La Gatoteca apuesta por la protección de las colonias ferales tras su cierre
Han pasado siete meses desde que la Gatoteca de Madrid cerró sus puertas. Eva, precursora del establecimiento y fundadora de la Asociación Benéfica por el Rescate e Inserción de Gatos en Adopción (ABRIGA), recuerda con nostalgia aquellos días. «Fue como un jarrazo de agua fría porque estábamos funcionando genial», afirma. La llegada de la pandemia lo dinamitó todo; a pesar de que superaron el confinamiento y reabrieron en verano, no podían mantenerse.
En el año 2013 nacen la Gatoteca y ABRIGA con la intención de ayudar y proteger a los gatos. «Realmente son lo mismo, uno es la asociación y el otro, el establecimiento», explica Eva. Cuando decidió abrir este local, donde humanos y gatos pudiesen interactuar, ella tenía muy claro que no quería que fuese un negocio, sino algo cuyo fin fuese el apoyo a los animales. Para ello pensó en colaborar con alguna asociación, pero vio que era muy complicado generar vínculos, y al final decidió montar la Asociación Benéfica por el Rescate e Inserción de Gatos en Adopción. Poco a poco, el proyecto fue reuniendo a más gente y empezaron a hacerse cargo de la llegada de los gatos. «Siempre nos hemos apoyado en otras asociaciones, ellos no venían directamente de la calle, provenían de otras asociaciones o del centro municipal de Madrid. Cuando llegaban a la Gatoteca pasaban a ser de nuestra posesión y nos encargábamos de hacer la puesta a punto: protocolos veterinarios, manutención, cirugías si eran necesarias y luego todo el proceso de adopción con su posterior seguimiento», relata la fundadora.
En el establecimiento existían varias áreas: una zona de recepción, un pequeño rincón de autoservicio de bebidas, todo sin alcohol, y un espacio comercial donde podía adquirirse desde productos especializados para felinos, que ellos mismos probaban y testaban en sus gatos, como alimentos, areneros o juguetes; hasta artículos destinados a los ‘cat lovers’: objetos de temática gatuna como tazas o accesorios. Luego estaba el salón de unos 164 metros cuadrados donde vivían los gatos. «Era su casa, no se encerraban en jaulas en ningún momento, ni por la noche. Era como una gran casa de acogida», explica Eva. Cuando llegaba el visitante se le colocaba una ‘pulserita’ con la hora de entrada, se le invitaba a una consumición y ya se podía mover libremente por el local. No obstante, primero se le explicaba de donde procedían los gatos y las normas para interactuar con ellos. «Por ejemplo, no cogerlos en brazos, no molestarlos si están durmiendo, no darles comida humana; una serie de buenas prácticas porque al final son gatos que no conoces de nada y aunque todos tenían carácter doméstico, cada uno era un mundo», expone la joven. A la salida, en función del tiempo que uno permaneciese, se abonaba un importe que quedaba de donativo para la asociación.
Cuando llegó el confinamiento crearon ‘Friday Cat Live’, un programa ‘online’ semanal en el que contaban curiosidades y consejos. Además, colocaron un videocámara en la Gatoteca que permitió ver a los gatos ‘online’. «Cuando nos lo permitieron abrimos, pero con aforo reducido. Ya no existía el autoservicio, sino que nosotros teníamos que servir las bebidas. Había que dar un poco de pienso esterilizado a cada persona y un juguete que nadie hubiera tocado. Se complicaba muchísimo el asunto y no había suficientes ingresos como para cuidar responsablemente a los gatos porque veíamos que el dinero que teníamos volaba muy rápido y no queríamos llegar al punto de que enfermase alguno y no tuviésemos dinero», cuenta con resignación Eva. Cuando la Gatoteca cerró tenían 22 felinos. Durante dos meses realizaron entrevistas y finalmente encontraron una familia a todos. Poco a poco vaciaron el local y liquidaron los artículos en un mercadillo. A día de hoy, Eva tiene contacto con otros ‘cat cafés’ de España, y aunque muchos han decidido seguir activos, se les está complicando la situación. «Estamos pensando en abrir en un futuro cuando la cosa cambie, pero quizás algo más modesto. Además el tema licencias es complicado. La situación está muy precaria para tomar decisiones ahora mismo», declara.
«Teníamos dos tipos de adopciones: las porque quiero adoptar y busco la Gatoteca, y las que eran por amor. Hemos dado gatos de hasta 14 años o con problemas crónicos gracias a que primero existiese el contacto con ellos. Tú te enamoras de él y luego te enteras de lo demás, pero ya no te importa porque te has enamorado», señala Eva. Normalmente, el proceso de adopción comenzaba con una entrevista personal y luego era obligatorio asistir al Curso Básico del Gato, una formación de cinco horas, que pronto estará disponible en su ‘web’. «Contábamos un poco cuáles son sus necesidades, que no solo es tener un techo, una arena y alimentación, sino que tienes que saber entender lo que necesita, cómo se comunica contigo, cómo preparan el territorio o cuándo hacer revisiones. Era un compendio básico de prevención de problemas tanto de salud como de comportamiento, que es la principal causa por la que un gato acaba abandonado; o porque no aguanto más está situación o porque no tengo dinero para costear este tratamiento», manifiesta la joven. Tras formalizar la adopción, la asociación hacía un seguimiento durante un año vía ‘Whatsapp’ o correo electrónico, y pasado el año establecían contacto con todos los adoptantes para ver si todo iba bien o si necesitaban ayuda.
Ahora, tras el cierre, dedican gran parte de su trabajo al cuidado de las colonias ferales. Eva explica que la solución no es recogerlos porque los gatos ferales que viven en una colonia tienen que permanecer en ella. «Nosotros lo decimos, el gato no es una especie domesticada, es un individuo domesticado. A mi gata si la suelto en la calle, se muere, y el gato que vive en la calle si lo meto dentro de casa, se vuelve loco», advierte. La base es la gestión, lograr que esos gatos estén esterilizados y que las camadas no crezcan sin control. Además, así se evitarían problemas como las peleas cuando comienza la época de celo. Para ello, se lleva a cabo el ‘método CER’: coger, esterilizar, retornar. ABRIGA colabora con las asociaciones que llevan a cabo esta actividad. «Recaudamos fondos para hacer frente a las esterilizaciones, pagar a los profesionales que hacen las capturas o por si surge alguna cuestión», expone.
Métodos de Financiación
Para recaudar fondos para la gestión de las colonias ferales llevan a cabo varias actividades. Por un lado tienen el servicio ‘kitty sitters’, un cuidado a domicilio para todas aquellas personas que tienen que viajar y no saben con quién dejar a sus gatos. «Nosotros vamos al domicilio y cuidamos del ‘gatito’. Lo mejor es que se quede en su territorio que es lo que conoce. Una persona de la asociación va media hora al día y se encarga de hacer todo, incluso envía fotos y vídeos para ver cómo esta», explica Eva. Por otro lado llevan a cabo todo tipo de asesoramientos. Tres expertas en materia felina responden a dudas a través de consultas ‘online’ con un importe ‘low cost’ de unos 10 o 15 euros. «Cuando teníamos la Gatoteca nos preguntaban cualquier duda: es que mi gato está muy gordo, o tengo un problema veterinario, hasta cuestiones legales como quiero mudarme a otro país con mi gato o mi pareja se ha quedado con mi gato», expone. Igualmente, a través de su ‘web’ pueden realizarse donaciones y pronto pondrán en marcha otras campañas como la venta de prendas solidarias.