La historia de redención de La Vaguada: de centro comercial denostado a plaza de barrio
El primer espacio multisectorial de Madrid cumple 39 años desde una apertura que se retrasó por la presión vecinal
Los autobuses que pasan por el Barrio del Pilar se vacían al llegar a La Vaguada, un centro comercial, el primero de Madrid, que no siempre fue el emblema que es hoy. Donde ahora compran, pasean y disfrutan ancianos y jóvenes, ayer se manifestaban. El movimiento vecinal arrancó infraestructuras y servicios básicos para un barrio víctima del Madrid de la teja y el urbanismo desmedido.
La Vaguada (antes, ‘Madrid-2’) cumplió el pasado mes de octubre 39 años, en un contexto de incertidumbre tras dos años de pandemia. Desde su nacimiento, el centro comercial ha ido adaptando su estrategia empresarial a las necesidades del madrileño actual. A día de hoy, cuenta con más de 200 tiendas y es uno de los espacios comerciales más demandados en la ciudad para franquiciados y grandes grupos textiles. Repartido en tres plantas, su diseño inicial tuvo que adaptarse a las demandas de los vecinos. Cuando la sociedad francesa La Henin adquirió los terrenos de La Vaguada en 1973, no imaginaba que la apertura iba a producirse una década después, el 24 de octubre de 1983. “Mañana os devolvemos la Vaguada. Madrid-2 es vuestro”. Fueron las palabras con las que el promotor del centro comercial, Jean Louis Solal, puso fin a la guerra abierta con los vecinos por uno de los proyectos urbanísticos más polémicos del Madrid del desarrollismo.
El Barrio del Pilar pre-Vaguada
El promotor inmobiliario José Banús, uno de los grandes constructores del régimen franquista, era el propietario de casi todas las edificaciones y terrenos de un primitivo Barrio del Pilar. Tal era su poder en la nueva barriada que se cree que fue llamada así en honor a su esposa, María del Pilar Calvo Sánchez de León. Aquel Barrio del Pilar pre-Vaguada recibió la inmigración masiva de obreros dispuestos a trabajar en la capital, y, a principios de los años setenta, era ya uno de los núcleos urbanos con mayor densidad de población de toda Europa, pero carecía de infraestructura básica, servicios y zonas verdes. Con las primeras protestas vecinales por la falta de dotaciones sociales, Banús vendió a La Henin una vaguada de 23 hectáreas junto a la calle Monforte de Lemos, entre la Ciudad de los Periodistas y el Barrio del Pilar, una de las pocas partes libres y recreativas que tenían los vecinos. “Los niños jugábamos allí al salir de clase; había terraplenes, un campo de fútbol y pequeños campos de cultivo”, recuerda Fernando Cifuentes, presidente de la Asociación de Comerciantes del Barrio del Pilar.
Al otro lado de la vaguada vivía Luis. Recuerda que en 1973 los terrenos de la Ciudad de los Periodistas y el colegio Valdeluz eran lo único urbano al norte del Barrio del Pilar. En medio quedaba ese “descampado colosal”, con un terreno abrupto, en cuyos recovecos se podía jugar sin ver, a derecha o izquierda, parte del horizonte. Solo una carreterucha -Ginzo de Limia- de doble sentido unía el Barrio del Pilar con la que hoy es la gasolinera antes de Fermín Caballero, “que ni tenía puesto el nombre”, rememora. “De niños íbamos con mi abuelo a la zona que hoy es la M-30 y el centro comercial a jugar al fútbol. A veces íbamos más lejos y jugábamos más allá de Ginzo de Limia, a los terrenos donde hoy muere Arzobispo Morcillo. Todo era un descampado donde te encontrabas un rebaño de ovejas, y muchos niños nos llevábamos el balón para ir a jugar”, evoca de aquella época.
La Vaguada es de todos
Tiempo después se supo que trece hectáreas de ese terreno estaban reservadas para un centro comercial de dimensiones colosales, en un momento en el que el vecindario demandaba escuelas, centros sanitarios, parques e instalaciones deportivas. Ese fue el comienzo de una batalla de siete años, entre 1976 y 1983, que involucró a los vecinos, pequeños comerciantes, partidos políticos, Ayuntamiento y a la propia empresa promotora del proyecto, que tiempo después confesó que fue embaucada por Banús y que desconocía la situación en la que se encontraba “políticamente” el terreno, tal y como recogió el diario ABC. El malestar vecinal se canalizó a través de una asociación creada ad hoc, ‘La Vaguada es nuestra’, entre los que figuraba el ministro del Interior del primer Gobierno socialista, José Barrionuevo, que vivía cerca de los terrenos donde se iba a edificar ‘Madrid-2’.
