La pornografía, un tsunami que genera violencia entre los más jóvenes
Psicólogos e investigadores reconocen que existe una relación entre la agresión y este material explícito ante el aumento de casos de violaciones y abusos sexuales de menores a menores
Raúl Martínez es un hombre felizmente casado con Beatriz y tiene tres hijos. Es un madrileño que reconoce que no cambiaría su vida por nada, aunque hace dos años no podía decir lo mismo. «Estaba siempre enfadado, triste, cabreado con todo el mundo y todo me molestaba», explica. También, reconoce que a veces perdía hasta el gusto por las cosas: «Llegó un punto en el que no me apetecía comer, ni ver un partido de fútbol, ni siquiera jugar con los niños». Su trato hacia su mujer fue cambiando conforme avanzaron los años de matrimonio. «Siempre le exigía, hasta el punto de pedirle la perfección, incluso llegando a la violencia», manifiesta conteniéndose las lágrimas. Aunque antes no era capaz de reconocerlo, ahora afirma saber verdaderamente el origen de todas las discusiones. «Todos los conflictos siempre venían de la misma causa», admite. Esta causa es la pornografía.
Historias como las de Raúl llegan diariamente a ‘Dale una vuelta’, una entidad pionera en España que se encarga de combatir la adicción a la pornografía a través de tres pilares: la terapia y atención psicológica, la divulgación de datos y cifras sobre este consumo y la prevención a través de campañas escolares. Jorge Gutiérrez es el director y reconoce que en estos cinco años de fundación han ayudado a más de 5.000 personas: «Impulsar una organización como esta era una gran necesidad porque en España hasta ahora no había nada parecido».
La pornografía en sí es atractiva y, según Gutiérrez, es fácil acceder a ella por el simple afán de curiosidad que hay en los jóvenes. «Es un atractivo sexual muy potente que tienen a mano y, ante emociones negativas, la pornografía es una forma de paliar, relajarse, calmar y evadirse fácilmente», asegura. En 2015 la edad media de inicio de consumo de pornografía era de 15 años. Ahora, varios estudios, como el del investigador Lluís Ballester, indican que el 70 % de los niños empieza a ver pornografía a los 8 años y a consumirla de forma generalizada a los 14. El descenso de la edad de inicio del consumo de pornografía podría deberse, según Gutiérrez, a una sociedad hipersexualizada que se manifiesta en muchísimos sentidos como en series, canciones o películas: «Es evidente que hay una gran sexualización de actitudes, comportamientos y prácticas en los contenidos de algunas plataformas y eso ayuda a que se dé un paso a contenidos más extremos».
Javier Ros es sociólogo, profesor de la Universidad Católica de Valencia e impulsor del primer posgrado en España sobre prevención, detección y acompañamiento de la adicción a la pornografía, y asegura que el acceso tan temprano a las pantallas es una de las grandes causas. «La puerta al consumo de pornografía es a través de las pantallas. Antes uno tenía que ir al quiosco a comprar revistas y se hacía a escondidas. No era algo inmediato y requería de una reflexión previa. Ahora el acceso es ilimitado». Además, reconoce la responsabilidad de los padres en esta cuestión. «Los padres pagamos a nuestros hijos el consumo de pornografía. Nosotros les compramos el móvil o la tablet, pagamos su conexión a internet y el control que hacemos de ellos es bastante cutre». Gutiérrez reconoce que, aunque hay algo más de concienciación, hay muchos padres que tienen la seguridad de que su hijo no ve esas cosas aunque lo hagan: «Los padres tienen una gran responsabilidad y deben tener la valentía de hablar con confianza y seguridad sobre estos asuntos para prevenir la adicción».
Los jóvenes que consumen pornografía son conscientes de las consecuencias que provoca en ellos. Álvaro Gimeno tiene 24 años y reconoce que las consecuencias en él han sido evidentes: «Provocó una verdadera adicción, falta de autoestima, síndrome de abstinencia, tolerancia, dependencia, miradas obsesivas en el trato con mujeres y con miradas compulsivas por la calle, plantearme el consumo de prostitución para vivir experiencias cada vez más reales». Empezó a consumir con nueve años, cuando unos hermanos suyos y amigos le introdujeron en ese mundo. Desde hace siete años recibe ayuda especializada, aunque no ha conseguido librarse todavía definitivamente. «Es una trampa muy engañosa», reconoce.
