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Malasaña hoy, «ni alternativo ni de izquierdas»

El barrio se ha convertido en ‘un lugar más’ para salir en Madrid. Trabajadores y habituales de la zona tampoco creen que se pueda enmarcar a la gente que lo frecuenta en una corriente política concreta

Terraza de un bar en la Plaza del Dos de Mayo de Malasaña | ABC

Cuando pides un ‘yayo’ en Casa Camacho el camarero te mira desde arriba. «Hoy vienen matrimonios que se conocieron bebiendo aquí, también sus hijos», cuenta Ambrosio desde detrás de la barra mientras sirve otro trago. El cóctel —una mezcla de vermut, ginebra y gaseosa, que tratan como el secreto de la Coca Cola— es distintivo de este local ubicado en el número cuatro de la calle San Andrés en Malasaña, y tiene la cantidad de alcohol justa para hacerte consumir rápido sin llegar a la borrachera, en una estrategia de negocio perfecta.

La barra del bar está recubierta de chapa, y del techo cuelga un ventilador de aspas que acumula casi el mismo polvo que las botellas dispuestas en el último peldaño de la estantería del bar: «Llevan ahí desde 1929, cuando se abrió. Su valor es incalculable», apunta Daniel, otro de los camareros. Entre los barriles de vino que decoran la parte trasera del bar, lava vasos en un balde sin perder ojo de los platos de aperitivo de los clientes, que intenta que estén siempre llenos. Al mismo tiempo, trata de dar una respuesta al porqué de los estereotipos que caracterizan la zona y la gente que la frecuenta.

¿Es Malasaña un barrio de izquierdas?

—Yo no creo que sea verdad que Malasaña es un barrio izquierdoso. Las pulsiones políticas de la gente varían. Sí es verdad que el progresismo siempre ha sido una corriente de pensamiento que trata de romper con los moldes de la moda, la intelectualidad… Aquí puedes vestir como quieras, haces lo que te da la gana…

Entonces, ¿por qué se asocia a la gente que viene aquí con esa corriente política?

—El ser humano tiende a clasificar, necesita tener las cosas controladas porque realmente a lo que más miedo tiene es a lo desconocido. Aquí en el bar tenemos desde el parroquiano que viene de toda la vida, hasta mexicanos, alemanes, estadounidenses… Te digo que aquí hay tantos votantes de Vox como puede haber en cualquier otro barrio de Madrid.

¿Es comparable el momento actual con la Movida?

—En los 80 lo que llega aquí es lo marginal, que al final buscaba su sitio y acabo en Malasaña. El barrio por aquel entonces era una ruina, una escombrera, todo lleno de yonquis… Ahora es distinto, aquí lo que viene es gente pudiente.

Al otro lado de la barra están Alicia y Gabriel. Ella vino de Galicia a Madrid para estudiar Ciencia Política hace seis años. Él se escapa de su trabajo en Francia siempre que puede para venir a visitarla. «Al final, por una cosa o por otra, siempre terminamos en Malasaña», comentan. Su rutina favorita es quedar los domingos en la plaza del Dos de Mayo para tomarse un vermut al sol.

—¿Por qué Malasaña?

—Alicia: La zona tiene eso de que vienes a tomarte una caña y no sabes ni dónde ni cómo vas a acabar. Hay guiris, gente del barrio, gente que vive en Madrid y viene. Es una mezcla guay y a la vez molesta la masificación.

—Gabriel: Está muy bien porque es una parte más del centro. Vienes de fiesta y luego te vas tranquilamente a casa. Hay muchas cosas que hacer, aunque es verdad que hay demasiada gente.

—¿Creéis que es una zona que frecuenta gente ‘de izquierdas’?

—A: No lo sé. Se supone que aquí está lo alternativo, pero realmente es ‘algo más’ de la ciudad. Ha perdido en parte la esencia. Simplemente es un sitio turístico más, donde te tienes que pelear por una silla.

—G: Si son de izquierdas, son de una falsa izquierda. Realmente quien viene aquí es gente pija.

—A: Estoy de acuerdo. Puedes venir aquí y estéticamente creerte que eres progresista y alternativo, pero en realidad es gente de clase alta poco comprometida. Tanto los que viven como los visitantes.

En definitiva, de acuerdo con la visión de quienes frecuentan el barrio —sea por una cuestión laboral o de ocio—, Malasaña se habría convertido en una zona de paso más en el centro de Madrid. En sus locales entra gente de todo tipo, y los tópicos con que habitualmente definen al barrio responden a la clásica estrategia política de dividir a la sociedad entre amigos y enemigos, creando bloques enfrentados. Como comenta Alicia: «Esto ya no es alternativo ni nada. Es el lugar al que va todo el mundo a hacer lo que hace todo el mundo».

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