Su única desventaja: nació sin piernas
Javier es una de esas personas que merece la pena conocer. Cuesta encontrarlo en Starbucks entre tanta gente, pues pasa inadvertido. Sin embargo, apoyado en una barra hay un chico atractivo, vestido con una camisa de cuadros y una sonrisa. Bebiendo café helado en pleno invierno, comenta que está pensando en el trabajo que tiene que entregar mañana.
Con 26 años, es Licenciado en Derecho y actualmente se encuentra cursando un MBA (Master in Business Administration) en una prestigiosa universidad madrileña. A este granadino el deporte le corre por las venas. Es jugador profesional de baloncesto y esquiador apasionado. De hecho, cada vez que las clases le permiten un respiro, baja en coche a Sierra Nevada (Granada) conduciendo él mismo. ¿Qué hay de raro en todo esto? Que Javier nació sin piernas.
No se deja amedrentar por nada. Decidió terminar la carrera, liarse la manta a la cabeza y aceptar una beca de la ONCE, que disfruta en la actualidad. Vive con cuatro compañeros en un piso y forma parte del equipo de baloncesto de Alcorcón. Se nota que Javier se bebe la vida. No le van las medias tintas.
Javier no tiene pelos en la lengua. Concibe su situación como una más de las circunstancias que te pueden tocar en la vida. De hecho, no tuvo contacto con la ONCE hasta prácticamente terminar la Universidad. «A mí me gusta llamar a las cosas por su nombre», dice. «La gente, por miedo o desconocimiento, ha llegado a un tono demasiado cortés, e incluso para algunos la discapacidad sigue siendo un tema tabú», dice sonriendo, y sentencia: «Esta es la vida que me ha tocado vivir y hay que ser lo más feliz que se pueda, otras personas están mucho peor».
Encara su vida con la naturalidad. Por eso, al llegar el primer día al Máster le sorprendió la curiosa forma de integración que aún tiene la sociedad. Habían separado las clases entre los quince becados de la ONCE y el resto de alumnos. En opinión de Javier «la mejor forma de hacerlo es no distinguir, pero para eso aún queda». «Eso sí, luego tenemos los mismos apuntes de finanzas», ríe.
Viajero empedernido, ha tenido ocasión de comparar la vida de los discapacitados en muchos puntos del globo y afirma que España no está mal adaptado, «aunque siempre se puede mejorar».
¿Ha pensado alguna vez cómo salir de una estación de metro con muletas o silla de ruedas? ¿Y si no hay ascensor? ¿Cómo entraría así a un edificio que tiene una escalinata de 15 peldaños? Lo que para la mayoría no merece la menor consideración, para un discapacitado supone el puente hacia la independencia. Coches que se conducen manualmente, ascensores, símbolos en las estaciones de metro e incluso aplicaciones para el Iphone. Todo pensado para fundirlos con el resto de personas que les rodean. Un escalón más hacia la normalidad.
«Danos la caña, no el pez»
A pesar de lo que se pueda pensar de la ONCE, él está muy agradecido: «Han logrado integrar al colectivo de discapacidad, teniendo en cuenta que nació como una asociación de ciegos».
Antes, había formado parte de FEGRADI (Federación Granadina de Personas con Discapacidad), y CANF (Confederación Andaluza de Personas con Discapacidad), organizaciones que le permitieron introducirse en el mundo del deporte. Ha llegado a ser subcampeón de Andalucía y subir a Segunda División en baloncesto, por lo que poco después le llamaron para la selección sub-21. Un primer espada del deporte adaptado.
Sillas ligeras que pesan menos de un un kilogramo o esquíes corregidos según las necesidades de cada deportista son algunas de las soluciones prácticas que el deporte adaptado propone para sacar punta a las aptitudes de tantas personas. Es sin duda la avanzadilla de su planteamiento.
Javier es de los que se resiste a aceptar la subvención como solución: «A veces nos da la sensación de que son recursos para tenernos contentos. Hay gente que está cómoda en esa tesitura y por ello son menos reivindicativas». Aún así, lamenta los recortes: «Hay personas a las que les va la vida en ello, sin esa ayuda no van a poder desarrollar su rutina con normalidad».
Su formación como jurista le permite conocer las implicaciones de leyes que obligan a eliminar barreras arquitectónicas, y lo celebra. Sin embargo, es crítico con algunas formas de aplicar la Ley de Dependencia. Afirma sin titubear: «Hay empresas que contratan discapacitados únicamente en los estratos más bajos de sus puestos. Así cubren cuotas. Pero les sigue costando llenar sus cúpulas de personas discapacitadas».
Javier no deja en la conversación puntada sin hilo. Personas como él son un foco de luz en la oscuridad de los días que corren. Demuestra con esta actitud que las barreras no son las que impone la sociedad, ni tan siquiera con las que naces. Las barreras son las que uno se pone a sí mismo. Y él se resiste a no ser uno más.
Este chico de la ciudad de la Alhambra no es una persona cualquiera. Es alguien que hace sombra al resto de ciudadanos. Porque no destaca en la sociedad por su minusvalía, sino por su manera de salir a torear a la plaza.
Ole, ole y ole!! Tengo la piel de gallina!
Simplemente BRUTAL. Hoy me he levantado leyendo esto y me acaban de dar una leccion de vida como la copa de un pino. Gracias Laura, sobre todo por tu valentia al hablar claro y sin eufemismos.
uno de los problemas es la denominación común que reciben las personas con discapacidad. el acuerdo es que son personas con discapacidad – es la sociedad la que los discapacita, ellos no estan discapacitados, no mas que el resto de la población. es decir, todos tenemos alguna discapacidad a lo largo de nuestras vidas.
segun la onu: http://www.un.org/spanish/esa/social/disabled/disiddp.htm