Encuentros

Las vidas posibles de Mr. Caro

Igual que el protagonista de la película «Las vidas posibles de Mr. Nobody», Sergio Caro, como una especie de esqueleto, se viste con la piel de otras personas, las encarna y vive unas vidas paralelas a la suya. «Con un poco de imaginación, partiré de viaje enseguida. A vivir otras vidas, a probarme otros nombres, a colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré». Así se describe él, como «el pirata cojo» de la canción de Sabina, capaz de estar entre inmigrantes ilegales un día y, al siguiente, entre políticos.

El fotoperiodista y videógrafo Sergio Caro en el aula del Máster de ABC. Por B. Robert
El fotoperiodista y videógrafo Sergio Caro en el aula del Máster de ABC. Por B. Robert

No hay escuela y libro detrás de su discurso, sino la intuición propia de los periodistas innatos, aunque reconoce que lo suyo «no es vocación, sino casualidad». «Estaba en una escuela de arte y me dijeron que había una vacante en EFE, y pregunté: ‘¿Qué es EFE?’». Sergio Caro llevó su portfolio fotográfico y le cogieron. «Trabajando me di cuenta de que me interesaba mucho la vida de las personas, el contraste entre estar en una chabola y estar entre ministros. Una excusa para estar en todos lados». Así fue como Sergio se convirtió en Mr. Caro, y desmenuzó su vida en muchas otras para fotografiarlas y hacérselas conocer al público.

Emoción frente a información

Si David Beriain –al que Caro cita constantemente– comenzó su charla en el Máster de ABC contando cómo entrar a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), el fotógrafo lo hizo con cómo entrar en la casa del vecino: «Hay que ser emocional, tener empatía. ‘Just do it’, simplemente hazlo. Ni idiomas ni hostias». Para Mr. Caro no hay una fórmula infalible para hacer periodismo, sino que «cualquier animalito con ganas, suerte y un poco de picardía» puede hacerlo. «Intentar que surja algo», dice, como si tratase de conquistar a una chica.

Gracias a esa receta algo inexacta pero eficaz –como la que las abuelas apuntan en el dorso de un libro–, este sevillano ha conseguido hacer periodismo del que, parafraseando a Plàcid Garcia-Planas, va directo al corazón, como una flecha. Un ejemplo es el último documental que ha realizado, «Una vida en la sombra», que aún no se ha publicado pero que ha presentado en el aula del Máster de ABC. La videografía narra las peripecias de un anciano que cuida a su mujer, Fuencisla, enferma de alzheimer. Grabado en un día, el reportaje hace bombear de lleno el músculo cardíaco.

Son historias como esta las que últimamente le plantean a Mr. Caro un dilema sobre su costumbre de vivir todas las vidas posibles: «¿Cuál es el fin? ¿De qué le sirve a esa persona darme parte de su tiempo y de su intimidad?». Y mientras reflexiona, sus historias llegan a la gente y cambian, aunque sea mínimamente, el estado de las cosas. Al menos, una vida.

El fotógrafo huye de los «gatitos», aquellas piezas que cuentan «la típica historia que te hace llorar, con sensiblería fácil y poca información», explica el sevillano. «La gente no quiere ver historias duras, pero es que en el mundo hay historias duras».

De la escalada a la fotografía

Aficionado a este deporte de altura, Mr. Caro cuenta que la primera cámara que tuvo fue en su comunión. «Aunque esa no cuenta», bromea. «Empecé a interesarme por la fotografía porque mi abuelo era fotógrafo aéreo y hacía mapas y cartografías», explica. «Como me gustaba la escalada y vi que este oficio no me daba para mucho, decidí dedicarme a los trabajos verticales –como pintar fachadas–. Y entonces me llamaron del Periódico de Cataluña para trabajar». Desde ese momento, Mr. Caro ha tratado de sacarle el máximo partido a la imagen, «pero sin hacer un ‘macarrada’».

Sin embargo, reconoce que cada vez está más lejos de la información, y que le preocupa más transmitir emoción. «Para la información ya está David –Beriain–. Aunque cada vez está más ñoño…». Para privilegiar el sentimiento frente al racionalismo informativo, el fotoperiodista trata de abordar temas de los que no tenga un conocimiento excesivo. «Cuando conozco mucho algo, como la escalada, llega un momento en que es un incordio porque nada me sorprende. No hago tantas fotos, y las que hago son demasiado específicas», afirma. En definitiva, trata de mantener, como decía Kapuscinski, la capacidad de asombrarse con cada cosa que se cruza en su camino.

Uno de los documentales realizados por la productora «Once Upon a Time Films»

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