Norte

La enfermedad de los buenos recuerdos

Foto de Julia Folsom
Foto de Julia Folsom

Hoy en día morir de amor es una enfermedad que se estudia en medicina como «el síndrome de discinesia apical», comúnmente conocido como «síndrome del corazón roto». Imita los síntomas de ahogo y dolor en el pecho, propios de un ataque cardíaco. Se relacionada con la pérdida de un ser querido.

La bisnieta de Antonio y Guadalupe sabe mucho sobre este tema, se llama Alfonsi y trabaja como psicóloga en La Residencia de Mayores de Sanitas en La Moraleja. En esta institución se trata sobre todo con ancianos que padecen una demencia leve o grave. Son muchos los casos de viudos o viudas que llegan a la consulta para intentar superar el duelo. El que Alfonsi recuerda con más cariño es el de Juan y María (seudónimos).

Juan no se encontraba bien. No decía nada, pero llevaba tiempo sintiéndose incómodo, como desubicado hasta en su propia casa. María lo notaba, conocía bien a su marido. Llevaban más de 40 años juntos. Cuando la enfermedad de Juan se evidenció, María sabía que no podría hacerse cargo de él. No quería separarse de Juan. Hicieron de La Residencia de La Moraleja su hogar. Sus hijos vivían en las inmediaciones y podían ir a verles a menudo.

Al principio todo era bastante fácil. Se habían acomodado en una de las habitaciones dobles de la residencia, el edificio era  nuevo y muy espacioso, con grandes ventanales que dan a una amplia avenida en la parte delante o al parque que se encuentra justo detrás. Utilizaban las zonas verdes para pasear y no se separaban ni para comer ni para cenar. A medida que la demencia de Juan fue avanzando requería de cuidados diferentes a los de María. Ella sabía que también se estaba haciendo mayor, pero sacaba fuerzas de flaqueza para seguir serena y poder ayudar a su marido. Cuando los profesionales del centro le comentaron a María que sería mejor que durmiesen en habitaciones separadas y que Juan tendría que empezar a comer a horas distintas para poder ser atendido por el personal, María se negó. No le importaba que la despertasen hora tras hora por la noche al entrar en la habitación, ni comer antes. Permanecía al lado de su marido las veinticuatro horas del día.

Dos meses después de llegar a la residencia, el corazón de Juan se paró. El personal de la residencia, y sobre todo Alfonsi, estaban preocupados por la reacción de María. Nunca habían visto a una mujer «tan pendiente y enamorada de su marido». Hasta cuando él ya no era consciente y decía alguna que otra palabra inoportuna, ella se reía y le decía muy cariñosa: «Eres un guasón».

Para sorpresa de todos, María aparentaba estar muy entera. Pasó un duelo normal. Lloraba y hablaba mucho de Juan, pero parecía que iba a superarlo.

Al cabo de un mes todo empezó a cambiar: la fuerza que María había tenido para cuidar a su marido ya no la necesitaba y «dejo de esforzarse y de cuidarse». Desarrolló una demencia que empeoraba a diario. Al principio no se acordaba de lo que había pasado y preguntaba: «¿Dónde se ha metido Juan?». Pero con una repregunta «¿Dónde está Juan, María?». Ella se daba cuenta y decía: «Ya, ya, si Juan ya no está». Con el paso de los meses fue empeorando. No era capaz de recordar que su marido se había ido. Preguntaba por él a todas horas y le buscaba por toda la residencia y con la mirada. Alfonsi y el resto del personal decidieron no decirle lo que había ocurrido, ya que al día siguiente no sería capaz de recordarlo y no querían que tuviese que pasar la misma angustia día tras día.

Han pasado dos años y María ya no pregunta. Pero Alfonsi afirma que se pasa el día buscando algo. No saben con certeza si ella es consciente de que lo que le falta es el amor de su vida.

Alfonsi cuenta esta historia sin apenas inmutarse. Después de tanto tiempo ha comprendido que su labor es hacer más llevaderos y agradables los últimos años de la vida de personas como Juan y María. Llenas de recuerdos, buenos recuerdos.

2 comentarios en «La enfermedad de los buenos recuerdos»

  • – «¿Dónde están las niñas?»
    – «Mamá, estamos aquí. ¿No ves lo guapas que somos?»
    -«¿Y las niñas? ¿Y mi familia?»…
    – … «Mira, mamá.¿Has visto qué bonito está el cielo violeta?»
    – «Sí, precioso», dice mamá escarbando con su muleta entre las hojas secas. «Y mira eso, pí, pí, pí», se recrea en una caca de paloma.

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