Íñigo Domínguez: «Los grandes periodistas hacen grandes periódicos»
Íñigo Domínguez nació en Avilés en 1973, aunque vivió siempre en Bilbao y desde 2001 trabaja como corresponsal en Italia para el diario vasco El Correo. Durante todos estos años en Roma ha informado sobre la actualidad del país, desde los escándalos de Berlusconi a los estragos provocados por la Mafia, sobre la que publicó una obra, Crónicas de la mafia, en Libros del K.O. Buen conocedor de la cultura y del cine italianos, charla con Madrilánea sobre periodismo digital y los cambios que las nuevas tecnologías han introducido en las coberturas internacionales.
¿Cómo gestiona su blog?
El blog también es una cuestión de tiempo. Si tengo que escribir para el periódico y hago otras cosas, además de mantener el blog, necesito tiempo. Sobre todo para hacerlo bien. Antes, cuando buscaba las películas, me estaba cuatro días. Yo no tengo Twitter porque me volvería loco. Yo creo que las cosas, si las haces, las haces bien. En los últimos años, que he tenido niños, te das cuenta de que a veces no das abasto.
¿Cree que la figura del corresponsal está en vías de extinción?
A los periódicos les interesa tener a alguien por ahí que les cuente lo que pasa en todo el mundo, pero lo quieren gratis y todo no se puede. No creo que la figura del corresponsal esté en declive o en desaparición, pero la quieren tener por cuatro duros. En Italia antes siempre había gente buscándose la vida, pero cada vez hay menos porque es imposible con el dinero que dan, y hasta los grandes medios tienen problemas a veces para encontrar colaboradores. Sobre todo alguien joven que al principio puede lanzarse a hacer cosas. Pero con lo que se paga no se vive, y en especial con esa falta de perspectiva de futuro, porque uno puede plantear un sacrificio, que al principio todo es duro, pero pensando que si eres bueno y lo haces bien, el medio reconoce tu trabajo, te hace un contrato o te empieza a pagar más. Esa perspectiva ya no existe, porque también se lo han cargado y la motivación es muy baja. Entonces todo va en contra del periodismo y del buen periodismo. Eso no quita que muchos sean buenísimos, hay muchos que son mejores que yo, pero han tenido la mala suerte de nacer más tarde y encontrarse con este desastre y tienen muy difícil salir adelante. Pero ya te digo, no creo que la figura esté en vías de extinción, lo que está en vías de extinción es el tipo de corresponsal que quieren cargarse. Yo siempre veo a España muy replegada en sí misma y con mucha falta de interés de lo que pasa fuera, porque es un país muy paleto que se mira el ombligo, y eso influye a la hora de plantearse los corresponsales.
¿Cuándo observaste que la figura del corresponsal empezaba a tener problemas? ¿Tuvo algo que ver internet?
No. Yo creo que cuando la crisis empieza a hacer mella los periódicos ven que tienen que afrontar muchos gastos. En los folios que le llegan al director financiero o al de recursos humanos, que obviamente no son periodistas, se ven las partidas de gastos y, en concreto, una enorme que es la de corresponsales. Entonces empieza a recortar. Obviamente en muchos grandes medios había muchas cosas recortables, pero de ahí a que no sea viable tener un corresponsal en un sitio y haya que cerrarlo hay mucha distancia. Se redujeron gastos a precio de rebajar la calidad de la información. Luego hay muchos medios que no se pueden permitir corresponsales y hacen apaños o sucedáneos, pagan poco y tienen a gente que tenía que vivir con otras cosas. Eso siempre ha existido, pero con unas mínimas garantías de futuro. Hay gente que hace un trabajo buenísimo. Claro, al principio todos hemos sido jóvenes y curras mil horas y haces la mili, pero la gente también se hace mayor y quiere tener hijos, una mínima estabilidad y una familia. A veces los medios pretenden que los jóvenes lo sean eternamente. Sobre todo porque hay gente buenísima, que si cuidas se convertirán en grandes periodistas y trabajará muy bien. Y los grandes periodistas hacen grandes periódicos. Pero si les pagas cuatro perras, siempre serán aprendices de periodistas.
Ennio Flaiano, el periodista y guionista italiano al que citas en la presentación de tu blog, escribió en 1958: «Creo que el periodismo, y de manera más general la rapidez con la que las informaciones inútiles y monstruosas se difunden, constituye el mayor problema de la humanidad en este siglo». ¿Se puede aplicar a la actualidad o Flaiano era demasiado pesimista?
Siempre es aplicable, sobre todo con la cantidad de información que circula. Datos superfluos, inútiles, mero entretenimiento, ocurrencias o cosas graciosas. Pero es tal bombardeo que, o uno pone filtros y se lo toma en serio, o acaba medio loco. Todos tenemos la sensación de estar atontados. Si recibimos estímulos cada dos segundos, parecemos ratones de laboratorio, a ver cómo reaccionamos o cómo nos comportamos. Nos deja atontados. Lo que circulan son datos.
