Mucha caca para pocas bolsas
Pontos es listo, sabe cuándo su dueña está triste o enfadada. Cuando hace algo mal, es capaz de fingir espasmos para que no le regañen (aunque ahora debe cambiar la técnica porque ya nadie le cree). A Rosalía se le enredan las manos buscando, palpando a ciegas en bolsas gigantes, los excrementos de Pontos para no tocarlos con la mano directamente. Él tira de la correa mientras ella está agachada recogiendo.
Pontos tiene quince años, es un perro Yorkshire grande. Su pelo negro se vuelve cada día más blanco y sus pulmones ya no son lo que eran. A lo largo de los años, Pontos ha visto de todo por la calle, sus tres salidas diarias le permitían codearse con otros perros y dar largos paseos por el Parque del Retiro. Pontos ya no va al Retiro.
Desde 2008, dejar en la acera las deposiciones de los canes está multado, el Ayuntamiento de Madrid puso a disposición de los dueños de las mascotas unos compartimentos para que los paseadores se nutrieran de bolsas. Esos depósitos están vacíos.
Fátima Nuñez, actual Coordinadora General de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid, fue la Directora General de Gestión Urbana y Ambiental que puso en marcha el nuevo sistema expendedor de bolsas caninas, asegura: «Estamos dando ahora mismo del orden de 240 mil bolsas diarias, lo que viene a suponer una cifra muy considerable de reposición de bolsas», dijo antes de cambiar de departamento.
Pontos defeca tres veces al día, de manera misteriosa siempre levanta su pata lateral derecha para hacerlo, para confundir al personal, y cuando termina rasca el suelo cual felino para esconder sus deposiciones. Rosalía gasta tres bolsas al día, 1095 al año.
En 2011 cambiaron las papeleras de Madrid, sustituyeron los sanecanes por unos cubos atados a las farolas, suspendidos en el aire y con una pequeña abertura lateral en la que un dibujo de un perro blanco indica que ahí hay bolsas. Aunque una vecina llamada Pilar afirma que «en las farolas caben tan pocas que en cuanto cogemos tres ya no hay ninguna», otra confiesa que cuando encuentra bolsas aprovecha para coger bastantes.
La correa de Pontos es negra, es común y corriente, en la parte superior siempre hay un par de bolsas atadas: son blancas, azules o de las rebajas, alguna vez fueron verdes, biodegradables y gratuitas. Para la dueña de Luna son difíciles de encontrar: «hay semanas que no hay bolsas, yo llamo al 010 y te dicen “ah, pues ya las repondrán” pero nadie te da una respuesta». Otra residente afirma que «hay que saber dónde están» las papeleras de las bolsas. Fátima Núñez asegura que con una llamada al teléfono de atención al ciudadano (010) «la reposición es inmediata», simplemente hay que indicar cuál es la papelera sin bolsas para que el comando reponedor actúe con rapidez.
«Hemos hecho un estudio de cuáles son los puntos donde hay más demanda vecinal, es decir, hemos intentado acercar el servicio a las demandas de los ciudadanos», insiste Núñez. Sin embargo, un vecino que viva en la calle Máiquez número 30 debe caminar un mínimo de dos manzanas para conseguir bolsas—en el dispensador más cercana no se repusieron durante tres días—.
Sin bolsas en el Retiro
El paseo de Pontos es a lo largo de la calle O´Donnell, a las 7 a las 15 y a las 20. Cuanto más tarde, más largo es el paseo. Su salida favorita, como muchos quinceañeros, era la nocturna: paseo por el Retiro, encuentro con otros canes amigos y vuelta a casa.
Desde hace dos años el paseo nocturno es por la recta de O´Donnell porque el estudio de la Concejalía decidió que: «Nosotros ubicamos las papeleras en los entornos de acceso a los grandes parques», criterio que los dueños de perros como Laura no entienden: «Si por lo que sea te quedas sin bolsa estando dentro del Retiro, tienes que salirte para cogerlas, cosa que veo absurda porque yo paseo con mi perro dentro del Retiro, no por el margen».
Mientras el servicio no sea eficiente Pontos no volverá al Retiro y Rosalía invertirá en bolsas.