ActualidadCongreso de Periodismo Digital 2018

Ponerse en el lugar del otro y prestar atención, es decir, periodismo

Imagen tomada por Gervasio Sánchez en Sarajevo. Foto: Daniel Caballero
Imagen tomada por Gervasio Sánchez en Sarajevo. Foto: G.S

Autor: Alfonso Armada

En medio de la fatiga alienante de las redes sociales, del estruendo sordo de las noticias que no lo son aunque lo parezcan por la cantidad de impactos que generan en el gran encerado nocturno de internet, de este onanista hablar de uno mismo para su languideciente gremio, de hacerse preguntas retóricas que ni siquiera tienen la grandeza trágica de un «ser o no ser», un periodista reivindica la necesidad de volver a contarse historias verdaderas alrededor del fuego, en la intimidad, sin necesidad de difundirlo de inmediato por tierra, mar y aire antes de haber escuchado con religiosa atención. Y lo hace celebrando un formato que no puede ser reproducido por ningún apero tecnológico, por ningún soporte ni analógico ni digital. Que se guarda y atesora, si merece la pena, si nos conmueve, si nos emociona, solo en la memoria. Como en el teatro. Es decir, en el lugar de la experiencia. Se trata acaso del alegato paradójicamente más revolucionario presentado nunca en este Congreso de Periodismo Digital de Huesca en el que, como ayer demostraron dos alumnas del Máster de Periodismo de ABC en Madrilánea, su página web, se ha practicado de forma sistemática durante años una constante (y seguramente inconsciente, natural, automática) discriminación a favor de los hombres, los periodistas.

François Musseau presentó ayer aquí su insólito proyecto, Diario vivo, en el que tuve el placer de participar cuando en diciembre del año pasado se estrenó en un teatro de Madrid. Historias de verdad sobre la verdad. Justo lo que hace Gervasio Sánchez, con quien empecé a compartir una forma radical de estar en el mundo, es decir, el periodismo, hace 26 años en las calles de un Sarajevo sitiado por los ultranacionalistas serbios. Hemos compartido muchas horas y mucho miedo y muchas emociones juntos. La historia de su vida, de su forma de asomarse al dolor, la desolación, la esperanza y el fervor de los demás está ahora a disposición de quien quiera ver en una exposición en esta ciudad de Huesca que no podría tener mejor título: Vida. Es lo que dice y mucho más. Es un grito, pero es también una canción: la que dice que en medio del dolor surge, puede surgir y surge, la belleza. La necesidad de hablar. La necesidad de existir.

Detalle de una fachada oscense - FOTO: Alfonso Armada
Banderas de nuestras madres – FOTO: Alfonso Armada

Gervasio Sánchez cumple como pocos dos de los imperativos morales que siguió a rajatabla una de las filósofas que más admiro, Simone Weil, y que son los imperativos morales que, a la manera kantiana, debería tener en cuenta todo periodista que se considere digno representante de un oficio tan necesario o más que el pan: ponerse en el lugar del otro, prestar atención.

En este congreso llevamos demasiado tiempo hablando de nosotros para nosotros. Quizá deberíamos preguntarnos con mucho más ahínco por qué tantos medios estamos perdiendo el fervor y el amor de los lectores. Hablar menos de modelo de negocio, de nuevas herramientas, y volver a las esencias. Contar historias relevantes sobre la condición humana. Y ponerse en el lugar del otro y prestar atención. Lo que Gervasio Sánchez lleva toda la vida haciendo. Y lo que seguirá haciendo mientras le quede fuerza, conciencia y aliento. Porque, como dijo Albert Camus, quien quedó deslumbrado ante la fibra moral y el coraje de Simone Weil: «contar mal las cosas es incrementar las desgracias del mundo». Si estoy en Reporteros Sin Fronteras (y os invito a todos a haceros socios) es en buena medida por culpa de y gracias a Gervasio Sánchez. Es un honor ser su amigo. Hace de este mundo un lugar menos inhóspito.

[Este texto le sirvió al autor para presentar a Gervasio Sánchez en la 19ª edición del Congreso de Periodismo Digital de Huesca, celebrado el 8 y 9 de marzo de este año, y es de alguna manera la despedida del máster que dirigí durante cinco inolvidables años y del periódico en el que trabajé durante 19 años].

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