Cine Invisible: un «club secreto» a las afueras de Madrid
Todo empezó hace siete años en una pequeña sala. Allí, proyectando sobre una sábana blanca y con pupitres escolares como asiento, se reunían alrededor de 10 personas para disfrutar de pequeñas joyas del cine. Ahora, han cambiado la sábana por una gran pantalla, los pupitres por butacas y esas 10 personas se han convertido en 150.
La Asociación Cine Invisible es la responsable de ello. Sus miembros se encargan de exhibir, dentro de un ciclo de cine homónimo, películas desconocidas, raras, singulares, invisibles, aquellas que dan nombre a su asociación. El ciclo, que tiene presencia durante dos temporadas al año, de octubre a diciembre y de febrero a mayo, es acogido por el Centro de Arte de la ciudad madrileña de Alcobendas.
Durante siete años, y siempre en versión original, han proyectado filmes de casi todos los rincones del mundo. «Queríamos ofrecer una alternativa de ocio gratuita, basada en el cine, especialmente de ese que no se habla, que no llega a muchos lugares y mucho menos a Alcobendas», explica Manuel Arija, miembro de la asociación. El objetivo era ofrecer largometrajes fuera de lo común y en versión original, oferta muy difícil de encontrar en esta ciudad a las afueras de Madrid.
Lo que empezó con una reducida audiencia poco a poco comenzó a crecer. «No podíamos tener a personas de 50 o 60 años sentadas en pupitres. Hubo un momento en el que se hacían colas para coger los mejores sitios», explica Manuel. Tras trasladarse al Centro de Arte, el auditorio Paco de Lucía ha llegado a acoger hasta a 180 personas. La consolidación del público es clave gracias a una «newsletter» a la que todos los espectadores están suscritos y a través de la que anuncian las fechas y películas de las que podrán disfrutar los vecinos de Alcobendas, acompañadas de una pequeña reseña del largometraje.
Lo más complicado es conseguir los derechos de las películas que la asociación elige para proyectar. «Lo que hacemos es escribir a las distribuidoras y pedir los derechos. Muchas veces se apiadan de nosotros y no nos cobran nada», comenta Manuel. El Ayuntamiento de Alcobendas les otorga una pequeña subvención que dedican a la compra de estos derechos. «Normalmente podemos comprar dos o tres títulos como mucho», puntualiza Alma Prieto, otro de los pilares de Cine Invisible.
Por amor al arte, literalmente
El papel del Consistorio no se limita a la concesión de la ayuda económica. «Nos conceden el espacio. Una cosa que hace el Ayuntamiento de Alcobendas es proteger la labor cultural, ceden espacios públicos que han pagado todos los ciudadanos y permiten usarlos», acota Arija. Los responsables cuentan que hace unos años la Casa de las Asociaciones, lugar donde realizaban las proyecciones, les restringió los espacios y que el público «muy fiel» del ciclo puso tal cantidad de reclamaciones que consiguieron que les cedieran el auditorio para poder tener unas dos sesiones mensuales.
Son cuatro las personas que ahora mismo integran Cine Invisible. Todos ellos voluntarios y vecinos de Alcobendas o de San Sebastián de los Reyes, ciudad colindante, que dedican sus ratos libres al proyecto. «Gente que tiene poco tiempo», bromean.
Sus miembros eligen las películas, consiguen los derechos de emisión, presentan y supervisan las proyecciones de cada viernes e incluso a veces, llegan a hacer ellos mismos los subtítulos de las películas que se van a proyectar. El carácter voluntario es esencial para hacer vigente una de sus máximas, que las proyecciones siempre sean gratuitas. «Sea el tipo de película que sea no tiene porqué ser excluyente. Personas de cualquier rango social o edad puede disfrutar de ella», explica Arija, que apunta que todos los ciudadanos deben tener derecho a disfrutar de este tipo de cine, tengan los recursos que tengan.
Llorar con una película iraní
«Es como un club secreto, somos un poco underground», bromea Alma. Sus espectadores, antes acostumbrados a solo ver películas de gran producción, les dicen ahora a sus responsables que «menos mal» que están ellos. Es tal la comunidad creada, que la asociación hizo un «crowdfunding» entre el público para recaudar dinero con el fin de producir sus propia película. Terminaron reuniendo 16.000 euros, que se han invertido en su totalidad en «Ultrainocencia», un largometraje que adapta la obra homónima del grupo de teatro «Los Corderos». La película, que se rodó en tres semanas, está ahora mismo en postproducción y sus responsables tienen claro que será en su «club secreto» el lugar donde la estrenen.
«Algunas veces la gente hasta nos ha abrazado al salir de la película», cuentan Alma y Manuel. El público de Cine Invisible siempre se asegura de trasmitir a sus miembros lo mucho que les ha gustado (o no) el filme. La salida de las proyecciones está acompañada de charlas interminables. «La gente ya se fía de nuestro criterio, vienen a ver las películas porque las elegimos nosotros,» puntualiza Manuel Arija.
Sus responsables cuentan con cariño una de sus anécdotas favoritas, cuando, tras la proyección de la película iraní Childrens of heaven (Majid Majidi, 1997), las lágrimas hicieron gala en el auditorio. «150 personas llorando por una película iraní un viernes de puente», relata Alma Prieto. El resumen perfecto de lo que es Cine Invisible.