La odisea de Nadia: cuando te desalojan de tu vida
La señora Dmitrovskaya, ciudadana de Kiev que ha logrado escapar de Ucrania, cuenta su ‘viaje’ de 1360 km para escapar de las bombas de Putin. Actualmente está refugiada en Lublin, Polonia
Bombas, sirenas, gritos y llantos. Así se despertó Kiev el 24 de febrero mientras los misiles rusos caían en suelo ucraniano. Se había avisado ya que las tropas rusas hubieran podido invadir el territorio de Ucrania, pero nadie se esperaba que el líder ruso pudiese llegar a tanto. Nadia Dmitrovskaya, de 41 años, vive en la capital con su marido y sus dos hijas pequeñas de 8 y 3 años. Desde aquella mañana ha cambiado su vida y ella ha decidido contar su historia a Madrilánea.
Día 1- El comienzo de la pesadilla
En la madrugada del 24 febrero de 2022 Putin anunció la invasión en territorio ucraniano con la frase famosa: “acción militar para desnazificar Ucrania”. Bombardeos a edificios, continuos disparos en las calles despertaron a Nadia y su marido. La preocupación más grande de esta familia ucraniana estaba dirigida a las dos hijas pequeñas, de 8 y 3 años. “El primer día de invasión nos escapamos a Kiev a casa de mis padres porque las niñas estaban demasiado impactadas. Nosotros también estábamos perturbados, pero nos hicimos fuerza mutuamente porque la situación lo requería” cuenta Nadia. Durante la primera noche “las bombas seguían cayendo en la ciudad y el terror determinó nuestra decisión de dejar la capital. La mañana siguiente nos fuimos al oeste del país, en la región de Volinia”, concluye la mujer.
Día 2- El refugio
La mañana del 25 de febrero Nadia, su marido y las hijas se marcharon hacia Volinia con el coche de familia. Se llevaron consigo mismos los documentos, una reserva de gasolina para llenar el depósito, comida y unas mantas para defenderse del frío invernal. Esto era todo lo que necesitaban. El plan de la familia era quedarse en uno de los refugios que se iban creando en esas zonas en la frontera con Polonia.
Después de siete horas de viaje y 500 km recorridos la familia encontró protección en un albergue que estaba hospedando personas que escapaban del conflicto. “Aquí la zona era más tranquila-subraya Nadia-aunque sonaban todo el día las sirenas, no habían ni disparos ni bombas. Mis hijas lograron calmarse y además volvieron a comer algo después de casi un día de ayuna”. Todo apuntaba a que iba a haber un descanso para la familia de Kiev después de dos días de agitación máxima. La tregua terminó antes de lo esperado: a las 5 de la mañana del tercer día en la ciudad empezaron a sonar sirenas y múltiples ataques de misiles se registraron en las zonas limítrofes.
Día 3- En búsqueda de tranquilidad
Cuando todo parecía calmarse, la guerra y Putin volvían a sacudir la vida de una de las tantas familias ucranianas en búsqueda de un lugar seguro. Nadia relata que, aquella mañana del 26 de febrero, lograron empacar sus cosas y decidieron escapar con el coche hacia el sur, en la región de Ivano-Frankivsk. La preocupación y la ansiedad de caer en manos de los rusos “nos empujó a tomar esta decisión”. Después de otras seis horas de viaje la familia llegó al sur de Ucrania. Mientras tanto, en estos días, se intensificaron los ataques de Rusia en diferentes regiones del país. “Estaba en contacto constantemente con mi madre en Kiev que me comunicaba las noticias desde allí.
Las tropas seguían destruyendo colegios y hospitales con bombas y los soldados disparaban a civiles en la calle, esto fue uno de los momentos más difíciles”, afirma desesperada la mujer ucraniana. En la capital del país al mismo tiempo había falta de luz, casi inexistente la conexión a Internet y “el miedo de aislarse del mundo me obsesionaba” sigue contando Nadia.
Día 4- «La decisión más difícil de mi vida»
Las cosas empeoraban día tras día en Ucrania. Las noticias provenientes de Kiev no garantizaban tranquilidad a la familia de Nadia que se encontraba, al cuarto día de invasión, en el sur del país. “El domingo 27 de febrero fue el día más duro que recuerde de mi vida”, continúa el relato la madre de las dos pequeñas. “Tuvimos que tomar una decisión drástica por la seguridad de las niñas. Elegimos dejar Ucrania y huir a Polonia: yo con mis hijas mientras mi marido se quedaba para luchar y resistir contra el avance ruso”, explica la testigo. Una toma de conciencia que subraya la fuerza de esta familia.
“Dejamos el coche a mi marido y nos fuimos con un bus a un pueblo de Polonia a la frontera cerca de Przemyśl. Las niñas lloraban y suplicaban que el padre nos las dejara solas, me he sentido destrozada por dentro; esto es lo que provoca la guerra” concluye Nadia en su cruel relato.
Tuvimos que tomar una decisión drástica por la seguridad de las niñas. Elegimos dejar Ucrania y huir a Polonia: yo con mis hijas mientras mi marido se quedaba para luchar y resistir contra el avance ruso
Día 5- Actualidad: entre paz e incertidumbre
Después de haber sufrido duros golpes, el objetivo de la madre quedaba inalterado: llevar a sus hijas a un lugar seguro. Nos cuenta que una vez llegadas a Polonia en bus buscó de cualquier manera una posibilidad para refugiarse en un sitio que pudiese calmar el ánimo roto de las infantas. “Cuando pasé la frontera sentí algo raro adentro porque sabía que estaba entrando en un país de paz mientras mi gente moría bajo los ataques rusos”, relata la señora Dmitrovskaya, añadiendo que “viajamos un día entero hasta llegar a Lublin, donde encontramos refugio gracias a una chica ucraniana que había vivido ahí unos años y nos ayudó hallando un sitio seguro: jóvenes polacos que nos hospedaron y que agradezco cada día” concluye Nadia.
Actualmente la familia de Kiev está dividida: el padre de las chicas se encuentra en Ucrania para luchar contra la invasión rusa mientras la esposa se encuentra en Lublin con las hijas en un sitio seguro. “No estoy tranquila porque no logro tener muchos contactos con mi país, sé muy poco de mi marido y de mi madre que se está escapando de Kiev, actualmente no sé dónde se encuentra, solo espero que esta locura de Putin sea temporal y se acabe cuanto pronto” termina su historia Nadia.
La historia nos enseña que el conflicto no es una solución y este es solo un testigo entre los millones de personas que están escapando de Ucrania. El ser humano no aprende de los errores del pasado, la guerra no derrumba solamente edificios sino familias.