Fotografía del s. XXI: la misma mirada en pantalla digital
Lucía M. Cabanelas y M. Nieves Mira
El desarrollo tecnológico cambió las redacciones de los medios tal y como se entendían a finales del siglo pasado. La linotipia, las placas o las máquinas de escribir de antaño se sustituyeron por ordenadores e internet y, ahora, la edición impresa de los diarios convive con la digital.
Las redacciones se llenaron de cables, enchufes y monitores que sustituyeron a las trilladas Olivettis. Las camisas dejaron de mancharse de tinta. Junto a los periodistas, los fotógrafos también tuvieron que reinventarse. A golpe de clic, programas como Photoshop o los sensores digitales desplazaron a la artesanía con que antes se manipulaban los carretes.
A pesar del dominio que las nuevas tecnologías han introducido en la actualidad, todavía existen periodistas que se niegan a dejar escapar el pasado. «No he hecho todavía la reconversión pura y dura. Sigo trabajando con los dos formatos», sostiene el fotoperiodista Gervasio Sánchez, que empezó a trabajar a mediados de los 80. Creció en la época del fax, de los primeros satélites, y con una dilatada experiencia en la cobertura de conflictos internacionales, sufrió las dificultades de conexión. «Yo he dejado de mandar historias importantes porque no tenía posibilidad de enviarlas», confiesa. De ahí que aprecie «la facilidad para poder transmitir» que existe hoy en día, y aunque defiende la utilización de la tecnología, advierte: «No puedes convertirte en su esclavo».
Acostumbrado a sortear las balas de los conflictos que cubre, esquiva también uno de los debates en boga en la profesión que le compete: papel o digital. Centra, en cambio, su preocupación en que «el trabajo periodístico cumpla con los principios básicos del oficio».
Las agencias de noticias diferencian sus tareas a la de los diarios, con los que compiten pero también a los que alimentan. Desde el otro del charco, Santiago Lyon, jefe de fotografía de Associated Press, destaca su misión: «Reflejar las cosas tal y como las vieron los fotógrafos, no manipularlas más allá de la realidad». Lyon coordina «un ejército de mil fotógrafos, esparcidos por todo el mundo», y es consciente de la importancia de revisar lo que llega hasta su mesa de trabajo, pues «solo hace falta una imagen para dañar nuestro nombre».
Compara su puesto con el de un «muro de contención». Por su agencia pasan tres mil imágenes al día, un millón al año. Pero esto no siempre ha sido así. Antes se tardaba 15 minutos en transmitir una imagen en blanco y negro; 45 si era en color, por lo que «los fotógrafos estaban más limitados, los estilos eran más rígidos». En este sentido, la llegada de las nuevas tecnologías ha repercutido también en la creatividad de los fotógrafos, que ahora tienen más espacio para experimentar y no hay un precio asociado al mismo. «El lenguaje fotográfico ha mejorado, se ha expandido».
Para el jefe de fotografía de AP, «las imágenes y el vídeo son el gancho para atraer o captar al lector, la puerta de entrada, la fachada».
Al igual que AP en EE.UU y el resto del mundo, la centenaria cabecera ABC en el continente europeo otorga a la imagen una posición privilegiada dentro de sus páginas. Entre Sevilla y Madrid, su archivo gráfico contiene 20 millones de fotografías, de las cuales 4 millones están ya digitalizadas. Proceso que, a pesar de mostrar ya resultados, no ha sido tarea fácil para muchos que aprendieron la profesión en analógico.