Estos comportamientos no solo afectan al individuo en concreto, sino que acarrean consecuencias en los más allegados. Raúl y Beatriz conocen bien todo esto. «No es que yo estuviera fuera de control, pero reconozco que era mi vía de escape», explica Raúl. El consumo se convirtió en un «círculo vicioso» que le hizo caer en un pozo sin fondo. «No me di cuenta hasta que pedí ayuda, pero cada vez que la veía, discutía con mi mujer ese día», afirma. «Cuando ella lo supo todo, no confiaba en mí y llegó a decirme que no me reconocía, no por lo que hacía, sino en cómo reaccionaba en otras ocasiones», manifiesta Raúl. Además, reconoce que se llegó a plantear vivir un tiempo separados. «Nunca se lo llegué a decir, pero a veces pensaba en irme un tiempo fuera, a ver si así se solucionaba», añade Marcos. El porno se convirtió en una exigencia profunda para ambos: «La pornografía me pedía más y más, yo prácticamente ponía mi esperanza en conformarme con eso, y el consumo no me devolvía nada. Era muy duro y yo no podía solo».
Violencia y pornografía
La violencia sexual ha aumentado considerablemente en los últimos meses. Los dos últimos casos fueron este mes en Cataluña, donde un chico de 15 años presuntamente violó a una chica de la misma edad, y seis jóvenes agredieron sexualmente a una niña de 11 años. Situaciones como esta ponen el acento en la temprana edad con la que jóvenes cometen este tipo de actos.
Javier Ros asegura que conforme uno entra en la pornografía, los umbrales de la satisfacción se ensanchan y necesitan subir de nivel. «Cuando uno consume este contenido, su cuerpo le pide más y necesita contenidos con mayor carga sexual y violencia. Se puede entrar en una espiral conductual peligrosa», asegura. También Gutiérrez reconoce que aunque las violaciones y agresiones sexuales tienen muchos factores sociales, no hay duda de que la pornografía relativiza esas agresiones ya que son frecuentes en ese contenido. «Es un paso más que se necesita para alcanzar el placer y es un gran factor de riesgo. Aunque no es la causa principal de comportamientos como ese, sí que podría ser una de las secundarias».
Aunque no hay muchas investigaciones, Ros asegura que sí que existe una relación directa entre la pornografía y la violencia o las drogas porque la necesidad de llegar a un mayor nivel de excitación conlleva a conductas de riesgo. «En estos contenidos se ve cómo se usa a la persona, especialmente a la mujer. La pornografía es la ciencia ficción de la sexualidad. Lo real no es así y por eso lleva a la frustración. De ese modo, los encuentros sexuales que no cumplen los estándares pornográficos pueden desembocar en situaciones de dominación, violencia e ira».
¿Cuándo soy adicto?
Muchos de los jóvenes que consumen pornografía se preguntan si son o no adictos realmente a este contenido. Gutiérrez afirma que para saber si uno es adicto al porno necesita reconocer algunos comportamientos como el síndrome de abstinencia, la modificación del humor, la necesidad de consumir el contenido para transformar algo desagradable en un bienestar, conseguir a través de ella una forma de evasión para sentimientos desagradables o recaídas a pesar de haber intentado dejarlo. «Uno de los factores que aparecen es la saliencia. Esto sucede cuando el porno adquiere un alto nivel de protagonismo en tu día a día. A grandes rasgos, una persona es adicta cuando nota que después de intentos sin consumir acaba recayendo y nota que, a pesar de ser perjudicial para las relaciones, sigue acudiendo a ese contenido», asegura el director.
Muchos adictos no son conscientes del problema porque, según Gutiérrez, el comportamiento de estas personas es silencioso y, aunque deja una profunda huella, no se nota físicamente y aparentemente todo está igual. Sin embargo, ser consciente de la adicción es necesario para curarse de verdad: «El primer paso es darte cuenta de que tienes un problema y pedir ayuda. Si no ves el daño que te puede hacer este contenido es imposible salir de ahí».