Los enfermos sin Covid-19 no hibernan
El coronavirus lo está paralizando todo: el estado de alarma decretado el pasado 15 de marzo ha obligado a la población a confinarse en sus domicilios y reducir las salidas al exterior a lo estrictamente necesario; las empresas consideradas no esenciales han pulsado el botón de «pausa» para entrar en una suerte de estado de «hibernación», como apuntaba la Ministra de Hacienda, María Jesús Montero, el pasado 30 de marzo.
Las enfermedades no entienden de «hibernación»: el anuncio público —hace unos días— de que al actor Dani Rovira le han diagnosticado un linfoma de Hodgkin ha servido para que gran parte de la sociedad española se cuestione cómo es vivir con una enfermedad distinta al Covid-19, que lo ocupa todo.
En una coyuntura sanitaria monopolizada por el coronavirus, la asistencia médica ha tenido que aplazar consultas no consideradas «indispensables» o a la vía telemática. Los enfermos más perjudicados son aquellos que aquejan enfermedades crónicas —como la diabetes—, otros con intervenciones quirúrgicas «no urgentes» que han quedado aplazadas sine die o pacientes con dolencias intensas que se manifiestan de un momento a otro —por ejemplo, ciática— y que no pueden ser tratadas en el servicio de urgencias.
No obstante, es tranquilizador comprobar que enfermos «graves», como los oncológicos, siguen con sus tratamientos e intervenciones en plazo. En esta línea, el seguimiento de mujeres embarazadas tampoco está limitado por la mayor crisis sanitaria de nuestra historia reciente.
Excepcionalidad sanitaria
Cristina, de 26 años, sufre la enfermedad crónica del hipertiroidismo desde hace un par de años. «Desde que me la diagnosticaron, tengo que asistir a una revisión médica cada dos meses. Sin embargo, el pasado mes aplazaron mi cita, no sé cómo estoy progresando y desconozco si tengo que seguir tomando pastillas para tratar mi problema», apunta.
Nada tiene que ver la situación que vive Tomás, de 61 años. El 20 de enero acudió a una consulta rutinaria en el Hospital Marqués de Valdecilla de Santander por un problema de anemia. Tras realizarle varias pruebas —entre ellas un TAC— le descubrieron un nódulo en el pulmón izquierdo de unos 14 milímetros que podía ser maligno, como confirmó una biopsia.
Las pruebas intermedias de protocolo de Tomás coincidieron con el agravamiento de la pandemia: «En febrero conocíamos la evolución de la crisis en China; en España empezaban a aparecer casos y el virus había entrado en Italia con mucha fuerza». En aquellos momentos «ya estaba empezando la crisis sanitaria», pero aún así le tuvieron que hacer numerosas pruebas para determinar si el tumor era de carácter metastásico. El resultado fue negativo, pues el nódulo se encontraba localizado y los médicos concluyeron —dos días antes de que se decretara el Estado de Alarma— que «la mejor solución era la cirugía».
El 13 de marzo le comunican que le llamarían en un plazo de 15 días para notificarle la fecha de la operación, que tendría lugar —finalmente— el día 2 de abril. «Manifesté al médico mi miedo ante la evolución del coronavirus en España pues, en mi caso, el factor tiempo era importante. En todo momento me tranquilizaron asegurándome que las operaciones oncológicas son de carácter prioritario». De haberse pospuesto, la intervención sería previsiblemente más compleja y podrían haber surgido consecuencias posteriores, como la extensión del tumor a los ganglios. Además, existía el «factor de ahorro para la Sanidad» pues, en caso de evolución de la enfermedad, se tendrían que aplicar tratamientos como la quimioterapia, más costosos económicamente.
Las causas de la anemia por la que Tomás acude originariamente al hospital no se habían determinado y, en este caso, las consultas sí se hicieron vía telemática, puesto que «no eran perentorias». Entre tanto, por la emergencia sanitaria que atraviesa España, le aplazaron sine die una extracción de sangre y una consulta con el endocrino, para realizar el seguimiento de su diabetes. Si bien el confinamiento ha servido para que se quedara en casa y llegase a la operación en un estado físico óptimo, Tomás destaca que «el desgaste psicológico del coronavirus nos afecta a todos» y a esto se le añade un cierta «psicosis colectiva» pues «aunque es verdad que la planta de oncología está totalmente aislada, las circunstancias hacen que te lo pienses dos veces antes de entrar en un hospital».
