El desconocido efecto analgésico de la biblioterapia
Psicólogos, escritores, bibliotecarios y pacientes coinciden en que la actividad literaria actúa como bálsamo del dolor mental y confían en su poder sanador
Lorca aseguró, cuando las hojas del neonato otoño del 31 aún estaban por caer, que no sólo del pan vive el hombre. «Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro», expresó el poeta en lo que fue la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal. Pero el granadino no estaba exento de razón. Existen libros que cimentan, edifican y reconstruyen. Autores capaces de gestar diálogos en los que hallar quietud, engendrar conversaciones sobre la vida y sus infortunios —o no— a través de personajes refugio y generar largos y constructivos coloquios en la mente de quienes los leen. Obras que culminan en el hallazgo de soledades beatíficas, porque es vital estar bien cuando se está con uno mismo.
«Es por la herida que entra la luz», formuló Rumi, poeta sufí, y resalta Jordi Nadal, autor de ‘Libroterapia’, editor y fundador de Plataforma Editorial. «Aquella literatura que habla del dolor te hace sentir menos solo», expresa el escritor. Numerosos estudios avalados por prestigiosas universidades, tales como la Universidad de Navarra o la Universidad Complutense de Madrid, y científicos demuestran que la lectura es buena para la salud física y mental. «Hay una literatura científica que demuestra las ventajas de la lectura más allá del sentido común. La literatura sirve para crear mejores condiciones de educación y darte más medios y elementos para defenderte. Quien lee, en general, está más preparado para la vida», manifiesta.
Carlos Ruíz Zafón equiparó los libros con espejos en los que «sólo se ve en ellos lo que uno ya lleva dentro». Y a veces son necesarios esos espejos. Pero en ocasiones, cuando la montaña no va a Mahoma, esas hojas curativas tienen que ser recetadas. Es lo que los psicoterapeutas denominan biblioterapia. La biblioterapia es un recurso terapéutico, que bien se puede emplear en terapia individual o grupal, en la que el terapeuta receta, con previo estudio, un libro, una historia o fragmentos del mismo que se relacione directamente con la problemática del paciente. Tras su lectura, el paciente comparte sus interpretaciones de lo leído y cómo esa historia la relaciona con sus vivencias y dificultades. El objetivo es que el individuo se sienta identificado con el protagonista y extrapole las soluciones que este dio a sus problemas a los suyos propios. Es una extensión de la propia sesión terapéutica, se utiliza como una herramienta más o como una parte complementaria para apoyar el proceso terapéutico.
Según Raquel Tomé, psicóloga sanitaria, psicoterapeuta, neuropsicóloga y directora de Centro Guía de Psicoterapia de Madrid, el psicólogo recomienda, en ciertos momentos del tratamiento, leer ciertos títulos si comprende que con ello favorece el proceso de curación porque brinda información, apoyo y orientación en forma de lectura de libros e historias, contribuye de forma positiva a los objetivos terapéuticos o refuerza ciertos conceptos o estrategias o promueve cambios saludables en el estilo de vida de la persona.
Leer sana
«La biblioterapia es más vieja que el mundo. Leer cura y si no cura, ayuda. No todos los médicos curan porque no todas las enfermedades son curables, pero cuando ya no te pueden curar, te pueden cuidar y acompañar. La buena literatura es como esa persona que te cuida y te acompaña cuando estás viviendo. No es exactamente que la literatura cure, curar es un término que entra en el campo de las ciencias de la medicina, pero puede aliviar», expresa Nadal. Así pues, no se debe confundir el término biblioterapia con los denominados libros de ‘autoayuda’, los cuales, según Tomé, «muchos están escritos auspiciados por intereses estrictamente comerciales y no están fundamentados científicamente, por lo que pueden resultar banales, anodinos o incluso sugerir soluciones inadecuadas». Sebastián Mera, quien dirige su propio gabinete psicológico, añade: «La biblioterapia sería más como una ‘receta a la medida’ del paciente, mientras que los libros de autoayuda son una visión más molar de las problemáticas de la ciudadanía en general».
