Ecos del rock
El rock se esconde en los bajos de Hortaleza, retumba entre sus muros. Las anécdotas pasan de boca en boca desde los años 90. Y el himno oficioso del barrio, la canción Hortaleza, aún suena en las casas.
En el barrio de Hortaleza,
en el barrio de la juerga
Rock & Roll a toda mecha, en el barrio.
No podía haber sido compuesta por otros que Porretas, el grupo abanderado del barrio, que han llevado el nombre de Hortaleza hasta el otro lado del Atlántico. El periodista musical Ray Sánchez les conoce bien. Ha crecido de su mano, se ha desarrollado en Hortaleza. Ray se confiesa: «Hay pocas cosas que me gusten más que hablar del rock y del barrio». Y comienza la ruta del rock. El primer lugar figura como uno de los 25 lugares de Rock and Roll más míticos en España según la revista Rolling Stone: La Cobela, en la calle Tribaldos número 19.
Lo que hasta 1999 fuera un punto de encuentro para rockeros de toda España, hoy es una floristería. «Este bar lo regentaba el que ahora es guitarrista de los Porretas, José Manuel Cobela, de ahí lo de La Cobela». La contraparte se la llevó el músico: acabó siendo conocido como el Bode, mote que venía de “el bodeguero”, por haber estado al frente del lugar.
Era un «cuchitril», dice Ray, pero ahí se forjó la segunda generación del rock urbano madrileño. Lo visitaban Robe, el cantante de Extremoduro; Fernando Madina, del grupo sevillano Reincidentes; Kike Suárez el Babas o Kike Turrón, además de todos los miembros de Porretas. «Me contaba el Bode que, por ejemplo, Pilar Rubio le dijo que con 17 años vino aquí aunque ella era del barrio del Pilar… Era un sitio mítico».
Ray sólo estuvo una vez, con 15 años. «Entré simplemente para ver los marcos de entradas que tenían. Era un teenager y yo flipaba…tenían la última entrada del concierto de Nirvana y una guitarra cruzada».
El Bode cerró el bar cuando los Porretas se profesionalizaron. Por aquel entonces, ya estaba abierto otro garito a escasos metros más abajo: La Prensa. Allí era donde los Porretas acaban sus conciertos en Madrid. En 2003 el grupo grabó su disco El Directo. Participaron desde Julián Hernández de Siniestro Total hasta el Drogas de Barricada, que venía de Navarra, pasando por Fernando Madina de Reincidentes. «Acabaron en ese local como 60 personas en un sitio minúsculo. Se cuenta que ha sido una de las mayores fiestas privadas que ha habido en Hortaleza».
Ray fue durante un tiempo un observador privilegiado de La Prensa: trabajó como camarero. «Los fines de semana, colaboraba por la mañana en la radio y por la tarde venía por aquí. Mis colegas siempre me hacían la coña de: por la mañana en la radio, por la noche en la Prensa». Un lunes en el que trabajaba por casualidad, a la 1 de la madrugada apareció el navarro Kutxi Romero, cantante de Marea, con el Luter, otro músico rock. «Tú imagínate, es que es una marcianada completamente», recuerda Ray.
Pero en Hortaleza también hay espacio para otro tipo de grupos. Lo demuestran los locales de ensayo Hangar 19, en la calle de Servator. «Es un sitio donde ha ensayado muchísima gente, sobre todo grupos del barrio», reconoce Ray. Lejos de ajustarse a la estética aséptica de los locales de nueva generación, estos continúan manteniendo otra más tradicional, más oscura.
La imagen más llamativa se la lleva el ascensor y las escaleras: un monstruo, las vías de un tren o una chica negra acompañan el camino a los locales. El exterior de los locales está grafiteado por un amigo del antiguo dueño del local, Carl Zimmermann. «Se está haciendo famoso porque es DJ y algún día lo veremos en algún sitio porque es bastante bueno», asegura Fermín, el encargado de los locales. Lleva más de seis años trabajando allí. Los locales funcionan desde hace 19.
Aquí empezó desde Hoy Muero Viernes hasta La Quinta Estación. La mayoría de los grupos, si dan el salto, se van a otros locales. No ha sido el caso de Envidia Kotxina, que aún toca aquí. «El otro día, un chaval de 17 años, se quedó impresionado».