En diciembre de 1976, el movimiento vecinal atrajo la atención -y simpatía- de buena parte de la sociedad madrileña. Peridis, Máximo y Forges ilustraron unas reivindicativas felicitaciones navideñas dirigidas al alcalde, Juan de Arespacochaga, y en 1977 comerciantes de toda la ciudad se sumaron a la huelga en contra de la gran superficie y cerraron sus negocios. Durante todo ese año, el de mayor actividad, se sucedieron manifestaciones, acampadas y hasta el primer ‘escrache’ en España contra la residencia del alcalde, según rememoran desde el Grupo de Historia Urbana del barrio. “Recuerdo, los domingos, las caravanas de coches, con pancartas y banderas políticas -eran los primeros años de democracia y eso antes no existía-, con las bocinas, los atascos provocados y el lema de ‘La Vaguada es nuestra’”, explica Luis.
Los meses seguían pasando y las obras no comenzaban. Con la victoria de los socialistas en las elecciones municipales de 1979, el nuevo alcalde, Enrique Tierno Galván, retrasó aún más el inicio de las obras. Con el tiempo, la presión vecinal decayó y, aunque llegaron a proponer una permuta de terreno, el Ayuntamiento era incapaz de afrontar el gasto. Las alternativas a la construcción del complejo eran quimeras, fantasías, porque, a fin de cuentas, La Henin era la propietaria del terreno y solo necesitaba la licencia de obra para poner en marcha un proyecto que el Consistorio no podía frenar durante mucho más tiempo: era totalmente legal y la construcción parecía inevitable. En cualquier caso, la promotora francesa aceptó renegociar los aspectos más polémicos del proyecto y hacer algunas concesiones a los vecinos: una parte del terreno se dedicó a la construcción del centro cultural, la biblioteca, el centro de salud, la piscina municipal y el Parque de la Vaguada.
El comienzo de las obras no logró calmar los ánimos de algunos sectores, como el del pequeño comercio, que pasó de rechazar por completo un proyecto que iba a arrasar sus negocios, según pensaban en aquel momento, a demandar un acceso preferente a los locales comerciales de la macrosuperficie. En un intento desesperado por paralizar las obras, un vecino llegó incluso a atarse en lo alto de una grúa durante varias jornadas. Hasta prácticamente el mismo día de la inauguración de ‘Madrid-2’ un grupo de parados permaneció encaramado en las jardinerías de la fachada, sin éxito. “Hubo mucha polémica porque los pequeños comerciantes pensaban que eso iba a significar su muerte, cosa que no ocurrió, por supuesto”, recuerda Fernando Cifuentes, presidente de la asociación a la que, a día de hoy, están adheridos unos 1.500 comercios, “una de las más fuertes de Madrid”, afirma.
Un comercio unido
Hoy, 39 años después de su apertura, La Vaguada y el pequeño comercio del barrio son “aliados”. “Mi lema es ‘nunca enfrentarnos al centro comercial La Vaguada’, porque lo que nos ha traído es tráfico; es decir, gracias a La Vaguada hay muchísima más gente que llega a nuestro barrio y puede visitar nuestros comercios”, sostiene Fernando Cifuentes, quien define su labor como de “conciliación y de colaboración” con el centro comercial: “el objetivo es, realmente, colaborar, no enfrentarnos”, añade.
El Barrio del Pilar respira asociacionismo. Se nota nada más llegar al Centro Comunitario ‘Guatemala’, donde la Asociación de Comerciantes del Barrio del Pilar tiene su sede, al igual que otro puñado de asociaciones de la zona. ACOBPILAR se fundó hace cinco años, y, desde entonces, representa los intereses de los comerciantes del barrio, pero también de los negocios de barrios limítrofes. “Cualquier persona que venga de otro barrio también las aceptamos; no somos exclusivos”, comenta al respecto Cifuentes.
En el cuarto piso del edificio, en una aula de colegio, la 31.1, atiende llamadas, plantea futuras campañas y atiende a los visitantes -o periodistas-. Es fácil darse cuenta de que ACOBPILAR no es una asociación corriente: además de representar a los comerciantes, saca adelante todo tipo de campañas y movimientos solidarios. “Siempre es la sociedad civil la que se moviliza e intenta ayudar a los vecinos”, asume Fernando Cifuentes. Una de esas acciones, que además demuestra las buenas relaciones con La Vaguada, son los monólogos que, cada viernes, ofrece Jaime Gili en los cines del centro “para dinamizar el barrio”. “Va muy bien y estamos muy contentos”, añade.
En ese sentido, desde la asociación son partidarios de caminar juntos y “mirar al futuro”, porque “son servicios diferentes” y, como tal, complementarios. “A nuestros comercios les llamamos centros comerciales abiertos: la gente puede disfrutar de un trato mucho más personal y cercano. Hay muchos vecinos que solamente hablan con su tendero, que se sabe su nombre, algo que no ocurre en una gran superficie”, destaca el presidente de los comerciantes.
El hacha de guerra se enterró hace ya muchos años. Las heridas sanaron y los rencores se fueron diluyendo. Hoy, Barrio del Pilar, vecinos, comerciantes y el primer centro comercial de Madrid son uno. La Vaguada es suya, es de todos.