El encanto de las tiendas del pasado
En la glorieta de Santa María de la Cabeza número 5 se encuentra Casa Ruiz, que abrió el pasado mes de abril. Es un precioso local en el que solo oler y ver los productos ya es toda una experiencia. Una mezcla a campo, cocina y aromas exóticos. Su presentación es muy atractiva. Completamente acristalado, con una decoración de madera, los productos se muestran directamente sin estar en envases cerrados, exhibiendo los colores de los diversos alimentos: desde las lentejas peladas rojas y la negruzca caviar, hasta la más tradicional harina de trigo. Se trata de una tienda de venta a granel, la «nueva» forma de comprar que se ha puesto de moda en la capital. «Nueva» porque no es algo moderno. Más bien se trata de recuperar el comercio que ha existido desde siempre. Una mirada al pasado y desde establecimientos muy cuidados.
Abarrotado de clientes, los dependientes no paran de servir y medir las cantidades que les demandan. «Compro aquí por la calidad. No hay ni punto de comparación de cómo sabe la comida», asegura Teresa, una de las clientas de mayor edad, que aparentemente ronda los setenta y muchos, y que porta en unas bolsitas de papel reciclado harina, lentejas y diferentes arroces.
En menos de un año, tres nuevas tiendas a granel han abierto en el centro de Madrid. Aprovechando la revolución de los productos ecológicos y la fiebre por el vivir sano y cuidarse, muchos emprendedores han optado por recuperar este negocio de toda la vida. La mayoría de los socios son jóvenes, gente que quiere rescatar el modo de compra y venta de sus abuelos.
Xavier Ripoll, uno de los socios de Casa Ruiz al que se le ocurrió la idea, es de Barcelona. Según cuenta, en la ciudad condal los comercios de producto a granel han perdurado hasta nuestros días. Por el contrario, «en Madrid, después de la posguerra, las típicas tiendas de ultramarinos se fueron suplantando por los grandes supermercados». Xavier pensó en llevar a cabo la idea en Madrid y convenció a sus otros socios para abrir un negocio en la capital. En mayo de 2014 inauguraron Casa Ruiz en la calle Hermosilla, en pleno barrio Salamanca, siendo uno de los establecimientos pionero en Madrid. El pasado mes de octubre abrieron otra tienda en Barcelona.
En los establecimientos a granel se puede llevar la cantidad que uno quiera. No existe un mínimo. Se evita así derrochar alimentos. En cuanto al precio, suele ser más caro. Por ejemplo, en Casa Ruiz la alubia pinta tiene un precio de 4,55 euros el kilo. En Carrefour el precio es de 2,76 euros y en Mercadona 1,44 euros por la misma cantidad. Aunque los clientes defienden la calidad y que al poder llevarte menos cantidad al final supone un «ahorro para el bolsillo». «Por la calidad sale más barato», asegura Antonio, uno de los clientes que acompaña a su mujer, al ser preguntado por el precio. Además, al no estar envasados los clientes pueden ver y oler los productos, lo que aporta mayor confianza.
Lo cierto es que la típica frutería y verdulería de barrio es también una tienda a granel. Sin embargo, lo que caracteriza a estos nuevos establecimientos es también la variedad y el compromiso con el medio ambiente: diecinueve tipos de alubias (amarilla, arrocina, blanca rión, canela especial, caparrón, carilla, garrofón, morada, negrita, pinta…), siete de lentejas (castellana, La Armuña, caviar, pelada amarilla, roja, pardina, verdina de Puy), trece arroces (bomba, jazmín, basmati, largo, rojo, negro, arborio…) quince de harina (de centeno, de avena, de cebada, de trigo, de maíz, de castaña, de garbanzo…), todo tipo de algas y frutas deshidratadas, semillas (de amapola, de sésamo, de calabaza y girasol, de chía…), frutos secos, cafés, cacaos… Por no hablar de las hierbas y especias. Al no tener envases, las tiendas a granel evitan generar residuos innecesarios. Los clientes bien pueden traer sus propios envases desde sus casas o bien utilizar las bolsas de papel reciclado.
Si continuamos todo recto por la calle de Embajadores llegamos hasta el número 12, en pleno barrio de Lavapiés. Aquí se encuentra A Granel Madrid, que abrió el pasado febrero. Menos decorado y más pequeño que la anterior, A Granel Madrid se parece más a la típica tienda de barrio. En apenas 30 metros cuadrados los sacos de productos se expanden en el suelo. Su estética no es tan cuidada, pero la cercanía de los dependientes y dueños es lo que caracteriza a este lugar. Aquí los clientes conocen hasta a los padres de los dos jóvenes socios, Javier Benzo y Juan González. Este local tiene un extra, y es que venden también alimentos para veganos. Al igual que en Casa Ruiz, en este establecimiento apuestan, sobre todo, por productos locales. La mayoría son nacionales, y solo importan algunos que no se producen en nuestro país como, por ejemplo, las judías asiáticas.
También en pleno barrio de las letras, en la calle Fucar número 22, tropezamos con Le Moulin. Tiene nombre francés porque sus dos dueños, Paula y Marcos, trabajaron en la cocina francesa. En un principio esta pareja quería abrir un restaurante francés por su experiencia, pero cambiaron de opinión y decidieron montar una tienda que también proveyera a restaurantes de ciertos productos difíciles de encontrar. En Le Moulin la mayoría es importado, principalmente por el mayor abanico de productos que ofrecen. Si en algo destaca este establecimiento es por la variedad de hierbas y condimentos, muchos de ellos tan extraños como la rojiza flor de hibisco, el amarillento astrágalo, la oriental polvoreada flor macis, el merkén chileno o las rojizas bayas de Goji originarias de China que se utilizan para combatir el envejecimiento, por citar algunos. Aquí una joven clienta que porta varias pequeñas bolsitas asegura comprar en esta tienda no solo por la variedad y calidad, sino por el trato «que es muy personal». «Me explican todo», indica.
Respecto al éxito de este comercio, por ahora el número de clientes avala la iniciativa. Xavier de Casa Ruiz cree que continuarán en un futuro. Al fin y al cabo las tiendas a granel han existido toda la vida, antes de que las grandes cadenas de supermercados se impusieran a los pequeños negocios. «Todo dependerá de la calidad y la variedad. Siempre que sea a un precio razonable», porque asegura que «vienen más por la variedad y calidad que por el envase» –refiriéndose a que no generan residuos de plástico–. «Sí que durará. Uno va creciendo según lo que quiera el público. La gente se cuida más ahora. Demandan mayor calidad», piensa Paula de Le Moulin. El tiempo dirá si este nuevo negocio basado en la tradición se trata de una moda perecedera o perdurará y se impondrá como una alternativa a los grandes supermercados.