¿Dónde pones la diferencia? ¿La información tiene que estar más procesada?
La posibilidad técnica de que circulen datos, información, fotos e imágenes es vastísima e infinita. Y al final es que cada uno sepa lo que quiera con su vida. Pero si permaneces pasivo, te bombardean y acabas medio loco. En definitiva, es una cuestión de consumo. Para tomar decisiones en tu vida y en tu país tienes que estar bien informado. Yo creo que lo sabemos todos, que hay cantidad de información superflua. Que lo superfluo está muy bien. Lo decía Ennio Flaiano, no hay nada más necesario que lo superfluo. Pero es como cuando estás en clase de pequeño. Haces chorradas con los compañeros, te pasas dibujitos con tus amigos mientras explica el profesor. Y eso claro que es divertido, pero al final no aprendes nada y no sabes nada y te conviertes en un cenutrio. Unos chistecillos y eso vale, pero llega un punto que vas por la calle dándote con las farolas. Si un tipo se asoma desde el pasado con una máquina del tiempo y nos ve pensará que estamos todos locos. Es todo muy fascinante, la verdad, muy interesante todo lo que estamos viviendo ahora.
¿Eres optimista de cara al futuro con la prensa digital?
Ya hay periodismo digital de calidad. El periodismo digital es un soporte más. Todo lo que sea que la gente lea y se informe y haya cultura, cojonudo. Da igual que sea en papel, pantalla o mediante señales de humo. Pero hay que usarla bien y ya hay buenas cosas. El problema es que ante una novedad todo es una gran fascinación. Estamos en una época en la que hemos descubierto un juguete nuevo y luego ya se irá racionalizando el uso de alguna manera. También hay muchas cosas que nacen, explotan y luego desaparecen. Me acuerdo del invento ese que era una especie de mundo paralelo, donde uno vivía y había moneda, llamado «Second Life». Bueno, pues se hicieron reportajes, entrevistas. Se dijo que iba a cambiar el mundo. Allí cada uno tenía un alter ego que se relacionaba con otros. Pero la gente se satura y se harta. Yo no sé si existirá aún ese mundo paralelo, pero habrá cuatro gatos y ya está. Supongo que algún día con Facebook y con WhatsApp pasará lo mismo, evolucionará de forma más racional. Me acuerdo también con los mensajitos, que al principio en Nochevieja todo el mundo enviaba, pero la gente ya se cansó de la tontería. Como son las modas. Hoy es una época fascinante porque cada vez sale algo diferente, un invento, y estamos todos como adolescentes. Y más todavía porque es una sociedad cada vez más infantil.
Sobre los periódicos en papel sí que somos todos un poco más pesimistas. Sentimos incertidumbre porque los números son los que son, además de la reducción de la publicidad, y los problemas han coincidido con un contexto de crisis económica. Si la cosa algún día empieza a ir bien, no sé si levantará el vuelo. Pero si te quedas sin trabajo dejas de comprar el periódico. Yo creo que también coincide con una temporada en la que los periódicos no eran muy buenos y la gente también los ha dejado de comprar por eso.
Siempre haces muchas referencias al cine italiano en tu blog, ¿crees sirve para explicar Italia y comprender mejor el país?
Sí, sí, claro. Porque Italia se ha retratado muy bien en su cine, sobre todo en una época de los años 50 y 60. Incluso esas películas siguen explicando las cosas de hoy, o su origen, porque el país no ha cambiado tanto. El cine italiano es único, sobre todo esa invención llamada la comedia italiana, que también tiene un lado amargo, melancólico y que es muy realista, muy cercana a la vida cotidiana. En España quizá solo hayamos tenido a Luis García-Berlanga, que por algo venía mucho a Italia y trabajaba con actores italianos, y también a Rafael Azcona, que estuvo aquí de guionista. Marco Ferreri también estuvo en España grabando en películas como El Pisito o El Cochecito.
En Italia también ha existido una industria del cine. Si alguien en España quisiera hacer lo mismo, ilustrar cada noticia con una película, sería más difícil. En España ha habido menos películas y han abordado menos la vida. El cine italiano se metió con todo y lo analizó todo. Por ejemplo, en España no hay películas que reflexionen sobre lo que ha pasado en el País Vasco, a pesar de que es un material dramático de primer orden. Las razones son históricas, pero tampoco hay una industria en España. Mientras en Italia hicieron todas las películas en los 50 y los 60, en España estaba el franquismo, y claro, no se podía.
¿El cine italiano está ahora en un nuevo momento de esplendor?
Todos los años hay películas italianas buenas. Aquí, sin embargo, no llegan muchas películas españolas. Desde que estoy aquí perdí actualidad del cine que se hace en España, porque no hay manera de verlo, excepto las de Almodóvar y con retraso. Ahora hay nombres nuevos que han salido, gente que hace cosas interesantes, como Paolo Sorrentino, director de La gran belleza, o Matteo Garrone, de Gomorra. Parece que se mantiene viva la llama. Igual que en España también salen cosas buenas todos los años, cosas con mucho nivel.