Esta herramienta terapéutica ha demostrado su eficacia en el tratamiento de la ansiedad, la depresión leve y los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Hace dos años Carla L. comenzó a ir a terapia debido a un TCA, en donde le realizan abordaje multidisciplinar. A lo largo de la terapia de recuperación, tanto su psicóloga como su nutricionista le mandaron la tarea de leer diversos libros, tales como: ‘Me quiero, te quiero’, de María Esclapez; ‘Comer sin prejuicios’, de Marta García López o ‘¿Por qué como si no tengo hambre?’, de Marian del Álamo, entre otros. «Ahora estoy leyendo ‘Acepta y vuela’, de Marta Jiménez. En él subrayo las frases que más llaman mi atención. Lo leo, lo trabajo y posteriormente lo abordamos en consulta. También me mandan escribir cartas dirigidas a mí misma, a ‘yos’ de diferentes momentos de mi vida, perdonándome o aceptándome. Me ayuda mucho este tipo de consulta. Es como ir a terapia conmigo misma, gracias a las herramientas que mi psicóloga me otorga», declara la joven.
Existen cuatro tipos de biblioterapia, tal como expone Tomé: la creativa, llevada a cabo en un entorno grupal; de desarrollo, empleada en entornos educativos en los que se abordan problemas o dificultades de la infancia y la adolescencia; prescriptiva, empleada en entornos clínicos o en el hogar y terapéutica, empleada dentro del marco de un proceso terapéutico para abordar problemas psicológicos. Cualquier tipo de problemática puede ser aliviada con la biblioterapia, según afirma Mera: «Lo importante es saber qué es lo que busca cada paciente en particular. La psicología es la ‘ciencia del comportamiento’, y este estará influenciado por las creencias y esquemas de pensamiento de los lectores. Es una cuestión de actitud».
Biblioterapia para todos
Existen diversas librerías y bibliotecas que realizan talleres de biblioterapia para aquellas personas que no tienen los recursos para acudir de forma regular al psicólogo. Juan Sobrino, bibliotecario y director de la Biblioteca Municipal de Soto del Real, puso en marcha ‘Biblioterapia para mayores’, un proyecto orientado a las personas mayores cuyo objetivo es acercar la lectura a este grupo de edad a través de actividades de animación de la lectura, tales como cuentacuentos, recitales de poesía u obras de teatro. Tal como expresa Mera: «La lectura es una actividad que ejecuta capacidades de imaginación y memoria e incrementa el flujo sanguíneo cerebral, a la vez que ayuda a reducir el estrés». Asimismo, Sobrino declara que, cuando han acudido a residencias para realizar estas actividades literarias, diversos terapeutas les han asegurado que «el consumo de ansiolíticos desciende».
Durante la pandemia, Sobrino y su biblioteca se vieron obligados a cancelar los talleres presenciales y trasladar esta iniciativa a las conversaciones telefónicas. Sobrino se encargaba de leer a Olvido, y tuvo que comenzar a hacerlo por teléfono. Cuenta que un día decidió ir a la floristería y le expresó a Ana, la florista, que le proporcionara «unas flores que olieran especialmente bien», pues Olvido era invidente. Cuando el bibliotecario entregó las flores en la residencia Olvido no dudó en llamarle, y le expresó: «Estas flores huelen tan bien como las historias que me lees por teléfono».
Sobrino no se imaginaba que el proyecto fuera a tener tanta repercusión. Lo que para él era algo meramente local se llegó a convertir en un proyecto global. Una iniciativa que ha crecido y transformado en distintos lugares y de diferentes formas. «La lectura sirve para mejorar la calidad de vida de las personas, y ese convencimiento que teníamos lo hemos visto reflejado en la realidad». Si Lorca siguiera entre los vivos no dudaría en incentivar este tipo de proyectos. «¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir “amor, amor”, y que debían los pueblos pedir como piden pan», como diría el poeta, aquel reciente otoño, en la inauguración de lo que para Borges sería el paraíso.