«Cuando estás acostumbrado o llevas mucho tiempo tratando la fotografía de una manera, cuesta la reconversión», asegura Juan Piedra, editor gráfico de ABC, que ha vivido en carne propia este cambio. A pesar de mirar con nostalgia al pasado, piensa que el proceso se ha agilizado y que ahora es mucho más fácil salvar una imagen si el fotógrafo se equivoca en el momento de disparar. Sin embargo, describe como «mágico» ese instante en el que se posee la foto, a pesar de no verla: «Esa imagen latente, ese momento desde que haces la foto hasta que la revelas. Tenías ahí la instantánea, pero hasta que no revelabas no existía. Y ahora en cuanto disparas ya la tienes en la pantallita». Por otra parte, empiezan a llegar a las redacciones fotógrafos de «nueva generación». Es el caso de Moeh Atitar, que ejerció como editor gráfico en El País durante cinco años. A sus 33, es prácticamente un nativo digital, y por ello confía en los métodos con los que él y su trabajo han crecido: «No tiene ninguna ventaja el analógico en el fotoperiodismo del día a día».
¿Y cuáles son las del digital? Un debate constante en la actualidad cuestiona hasta qué punto es lícito el abuso de herramientas de retoque como Photoshop. No es lo mismo mejorar ligeramente una imagen que modificarla hasta distorsionar la realidad. Por lo menos en periodismo, donde informar de los hechos tal cual ocurren es el objetivo prioritario. Así lo ve Piedra, para quien la única excepción salvable es «modificar el contraste, pero no poner o quitar algo».
Atitar, en cambio, defiende la utilización de estos instrumentos ya que «la fotografía es manipulación desde el momento en que tú encuadras». El que fuera editor gráfico de El País no cree que las innovaciones tecnológicas que lleva implícitas el formato digital faciliten las artimañas: «Es igual en ese sentido que el analógico. Posiblemente sea más fácil y menos engorroso con el digital pero si existen mentirosos y ganas de mentir, seguirá existiendo la manipulación con o sin digital». Y para apoyar sus palabras, las ilustra con ejemplos históricos: la foto de Lincoln con el cuerpo del general John Calhoun, que en realidad era un general con la cara del presidente, o la toma del Reichstag por soldados soviéticos, en la que eliminaron los relojes de uno de ellos para ocultar el pillaje que llevaban a cabo. «La manipulación es intrínseca a la fotografía. Cuando algunos fotógrafos revelaban los cristales y luego los rollos, cogían un pincelito y los retocaban», concluye Moeh Atitar.
Matías Nieto, jefe de edición gráfica de ABC, vivió el cambio digital desde los efectos especiales con los que anteriormente trabajaba en el cine. Asume la innovación tecnológica como algo positivo para los fotógrafos, aunque también como algo inquietante. A pesar de que el desarrollo implícito en este cambio tiene para Nieto más pros que contras, sí advierte sobre la democratización de la imagen, «su popularización», que a pesar de poner al alcance de cada vez más personas el uso de la fotografía, lleva consigo una pérdida de valor, «porque no se guardan ni se mantienen; se desprecian las fotos porque se pueden tener millones».
Pero esto no solo ocurre, como alude el responsable de edición gráfica de ABC, por el auge de dispositivos móviles. De hecho, Federico Ayala, jefe del Archivo del diario decano de Madrid, cifra en 8.500 las imágenes de Quay, la base de datos de la redacción, en las que prima la conservación de las instantáneas de los fotógrafos del periódico.
Conocedor del archivo gráfico, Ayala es, junto a las fotografías analógicas que se conservan en ABC, testigo de la huella que el pasado ha ido forjando en el periodismo. Una sucesión de épocas, personajes e historias han pasado por sus ojos, por eso recuerda cuando, allá por el año 1996, se coqueteó con el formato digital, que no se instauró definitivamente hasta junio de 1999. Un nuevo formato con el que comenzar el siglo.
Sobre el trasvase vivido por las fotografías analógicas, Ayala destaca «el intercambio con la redacción» y la rapidez con la que se trabaja: «Antes era más lento. Ahora, a pesar de que la catalogación individual que se hace con lo digital requiere más trabajo, es más cómodo y preciso».
Analógica o digital, la fotografía sigue ocupando un lugar central en el periodismo. Como antaño, su valor todavía se mide por su capacidad informativa, centrando su objetivo, al igual que las palabras, en captar el momento y reflejar la realidad de la forma más precisa posible.
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