguir algún artículo de primera necesidad.
Ha sido durante mucho tiempo uno de los principales problemas de la economía venezolana. Verlo de nuevo en Madrid es, cuando menos, terrorífico. Las fotos se parecen, los mensajes de whatsapp parecen repetidos: «acércate las 6», o «en este sitio hay tal cosa». La sensación de «deja vú» es palpable y la ansiedad llega a quitar el sueño.
Evidentemente los motivos son muy diferentes. Los problemas de abastecimiento venezolanos vienen dados por una serie de malas decisiones económicas, y solo se han visto disminuidos en los últimos meses por una pequeña liberación de los precios y los controles de moneda extranjera. El problema de Madrid es por una coyuntura puntual: lo más probable es que, en unas semanas, no pase de un chiste sobre la señora deTwitter que fue de compras con una bolsa en la cabeza.
Lo preocupante es ver la reacción de las masas. Al preguntar en dos mercados cerca de mi casa, los empleados informan lo mismo: los estantes se vacían por la mañana, aunque todos los días vuelven a ser abastecidos. Acercarse por la tarde es ir a un pueblo fantasma. Aunque probablemente sea más seguro que ir en la mañana, cuando está lleno de gente.
Lo primero en acabarse son los productos que se pueden almacenar por más tiempo. A las 3 de la tarde no suele haber pasta, atún, ni legumbres. Los productos congelados, desde los vegetales hasta los «nuggets», también escasean. De las verduras no queda ningún rastro, pero aún se pueden ver frutas. Queda algo de carne, aunque según el encargado, en días anteriores no había quedado nada.
Un mensaje de una amiga la tarde del jueves lo deja claro: “No emigré para esto”, comenta. Lo pinta de chiste pero no es la única vez que lo leo. “Les pasa lo que a nosotros en 2014, pero en el primer mundo”, escribe mi madre desde Caracas cuando le mando las fotos y le cuento la situación. Mi hermano es más severo: “En las circunstancias correctas todos somos tercer mundo”.
Por su lado, Juan Roig, presidente de una de las redes de mercados más conocidas de España, Mercadona, ha dicho que lo único que puede crear un problema real es el miedo: «Hemos tenido una reacción impulsiva en Madrid y Vitoria, sobre todo en la capital, pero en el resto de España la situación es de normalidad». Con esa afirmación ha intentado calmar los ánimos en la presentación de resultados de su empresa el pasado martes: «Lo único que puede empeorar la situación es el miedo».
Toca ver cómo la epidemia evoluciona en Madrid en la próximas semanas. De momento, a pesar de la sorpresa inicial, parece que el problema de abastecimiento en la capital está controlado, pero no deja de preocupar lo fácilmente que nos dejamos llevar por el miedo.