Cristina tuvo un accidente el 12 de enero mientras hacía esquí en Andorra: se rompió la vertebra lumbar primera, cuatro costillas y la clavícula. «He tenido la suerte de que no tocara la médula, pues me podía haber quedado en silla de ruedas». En el momento de la operación, el hospital de Barcelona en el que fue intervenida de urgencia «estaba vacío». Sin embargo, Cristina comenta que debido al coronavirus ha pasado a tener citas telemáticas, en lugar de presenciales. Apunta que el perjuicio «más grave» que ha sufrido es el retraso de su rehabilitación: el día 23 de marzo tenía una cita para hacerse varias radiografías que ha quedado aplazada al 22 de junio. Su rehabilitación, que tendría que comenzar en abril, se queda aplazada hasta finales de junio.
Urgencias saturadas
Los pacientes con dolores intensos están viendo limitado su acceso al servicio de urgencias. Este es el caso de Chus, de 65 años, que sufrió el pasado 30 de marzo un ataque intenso de ciática y lumbalgia: «Fui al hospital de Alicante y estuve una hora esperando en la calle. El servicio de urgencias estaba saturado y, al ser grupo de riesgo por mi edad, no me atendieron por miedo a que me contagiara del Covid-19».
«Tengo un fisio al que veo todos los sábados, pero hacemos terapia dentro de casa por esto del virus. Me está afectando estar confinada porque no puedo seguir con el progreso que estaba haciendo con mi andador caminando por la calle». María tiene una parálisis cerebral que le impide —desde que nació—mover las piernas. En condiciones normales iría al psicólogo cada mes, pero «las circunstancias sanitarias actuales han provocado que la próxima cita sea en mayo».
Chus y María representan la situación de los enfermos que se quejan de estar sufriendo, indirectamente, las consecuencias de la pandemia. Sin embargo, Tomás ejemplifica que la sanidad española no ha dejado, por el contrario, de atender casos de pacientes en una situación de «urgencia», como los enfermos de cáncer.
Por otra parte, es alentador comprobar que los embarazos se siguen con normalidad. Itziar, embarazada de 33 semanas y media, asegura que para ella «no ha cambiado nada» pues le quedan las «consultas más básicas». Cuando las cifras de contagios y muertes por Covid-19 empezaron a ser preocupantes en nuestro país, a Itziar le quedaban las ecografías regladas del tercer trimestre, así como los análisis y los monitores de este último período. Está llevando su embarazo en Maternidad del Hospital madrileño Gregorio Marañón y respira tranquila, pues el colapso que viven numerosos sectores hospitalarios españoles no le ha afectado. Otra futura madre, Amalia, en un período de gestación menos avanzado que el de Itziar —de 14 semanas— tampoco se ha visto afectada por la pandemia y ha seguido acudiendo al ginecólogo cada tres semanas.
De colapso en colapso
Diabéticos, futuras madres o enfermos de cáncer: si hay algo en lo que coinciden los pacientes con dolencias ajenas al Covid-19 es en el impacto emocional del confinamiento y en el «respeto» que ahora suscita una visita al hospital que, en otro tiempo, solo asustaría a los más hipocondriacos. Los aplazamientos e interrupciones en el seguimiento de ciertos problemas médicos —como la aplazada rehabilitación de Cristina tras su accidente de esquí— pueden acarrear consecuencias graves en la salud de los pacientes.
El coronavirus puede suponer —en el medio y largo plazo— un perjuicio sanitario para algunos enfermos que no han recibido atención clínica durante los meses del confinamiento. A esto se le suma el probable colapso que la sanidad sufrirá cuando la crisis haya pasado. Es previsible que, tan pronto como los hospitales comiencen a descongestionarse, los pacientes que han visto aplazadas sus citas o intervenciones se concentren en el tiempo, demorando la vuelta a la normalidad del sistema sanitario español.
La sanidad posCovid —como los enfermos del propio virus— se recuperará paulatinamente, aunque el alta definitiva de nuestro sistema de salud es una incógnita aún por despejar.