Las positivas consecuencias del Covid-19, en Gargantilla del Lozoya: «Hacemos un 70 % más de caja»
A pocos kilómetros de la capital, rodeados de idílicos paisajes entre el embalse de Riosequillo y el Cerro de la Cruz, está situado Gargantilla del Lozoya. El número de habitantes que residen en él es reducido, alrededor de 326 personas, aunque el coronavirus ha elevado la cifra, incrementándose el número de empadronadas en un 31%. A pesar de ser una localidad pequeña, al pueblo no le falta ambiente pese a la presencia del Covid. Las plazas de aparcamiento han sido reemplazadas por terrazas repletas de gente, ya sean paisanos, excursionistas o domingueros. Los serranos de pura cepa como Felipe y Félix mantienen su tradición tras la pandemia de sentarse en la cuba con su chato en mano y en la otra el bastón. Los jóvenes de la mesa de al lado, entre cervezas y patatas ajoarriero, recuerdan con añoro sus historias y aventuras de la vida pre-covid.
Las medidas sanitarias y los aforos han afectado a este municipio, pero el cierre de la Comunidad de Madrid y las restricciones no tan severas, en comparación con otras regiones, le ha favorecido. Lo demuestran los números. Juan Carlos Argumosa, del bar Antigua Casa de Pedro, situado en plena plaza del pueblo de Gargantilla, comenta a Madrilánea que la pandemia les ha afectado como a todos los hosteleros, pero desde su reapertura han notado que la gente tiene ganas de salir: «Cerramos el año con prácticamente los mismos números que en 2019 y eso que estuvimos tres meses cerrados completamente. El primer trimestre suele ser la peor temporada del año, pero en nuestra zona ha empezado mucho mejor que años anteriores» . Así lo confirma Pili, la propietaria, «estamos trabajando muy bien e incluso más que antes de la pandemia». La masificación de turistas viene desde la fase de desescalada en mayo del pasado año. Las excursiones y los planes deportivos se han convertido en uno de los atractivos del Valle del Lozoya. «Senderistas, moteros, ciclistas…mucha gente que tiene aficiones y las practicaba en otros lugares debido a la pandemia ha conocido la Sierra Norte de Madrid», comenta Juan Carlos. Aunque Pili, se sincera entre risas, «la gente que trae dinero son los mismos de siempre. Estos meses hemos conocido a los nuevos montañeros que se han puesto de moda. Los que se toman un café y se pasan toda la tarde. El nuevo andarín se alimenta del aire».
El aumento de visitantes supone un riesgo para el Covid-19, obligándoles a ser más rigurosos con las medidas sanitarias. Juan Carlos reconoce que en el mes de febrero cuando se endurecieron las restricciones y se redujeron los horarios, la situación fue insostenible. «La gente se acumulaba en las horas punta y decidimos dar al personal vacaciones y cerrar durante 15 días». Pero el incremento de turistas, también es una influencia positiva para la economía del pueblo, que se basa en la ganadería, pero sobre todo en la hostelería y la restauración: «Como todas las rosas, no hay rosas sin espinas, por lo que esta situación tiene grandeza y miseria, por una parte, es un factor de riesgo adicional del que no podemos hacer nada y no debemos hacer nada. Esta situación hace que se estén manteniendo los puestos de trabajo e incluso incrementando alguno de ellos», declara el alcalde de Gargantilla del Lozoya y Pinilla de Buitrago, Rafael García Gutiérrez, que lleva 10 años en el puesto.
A menos de un kilómetro del casco del pueblo, junto a la piscina municipal y la pista deportiva, está situado el Bar de Paco, rodeado de praderas verdes y merenderos. Desde hace años, Paco regenta el bar junto a su hijo, pero desde el verano pasado se ha visto obligado a contratar a más personal debido al aumento de clientela. «Esta siendo muy heavy. Viene el doble de gente y hacemos, como poco, un 70 % más de caja respecto a años anteriores», reconoce. Es allí, donde las primeras cervezas se juntan en las mesas con los últimos cafés. Tanto es así que Paco sirve a los clientes en los merenderos del parque.
Balance positivo
El 100% de las reservas en los restaurantes y los alojamientos es una realidad. La Comunidad de Madrid encabeza el ranking de regiones españolas, con un 94%, de ocupación en alojamientos rurales. Por lo que este turismo se ha convertido, en tiempos pandémicos, en la alternativa más demandada por los madrileños, para disfrutar de la naturaleza y descubrir así, los bellos rincones de su región que hasta ahora les resultaba desconocido. Los números lo demuestran. Según los datos publicados por la Comunidad de Madrid, de los 270 alojamientos rurales y 3.409 plazas con los que contaba la región en 2016, se ha pasado a 317 y 3.809 en 2020.
