La arquitectura como caligrafía de la historia
En el corazón de Hortaleza, un cuarteto de cuerda inunda con sus arpegios un edificio que pudo haber sido diseñado por el arquitecto y ministro nazi de Armamento y Guerra Albert Speer. Son especulaciones extendidas pese a que no existe documentación que lo acredite (ni desmienta) y solo queda como pista el estilo neoclasicista propio de la arquitectura del Tercer Reich. El guión oficial, sin embargo, dice que la actual sede de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid es obra de Antonio Navarro Sanjurjo. Allí, entre paredes revestidas de estuco y grandes ventanales, ensayan sus 140 integrantes.
Esta es sólo una de las historias que esconden los edificios del barrio, pero que el arquitecto Ursicino Endaman Nsé sabe leer en sus muros. Desde la Iglesia de San Matías y el recinto de Clara Eugenia, hasta el edificio Mirador o las casas anónimas del barrio.
El terreno donde se erige el teatro forma parte de la antigua finca de recreo del Duque de Frías que visitaba Fernando VII. Pero tras dividirse en varias partes y pasar a manos privadas, las presiones vecinales en los años 80 consiguieron que se transformase en parque público. También lo lograron con el espacio de recreo que alberga el peristilo (galería de columnas que rodea un edificio o parte de él), hoy lleno de grafitis.
Iglesia de San Matías
A la derecha de su entrada hay una calle peatonal: una evocación del antiguo pueblo de Hortaleza. A su izquierda está el asfalto: un reflejo del crecimiento posterior. Este espacio quizá es el que mejor sintetice la evolución del lugar. La iglesia parroquial de San Matías es de estilo neomudéjar pero sin serlo del todo. Era uno de los edificios más antiguos del barrio, pero se derrumbó hacia 1850 y lo que hoy se observa es fruto de varios proyectos. La evolución del propio barrio modificó su arquitectura: la que iba a ser una iglesia de tres naves, acabó siendo de una. Su fachada hoy está parcheada por ladrillos más claros, la cimentación nueva aflora con una cubierta de granito y una rampa para minusválidos recuerda también los cambios en la legislación.
La plaza de la Iglesia sigue manteniendo cierta esencia antigua. Es distinta a las plazas duras de ahora, que son explanadas enormes. Según Nsé, el recinto debió plantearse como una extensión de la iglesia, pero ahora está cerrada por bancos enfrentados y pilones de hormigón «hechos de forma chapucera».
Los edificios paralelos del Mar Caspio
Cerca de allí, en la calle Mar Caspio, frente a la oficina de Correos, tres bloques de viviendas se expanden en paralelo a la vía. Tienen la misma estructura y construcción, pero su fachada va simplificándose según se alejan. Mientras el primero muestra balcones y ladrillos, el segundo sólo mantiene los rectángulos de cerámica en el lateral y la fachada pintada de amarillo. En el tercero, el burdeos desaparece por completo y tan sólo queda el amarillo.
La Huerta de la Salud
De huerta hoy no tiene nada, salvo un silo reciclado para exposiciones. Se conserva la puerta adintelada y de granito, de 1749, en el centro. Tras su reconstrucción en el siglo XIX, llegó a ser una pequeña industria agropecuaria, un espacio en donde se reunían las viviendas de los trabajadores y los almacenes. Sin embargo, a Nsé le llaman más la atención las edificaciones externas, de ladrillo con un corredor alrededor. Cada uno es diferente entre sí, se nota la anexión a la ciudad en 1949. El problema, recalca el arquitecto, es que en los planes de crecimiento de los barrios es difícil decidir cuál es la referencia, o qué tipo de edificio hacer. «Los planes dan una especie de normativa para que sean uniformes, pero cuando hay cosas tan distintas, es muy difícil», aclara.
La UVA de Hortaleza
Estas casas iban a ser algo provisional, pero han pasado a formar parte de las enseñas del barrio. En los años 60, eran la solución a las 300.000 chabolas de la capital, hasta que estuvieran listas las viviendas del realojo. No existía entonces la tecnología de las casas prefabricadas, de ahí la estructura que permitiera su sencilla demolición y la claridad de la estructura, de vigas metálicas fácilmente desmontables. Los muros también fueron condicionados por la técnica dominada en España: aunque en principio iban a utilizarse paneles, acabaron siendo de ladrillo. «Es una estructura muy simple, pero interesante», asegura Nsé.
Siguen apreciándose los bloques lineales, separados por un patio interior. Las galerías exteriores, no obstante, han acabado siendo una extensión de las casas. El proyecto incluía escuelas, un centro médico, una casa de baños y una iglesia. Esta última de ladrillo parcialmente volado sobre viguetas de hormigón. Conserva el estilo de la UVA (Unidad Vecinal de Absorción) aunque con un espíritu de permanencia. La torre, en su parte más alta, reproduce en miniatura el modelo aplicado a las casas.
Edificio Celosía
El equipo holandés Mvrdv es el que puso el toque diferenciador a Sanchinarro. Tanto el edificio Celosía como el Mirador son obra suya. Rompe con la tipología del barrio porque es mucho más cerrada: un bloque perimetral y en el interior un patio de manzanas con equipamientos. Sin embargo, la concepción holandesa y la española han chocado. Los espacios comunes no terminan de funcionar: «Nadie se viene aquí para relacionarse directamente. Todos esos espacios que iban a ser comunes, al final se quedan en nada» dice Nsé.
Edificio Mirador
Este bloque que evoca a una pieza de Lego ha sufrido las mismas consecuencias que el Celosía. Los arquitectos quisieron trasladar el espacio público, el patio común, a 65 metros de altura. Pero nadie va. Estaba preparado para conectarlo a la avenida y que pudiera subir cualquiera, en un intento de cederlo al público. «Esa cosa de mística que tenemos los arquitectos», afirma Nsé. Pero al final se descartó. El primer dibujo, incluso, incluía una escalera mecánica gigante desde el suelo que llegara hasta el mirador. Hoy destaca su gran tamaño y los distintos tipos de revestimiento que hace que parezca que el edificio está hecho a partir de bloques diferentes, aunque no es así.
Este edificio, que alberga 156 viviendas, contrasta con las casas que se mantienen del antiguo pueblo de Hortaleza. Fueron hechas a partir de muros de carga con cubierta directamente sobre las vigas de madera. En vez de ser una gran avenida con tres carriles en cada sentido como ocurre en Sanchinarro, la calle Palermo es estrecha. En ella, aún quedan algunas de casas antiguas entre el cableado eléctrico sostenido por postes de madera.
Muchas gracias por el artículo. Es muy interesante. Yo soy de Hortaleza de toda la vida (vivo al lado de la Iglesia de San Matías) y agradezco tener datos sobre la historia del barrio. Un abrazo.
A mi, también me ha gustado el articulo. Me gustaría hablar por privado con tomás