Arganzuela

La enseñanza sale de las aulas

Ni arte ni educacion
Una de las obras de la exposición en la que los espectadores pueden participar

Mientras los artistas desgranan los secretos de sus obras y hacen talleres para el público, es inevitable no fijarse en el entorno que los rodea, tan diferente de un museo tradicional. La arquitectura es distinta. La disposición de las cosas no es la de siempre. Es una exposición que invita a participar. Según Andrea de Pascual, miembro de «Pedagogías Invisibles», «hace un par de años, hubo una exposición en el Reina Sofía llamada Playground (patio de juegos). No se podía jugar, ni tocar, ni hacer nada. Era incongruente». En «Ni arte ni educación» buscan justo lo contrario.

Aunque se trata de una participación responsable. En las mesas que cuelgan del techo hay carteles que rezan: «Soy una mesa, no un columpio». Al principio no estaban. Los tuvieron que colocar al ver la reacción del público. Los miembros de «Pedagogías Invisibles» que se encargan de la exposición llevan una chapa en la solapa. En ella se puede leer: «No vigilamos, cuidamos». Al principio tampoco la llevaban. «Nos interesa que la gente participe sin que se convierta en vandalismo. Tenemos que educar a los públicos para participar en espacios diferentes a los que están acostumbrados. La gente debe entender que entre todos tenemos que cuidar lo público», aclara de Pascual.

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Según la pedagoga, «Ni arte ni educación es más que una exposición, es también un programa de actividades, es casi una experiencia o experimento». En un espacio oscuro, repleto de obras que conciben el arte de una manera nada convencional y en el que varios columpios cuelgan del techo, de Pascual explica los principales problemas a los que ahora se enfrenta la educación. A pesar de que en España se estén produciendo cambios se necesita más inversión y una red de comunicación potente. Tal y como ella afirma, «hay muchos cambios pero no una red donde se den a conocer. He ido a muchos centros educativos de toda España y he visto experiencias maravillosas: existen lugares en los que se están transformando los espacios de aprendizaje como los jesuitas en Cataluña. Forman parte del proyecto Horizonte 2020 y están quitando las paredes de las aulas, han eliminado los exámenes. Hay muchos profesores que también quieren hacer cambios pero están aislados y no tienen ni las herramientas ni los apoyos necesarios».

Además de implantar una visión diferente del concepto de museo y de concienciar acerca de los problemas de la educación, la exposición quiere reflejar su apuesta por la diversidad. Algo que explica la presencia de artistas como Angélica Dass. La fotógrafa brasileña presentó el pasado fin de semana su obra, aún inacabada, «Humanae» e impartió talleres para que los niños se replanteasen y aceptasen su propio lugar en un mapa racial tan rico y variado.

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La fotógrafa Angélica Dass junto a su obra Humanae

Su obra, una amalgama de retratos de personas de todas las edades, razas y condiciones sociales, «es un intento de quebrar los códigos de colores asociados a personas: blanco, negro, rojo y amarillo, siempre vistos como cosas opuestas, para separarnos y clasificarnos como cosas distintas». La fotógrafa usa su propio código: el Pantone, una escala industrial. Con él clasifica a los voluntarios que ha fotografiado en 12 países: Corea, India, Etiopía, España, Brasil, Estados Unidos… Su intención es que «cuando la gente mire los retratos vea lo que tenemos en común: que somos seres humanos». Quiere borrar las etiquetas. Toda una declaración de intenciones que no te sorprenderá si sabes que su familia es tan colorida como su obra. «Pero en mi casa todos nos veíamos iguales, independientemente del color o de nuestra cara», recuerda la artista.

Aunque Dass no es la única que expone su obra en «Ni arte ni educación». Son muchos los artistas que lo están haciendo y que, además, buscan interactuar con el público. Solo hace falta echar un vistazo para notarlo. Obras como «La brecha digital», un gran esquema que cubre parte de la pared, hacen reflexionar sobre la separación entre arte y educación. Latas plateadas que brillan en la penumbra y cuelgan de un hilo son en realidad audioguías que solo funcionan si la conectas con tu teléfono móvil. Sillas, columpios, una hamaca y sacos entre los que sentarse inducen a pararse allí y a reflexionar.

«Ni arte ni educación» es una exposición diferente, que, según sus autores, trata de promover una experiencia ética más que estética, que ve en el arte un espacio donde se puede hablar de todo, un vehículo de aprendizaje. Una excusa para pensar y repensar.

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