Gema, propietaria de las casas rurales El Encanto del Valle, a 500 metros del centro del pueblo, explica a Madrilánea que se vieron obligados a cambiar la forma de alquiler de los hospedajes tras la irrupción del coronavirus: «Hemos creado unos packs de oferta de alquiler de larga estancia para gente que busca una segunda residencia o quiera darse un respiro, y en vez de venir una semana lo cojan por trimestre o un mes entero, y así evitar lo menos posible la rotación de turistas». A pesar de que el Encanto del Valle se hayan cancelado los eventos y las celebraciones, la propietaria admite que el teléfono no ha parado de sonar y ellos de trabajar: «Estamos al completo. La demanda se ha disparado y estamos igual o incluso mejor respecto a años anteriores», recalca. Gema, también dueña del supermercado, comenta a Madrilánea que el número de clientes ha crecido considerablemente los días entre semana. En las mismas líneas, un paisano declara que ya no hay diferencia entre los días de diario y los fines de semana «siempre hay cola en la entrada del establecimiento». No solo los turistas apuestan por comprar en la tienda del pueblo. «Hemos fidelizado a gente que vivía o veranea aquí y que no era proclive a comprar en el mismo pueblo y por las restricciones de movilidad se han habituado a ello», explica.
A 3 km de los alojamientos, en Pinilla de Buitrago—núcleo de población que forma un único municipio con Gargantilla del Lozoya— está situado el Restaurante Groucho Parilla, es otro de los establecimientos que han notado en sus ingresos las cifras récord de turistas. «Hemos tenido que contratar a más personal, no damos abasto. Damos más de 100 comidas al día», comenta un camarero. No solo el sector de la hostelería y el turístico han ascendido sus ingresos sino también el sector inmobiliario. Según los datos que Rafael ha proporcionado a Madrilánea se han vendido alrededor de 15 viviendas y otras 10 han sido alquiladas durante la pandemia. «Se está vendiendo más que nunca, pero naturalmente no se justifica esta cifra con los empadronamientos», explica. Gran parte de ellos son familias con niños que tienen segunda residencia en el barrio de La Dehesa— extensión del casco urbano de Gargantilla del Lozoya, compuesto de alrededor de 300 chalé de segundas viviendas— por lo que no hay correspondencia entre el número nuevo de empadronados y el número de casas que se han vendido o alquilado. «La gente se enamora del pueblo nada más llegar. No están acostumbrados a esto, aquí hablamos todos con todos. No hay problema si no conocen a nadie porque acaban conociendo a mucha gente y se acaban yendo con muy buen sabor de boca y con ganas de volver», explica Pili.
Este municipio, como muchos otros, ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos. Reinvertir y seguir adelante, para hacer frente a la pandemia. «Invertimos en una terraza de cristal abatible, para ganar metros fuera y aprovechar más terreno. También, pusimos una barra en la ventana para que la gente entrara lo menos posible al interior», explica Juan Carlos. Además, el Ayuntamiento del municipio brindó ayudas a los empresarios que cerraron en los meses de confinamiento. «Pusimos dos condiciones: la primera que demostraran que habían tenido pérdidas comparando los ingresos y gastos del 2019 con los del 2020 y la segunda, que no destruyesen ningún puesto de trabajo», comenta el alcalde.
Otro de los municipios, situados en el Valle de Lozoya, que ha notado la afluencia masiva de turistas ha sido Buitrago del Lozoya, Rascafría y Garganta de los Montes. «La demanda de clientes en estas localidades es súper alta», afirma un paisano. En las mismas líneas, el personal de la oficina de turismo de Buitrago comenta a Madrilánea que los comercios y la hostelería están muy contentos, pero llega un momento que es excesivo. «Hay días que hay tanta gente que nos podemos tomarnos un simple botellín en nuestro propio pueblo y tenemos que ir al de los alrededores», comentan un grupo de jóvenes de Buitrago. Ante el incremento de visitantes, algunos municipios ponen en la balanza los pros y contras de la situación. «Aunque es un factor de riesgo, nos consideramos unos privilegiados. La pandemia ha disparado el turismo rural y tenemos que contribuir a que prevalezca cuando esta situación termine», concluyen. No obstante, piden responsabilidad individual para la seguridad de todos los ciudadanos.
Los orígenes de Gargantilla del Lozoya se remontan a la fundación por vecinos de vecinos de Garganta de los Montes que huían de la epidemia mortífera que acechaba a los pueblos de alrededor. Antiguamente estaba compuesto por otro núcleo de población llamado Santiago pero de ese pueblo hoy día queda en pie únicamente los vestigios de su antigua iglesia que actualmente es una ermita. En 1740, la Ermita de Santiago fue escenario histórico de las capitulaciones matrimoniales entre Juana “La Beltraneja” y el Duque de Boulogne. En ese mismo acto, se derogó el tratado de Guisando, restituyendo a Juana como legítima heredera al trono y destituyendo a Isabel la Católica. Este espacio fue declarado en el 2008 como Bien de Interés Cultural (BIC), en categoría del primer Sitio Histórico que se declaró en la Comunidad de Madrid.