— ¿Aquí ensaya Envidia Kotxina?
— Pues si
— ¡Pero si uno de sus conciertos se conocieron mis padres!
Actualmente hay 30 grupos alquilando los locales. De vez en cuando, dan conciertos en la sala. Los dueños no cobran nada por tocar: «La base es que toquen nuestros chicos». Tampoco se promocionan los conciertos: «Funciona por el boca a boca, que es la mejor publicidad». Por eso, los conciertos tienen un ambiente de clandestinidad.
La vida se reproduce entre las paredes de los locales de ensayo. Los grupos, aunque sean desconocidos, viven con intensidad sus experiencias: «Tiranteces, chorradas, que es la puta vida… pero elevado a esos 12 metros del escenario, con todos sus instrumentos», dice Fermín.
Pero para vivir el rock no es necesario un escenario. Lo demuestra Ray. En su opinión, el mejor garito de rock de Hortaleza es el Sáhara Bar, en la calle Calanda, número 21. «Es un garito acogedor, muy de parroquianos». Sin embargo, es el que pincha la mejor música. A diferencia del resto, más que ser un sitio de encuentro entre músicos —aunque también van— es de melómanos. Es su única peculiaridad.
Otro de los lugares que destacan por el nivel de la música rockera que pinchan es el Palermo. «Creo que se llama el Palermo, porque está en la calle Palermo, pero tampoco tiene ningún rótulo identificativo». Camuflado como un chalet más entre el resto, se esconde un bar muy peculiar regentado por Fofo y Sandra. Tres puertas diferentes lo separan de la calle. «Es un sitio raro, por un lado viene mogollón de gente, y por otro lado como está muy escondido, nadie se mete con nadie… está todo Dios de puta madre», asegura Fofo.
En el bar Palermo ha tocado Antonio Vega, Coque Malla y Red House. Un habitual es Wyoming. «Son amigos de la casa, es algo que la vida nos ha regalado», asegura Sandra. Pero cuando toca él y su banda Los Insolventes, prácticamente no lo sabe nadie más que su círculo de amigos. Cualquier día puedes entrar y llevarte la sorpresa.
Hace 20 años, el bar era una carpintería. «Aquí había un almacén de billares…era como un chabolo. Lo tiré entero», asegura Fofo. Fue él quien empezó a poner ladrillo por ladrillo. Cuando alcanzó el medio metro de altura, hizo la primera fiesta.
—Estaba ya hasta los huevos de poner ladrillos, tío
Nunca ha puesto ningún cartel en la puerta. Al principio la gente no encontraba el sitio, aunque eso también le daba un aire clandestino. Pero «lo único que tengo de clandestino es que no tengo un cartel», cuenta Fofo. Al final, el boca a boca ha hecho famoso el lugar hasta el punto de que, en cierta ocasión, un amigo de los dueños descubrió al guitarrista estadounidense ganador de 17 premios Grammy Pat Metheny en los baños del bar.
Pero no todos los lugares emblemáticos del rock en Hortaleza se encierran entre cuatro paredes. El auditorio Pilar García Peña, en el parque Pinar del Rey, ha sido testigo de muchas anécdotas desde que en 1986 se inaugurara con un concierto de José Antonio Labordeta. «Por aquí ha pasado todo el mundo del rock y del pop español, sobretodo en las fiestas», cuenta Ray. «El Bode, de Porretas, dice que aquí han tocado los Héroes del Silencio, que me parece una barbaridad». También han pasado por el escenario hortalino Mano Negra, los Enemigos, Rosendo, los Suaves, Siniestro Total o Barón Rojo.
A finales de los 90, el grupo de Manu Chao, Mano Negra, dio un concierto de pago en el auditorio. Taparon las vallas con lonas para que no pudiera verse desde fuera. «Pues la gente quemaba las lonas para ver el concierto», dice Ray.
Los altercados a veces han estado presentes en el rock, al igual que las muertes prematuras. «En Hortaleza también tenemos nuestro propio mártir», recuerda Ray. Fue en la calle López de Hoyos. El local hoy es una escuela de ballet, pero en otro tiempo fue El Ruso, «era seguramente uno de los peores sitios que había en Hortaleza». A veces iban allí algunos componentes del grupo Huevos Canos, formado por al menos ocho músicos de los que luego surgieron los grupos The Vientre o Ministers. Ya había amanecido cuando se produjo la reyerta. El cantante y guitarrista del grupo, Juanito, murió víctima de un homicidio involuntario.
