Ya no tenía su maquillaje
Salió de la ducha y se vistió. Comenzó a buscar en su cofre marrón algo de pintura. Una vez elegidos los colores, buscó la crema y se la extendió por la cara. El siguiente paso era el maquillaje: abrió el tapón y vio que no quedaba demasiado.
– Mañana iré a por otro, dijo en su mente.
Apuró la poca cantidad que le quedaba y se la dispersó por su rostro. Pasados unos minutos, cogió su abrigo, se echó un vistazo rápido en el espejo y salió de casa.
Le encantan los niños. De pequeña, cuando hablaba en el recreo con sus amigas, decía que quería tener dos hijos, un niño y una niña. Y si el tercero aparecía, no se iba a entristecer. Ella era hija única.
De camino a su destino se cruzó con varios pequeños. Uno de ellos, sentado cerca de ella en el tren, no paraba de chillar y ponerse de pie en el asiento. Su madre miraba por la ventana y aunque el niño la reclamaba, no cambiaba de postura. Ella empezó a desarrollar sentimientos de odio hacia el niño rebelde y maleducado. Pero cuando la familia se bajó del tren, el niño sonrió y le dijo adiós. En ese momento ella se dio cuenta de que esos sentimientos eran culpa de la madre. No soportaba que los padres dejaran a sus hijos al libre albedrío y, menos, que no les hicieran caso.
– Para qué los tendrán, se repetía en la cabeza.
Pero el tiempo de paz duró poco. Cuando cambió el tren por el metro, se dio cuenta de que echaba de menos a ese niño, o a otro cualquiera. Ella iba sola, escuchando música de su ipod. Sin embargo, tenía a dos chicas cerca. Ellas también iban escuchando música, junto con el resto del vagón. Allí había gente leyendo, medio dormida, hablando, callada… Las dos chicas ponían la nota musical al vagón, cosa que repudiaba.
Al día siguiente fue a comprar. Cuando llegó al stand, se dio cuenta de que su maquillaje ya no existía, habían cambiado su formato. Estuvo cerca de media hora pensando qué hacer, cuál elegir. Incluso pensó en no comprar ninguno. Tenía miedo, ¿y si no era como antes? Ella quería su maquillaje, el de siempre. Al final se decidió.
-Probaré, se dijo a sí misma.
Esa tarde había quedado con unos amigos. Tras mirar el bote de maquillaje durante unos segundos, se decidió y lo abrió. Primero se extendió la crema por la cara y después esparció el nuevo maquillaje. Estaba contenta con el resultado. De hecho, le gustaba más. Ya no tenía miedo.