Las caídas en personas mayores, un problema de salud pública
Los riesgos de caídas en ancianos suponen un elevado coste socioeconómico y deterioran la calidad de vida en este grupo de edad
En el distrito de Salamanca residen 35.059 personas de 65 o más años, de los cuales, el 39,4% están diagnosticadas c0n alguna dependencia funcional, según el Panel de Indicadores de la ciudad de Madrid 2020-2021 del Ayuntamiento. Junto a los niños, son el principal grupo de riesgo frente a las caídas, aunque las consecuencias derivadas son opuestas. La OMS destaca que las caídas son la segunda causa de muerte por traumatismos involuntarios, siendo especialmente relevante en la población de más de 65 años; un problema importante para salud pública en todo el mundo.
El estudio `Caídas en la población anciana española: incidencia, consecuencias y factores de riesgo´, publicado por la Revista Española de Geriatría y Gerontología, evidencia que, de media, una de cada tres personas de más de de 65 años sufren al menos una caída al año, aumentando el riesgo de nuevas caídas en el 50% de los casos.
Para concienciar sobre la magnitud del problema, la asociación La Atenea del barrio de La Guindalera acogió una charla dedicada a la prevención y reacción ante caídas en la calle Pilar de Zaragoza. La asamblea vecinal fue fundada hace un año, justo antes de irrupción de la pandemia, y desde entonces lleva a cabo iniciativas como el reparto de alimentos o la asesoría en temas laborales para los vecinos del barrio.
Coloquio en La Atenea
José Miota Ibarra, del Proyecto Natty, impartió la charla dirigida a los 10.151 ancianos que viven en el barrio (el 24% del total de los vecinos) y a sus familiares y allegados, para que cuenten con herramientas para enfrentarse a esta circunstancias. Como la asistencia fue limitada (solo cuatro personas acudieron), Miota aprovechó para abrir el coloquio y animar a que todos participasen con sus propias experiencias.
“Cualquier caída que se produzca en una persona mayor debería ser considerada grave. Un problema de salud mayor”, afirmó el graduado en ciencias del deporte. Miota explicó como las caídas en ancianos suelen causar fracturas que acarrean riesgos de dependencia y la posibilidad de que deriven en cirugías e intervenciones muy costosas para el sistema de salud, desbordado por otras variables como la pandemia de Covid-19. En el mejor de los casos, las caídas se limitan a contusiones, pero incluso en estos casos, Miota afirmó que es necesario revisarlas. «El mayor riesgo radica en que los moratones oculten hemorragias internas, un peligro de muerte para este colectivo», confirmó el miembro de Imnatty.
Sin embargo, los costes socioeconómicos son solo uno de los problemas derivados de las caídas. En la charla se comentó cómo el miedo influye en la vida de los ancianos, provocando que reduzcan su actividad física y prefieran quedarse en casa, impactando en su calidad de vida y vulnerabilidad frente a futuros desplomes. Una de las vecinas comentó la situación de su padre, que se niega a salir de casa desde la caída, aprovechando la pandemia como escusa. No es un caso aislado, pues todos los asistentes conocen alguna situación similar, pero tampoco se puede contabilizar de forma precisa.
«Si te quiero, mi forma de demostrártelo es animándote a caminar, acompañándote si es necesario, pero siempre priorizando su autonomía» – José Miota Ibarra
Los familiares de las personas mayores, cuya vida se ve alterada tras una caída, tienden a sobreprotegerles y a hacerse cargo de tareas como hacer la compra u otros recados, tal y como apunta Miota. «Si te quiero, mi forma de demostrártelo es animándote a caminar, acompañándote si es necesario, pero siempre priorizando su autonomía», añadió.
Como el deterioro por la edad es inevitable, desde Imnatty ponen el foco en el entorno y la función física. Desde establecer rutinas de ejercicios adaptados para fortalecer el cuerpo frente a caídas a ajustar el hogar para las necesidades de la persona. Aunque no todo el mundo se lo puede permitir, Miota recomienda crear espacios seguros con suelos antideslizantes, barandillas en zonas de riesgo o ajustando la cocina para evitar sobresfuerzos. «Evitando siempre, en la medida de lo posible, limitar su autonomía», recalca.
Una de las vecinas presentes comentó cómo su suegra dejó de salir a pasear por el monte tras una caída, hasta que un día decidieron regalarle unos bastones de senderismo. Aunque ningún médico ni especialista se lo había recomendado, consiguieron quitarle el miedo y que volviese a realizar las rutas de antes. “Un caso más que justificado” para Miota.
Las consecuencias de una caída
Emérita es una vecina de 82 años que sufrió una caída grave. Paseaba por el río en el que veraneaba con sus hermanos cuando era niña, pero en esta ocasión, tropezó con una piedra. Cayó sobre sus brazos y el impacto le rompió ambas muñecas, dejándola sin la posibilidad de levantarse. Por fortuna, consiguieron localizarla y llevarla al hospital, donde le escayolaron las dos extremidades.
Tuvo que acudir a rehabilitación durante más de un año y recibió más de treinta inyecciones de parafina para mitigar su dolor a lo largo del tratamiento. En su caso, sus hermanas y marido se hicieron cargo, ayudándola ante la imposibilidad de realizar prácticamente cualquier tarea cotidiana. «No podía hacer nada, tenía que esperar hasta la noche para que me duchase mi marido», comenta Emérita.
“Todavía me acuerdo de la piedra, aún podría reconocerla”- Emérita Jiménez
La vecina reconoce que, de no ser por su familia, no podría seguir viviendo en su hogar. Una ambulancia la venía a recoger para llevarla al centro de salud, pero el resto del día dependía de su marido y hermanos para vivir. Solo 1.836 personas mayores reciben ayuda a domicilio en el distrito de Salamanca.
En su caso, Emérita consiguió recuperarse y volver a tener la vida de antes, y vuelve a pasear junto al río cuando puede. Sin embargo, intenta evitar la zona del incidente: “todavía me acuerdo de la piedra, aún podría reconocerla”, afirma la vecina.