Desde las ondas
Cada semana Ray, junto con Raúl Carnicero, convierte en baluarte del rock español un pequeño estudio de Radio Enlace. Lo hacen a través de las ondas, con su programa La Fauna. Después de nueve años, aún recuerda la primera entrevista que hicieron: a Rosendo. Había ido a tocar al barrio y se acercaron con unos amigos: «Éramos 5 niñatos con Rosendo haciéndole preguntas aduladoras»
— ¡Ay Rosendo!, —nos faltó decir— ¡qué guapo eres!
«Y Rosendo se ponía colorado, que es lo gracioso. La vergüenza la tenía él, porque dijimos cosas así peloteras, aduladoras…». Desde entonces ha cambiado mucho. Es habitual que traigan a la radio a diferentes iconos del rock español así como a grupos maqueteros. Barón Rojo, los Porretas, Obús o incluso Despistaos.
En la radio aún recuerdan cuando llegaba Mohamed, el violinista de Mago de Oz, sin previo aviso. Llamaba a la puerta de la radio, violín en mano, para decir si podía tocar en directo.
Instrumentos tampoco faltan en el barrio. Call and Play se encarga de ello. Ubicada en los bajos del centro comercial Colombia, recibe la visita de Dover, de Porretas o de Raimundo Amador, quien dio un concierto en la tienda en 2012. «Muchos grupos acaban aquí de rebote», dice Gonzalo, el encargado de la tienda. «Lo normal es que manden a sus esbirros». En los doce años que lleva la tienda abierta, les ha dado tiempo a que los grupos lleguen a pedirles un yunque, cubos de plástico o «cosas que suenen como esto» pero que no existen.
Pero también hay maldiciones rockeras en el barrio: el Quinto Pino, luego el Rock Estatal Club, ahora el Breaking Bar. Tres nombres para un mismo sitio.
En la calle Chiquinquirá número 60, comienza el periplo: «Hace dos años y medio lo cogen unos chavales del barrio y deciden hacer un garito muy del rock español, de rock cercano, empeñados en que haya conciertos». Durante un año y medio pasaron por el local multitud de grupos. «Era algo sin parangón en el barrio», dice Ray.
«Los Porretas le dedicaron una canción llamada El Quinto Pino. Salió el disco y a los meses, el Quinto Pino cerró».
Entonces Juan Palacios, otro vecino del barrio y editor de la revista Rock Estatal, decidió hacerse cargo de él y asociarlo al nombre de la publicación. «Hasta hace 4 días, tenía el letrero puesto. Tenía conciertos buenísimos. Por ejemplo, el fin de semana pasado estuvo aquí Topo».
Los Porretas han grabado el videoclip de su último disco, La vamos a liar, en el Rock Estatal Club. Pero el Rock Estatal Club ya no existe.
«Ahora lo han cogido otros chavales del barrio, que han puesto de nombre el Breaking Bar, y que va a seguir en la misma línea». Ya tienen programadas las actuaciones de Lichis, de Kike Suárez el Babas o de Inlogic. La fiesta de presentación del disco de Porretas será el 14 de marzo en el bar. Ray ha bromeado con ellos: «A lo mejor sois los culpables de la maldición…». Pero saben que no.
Y volvamos a vernos en el Quinto Pino
Que nos dejan pasar, nos dejan pasar
Y que nos quiten lo bailao
no sabes donde te has metido
para que aprendas a salir
y no te sientas aburrido.
Joder Raimundo estoy muy orgulloso ti. Arriba Sahara. Al finlal lograste convertirte en un experto en rock hortalecense, me alegro mucho.
Da un gustazo enorme que hablen así del barrio, de mis sitios, y de aquello que conozco desde que empecé. Me he emocionado Ray. Soy muy de barrio y soy muy de Hortaleza. Como dice Fran, «arriba Sahara», arriba el rock, arriba Hortaleza ¡porros y cerveza!
Maravilla de barrio,de sitios,de lugares que desde que he tenido oportunidad he visitado y he estado acompañado de mucha gente.Guapisimo el articulo Ray.
¡¡¡VIVA HORTALEZA!!!