Larrinaga: «Cuando te metes en política dejas de ser artista»
Al anochecer, en la entrada de la parroquia de San Patricio, cerca de la plaza de toros de Las Ventas, siempre se forma un pequeño corro de señoras en torno a un hombre con acento cubano. Este les reparte sus tarjetas de visita y postales con un arcoiris, sin embargo, ellas no son solo sus clientas sino también su propia fuente de inspiración. Se llama Arnaldo Larrinaga y es pintor de arte contemporáneo. Ante cualquier entrevista advierte que los «reporteros enajenados con Cuba» le molestan y no los recibe.
Por su apellido resulta fácil adivinar su ascendencia. Nieto de emigrantes vascos, Larrinaga, de 65 años, se instaló en España a comienzos de la pasada década tras organizar más de cien exposiciones por Europa: desde la extinta Unión Soviética pasando por Bulgaria de la mano del histórico cantante Biser Kirov, hasta sus largas estancias con la confianza de galeristas en Suiza, Italia o Portugal, años en los pudo vivir del arte de forma exclusiva.
«Para mi próxima colección tengo pensadas dos series: Intimidad de mujer, acerca de la que creo válvula central de la sociedad así como una denuncia de la Violencia de Género; y El dolor de la mano extendida, donde no solo pretendo abordar la mendicidad sino todo el proceso social de las familias que se han visto desbordadas por la pobreza». Le encanta conversar con los que le rodean e ir más allá de un simple saludo; aquellas mujeres de la parroquia responden a Larrinaga qué entienden por Intimidad de mujer, interioriza aquello que les sugiere la cuestión. «Todo pintor es reflejo de su medio y de su entorno, de lo contrario que se dedique a pintar paisajes. Un artista debe comprometerse con su tiempo».
En paro y con dificultades económicas, Larrinaga no pasa por su mejor momento: «Del arte no se puede vivir, he tenido que compaginarlo siempre con otros empleos como profesor o incluso como vigilante de seguridad en el mercado de Maravillas en Madrid». Considera que el arraigo de los españoles hacia la pintura clásica minusvalora todo lo demás. «Aquí no todo el mundo entiende el lenguaje del arte contemporáneo. Todos se prendan por un Miguel Ángel o un Greco, sin embargo, El peine del viento de Eduardo Chillida a mucha gente le parece una chorrada». En este sentido, afirma que «en Cuba hay un pensamiento más abierto, donde además el nivel del arte se mantiene muy alto pese a la represión del Estado».
Decidió quedarse en España después de tantos años de idas y venidas porque necesitaba vivir «en un país que gozara de todas las libertades» y temía «no poder salir más de Cuba». «No en todos los lugares se puede hablar libremente, sabía que en la isla pisaba por encima de un barril de pólvora», afirma y lo demuestra en sus expresiones precisas. En La Habana dejó a su hija, pero poco más: los que todavía viven del Grupo Antillano —colectivo de intelectuales de los años 70′ y 80’— prefirieron marcharse a Estados Unidos como la mayoría de su generación; Larrinaga se considera un cubano fuera de la norma por preferir España. «Si no hubiera salido de Cuba posiblemente ya me habría muerto como mis compañeros, el medio social te condiciona tanto…».
Reniega de las entrevistas que le obligan a ponerse etiquetas políticas: «Cuando te metes en política dejas de ser artista». Durante su extensa carrera en la isla, afiliarse al Partido Comunista podía significar mayor reconocimiento, sin embargo, nunca sopesó esta opción porque «habría dejado de ser un hombre libre». Una amiga le dijo que «cuando el partido sube, el artista sube y cuando el partido desaparece, el artista también desaparece». «Pese a todo, no les quedó más remedio de concederme la máxima distinción cubana a las artes por mi trayectoria», presume al mostrar el diploma que lo acredita.
En pocas semanas Madrid celebra su gran Feria de Arte Contemporáneo (ARCOmadrid 2014). Larrinaga asistirá como público; nunca ha participado. «Exponer en ARCO no resulta nada fácil porque la feria está muy dirigida por las galerías», además critica el elevado precio de las entradas: «En una crisis como la actual, no puedes cobrar casi 50 euros por una entrada, no me extraña que la feria se llene solo con invitados». Larrinaga admite que el arte no le interesa a la gente porque con la crisis pasa a un segundo plano. Mientras, «el teatro resurge porque el ciudadano olvida todos sus problemas con dos horas de función y solo por 15 euros de entrada, contra ello, la plástica no puede competir si un cuadro vale 800 euros». Se muestra contundente en todo momento, no matiza: «Un artista no vive de sueños, vive de realidades que luego pueden convertirse en sueños», concluye con la que parece ser su filosofía.
Al fin te encuentro,amigo-hermano,coterraneo del mismo barrio de Lawton,,Gracias por verte entregado a tu pasion por el arte verdadero.
Que yo sepa y por ponerle un solo ejemplo, el de nuestro ARMANDO MENOCAL que nunca dejó el pincel y se fue a la guerra contra España alcanzando los grados de comandante y terminada la guerra dirigió la escuela de san alejandro , sobran en estos momentos muchos ejemplos, , saludos de un alumno de la primaria de dolores y 15