Moncloa-Argüelles

Un paseo por el Madrid de la Guerra Civil

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Búnker de El Capricho destinado al General Miaja. Foto: Archivo ABC

Ya han pasado ochenta y tres años de aquel fatídico julio de 1936 donde España se vio inmersa en una espiral de violencia y muerte que cambió el devenir del país y que ha condicionado el presente. Décadas después, aparte de las ideas ideológicas que sembraron los vencedores de la guerra, quedan en pie algunos reductos arquitectónicos de aquel conflicto.

El primero sorprende por estar en un lugar que actualmente está lleno de vida: el Parque El Capricho. Reconocible por sus arboledas y espacios verdes, dista mucho de la imagen lúgubre que presenta: nada menos que el búnker liderado por el General Miaja, del bando republicano.

Este refugio tenía la estrategia de estar bien camuflado por la naturaleza que le rodeaba, además de estar a quince metros bajo tierra. Este espacio de «2.000 metros cuadrados es capaz de resistir bombas de hasta 100 kilos». Al acceder a este complejo se notará la humedad y un brusco descenso de la temperatura, debido a que se construyó bajo un suministro de agua para poder subsistir en caso de que se produjese un asedio.

Aún así, este búnker, o también conocido como Posición Jaca, quedó relegado a una opción en caso de que el bando franquista atacase los puntos clave de los republicanos a través de su aviación.

La relación entre el Parque del Oeste, Garabitas y Ciudad Universitaria

Respecto a las siguientes fortificaciones que siguen en pie, situado en el Parque del Oeste y el Cerro de Garabitas, tienen en común que fueron la antesala de la batalla campal que tuvo lugar en Ciudad Universitaria. Pasear por el Parque del Oeste puede tener un valor añadido: encontrarse con tres construcciones que a la lejanía pueden parecer dólmenes prehistóricos, pero, que al acercarse se descubren búnkeres que a priori parecen ser claustrofóbicos.

Estos refugios «eran utilizados por el bando nacional», así lo describen los más asiduos del parque. La finalidad de este conglomerado parecía claro: protegerse de los ataques republicanos y, a través de una mirilla al exterior, poder disparar con metralletas. Además, muchos de los que suelen pasear por esta zona recuerdan que, pese a darle un toque distintivo, durante un tiempo fue peligroso por «la gran cantidad de obuses sin estallar que había».

En cambio, el Cerro de Garabitas -situado en la Casa Campo-  fue testigo directo del ataque final de Franco para tomar Madrid. Este lugar era idóneo para la artillería. Los obuses que bombardearon la capital madrileña en noviembre de 1936 estaban en este emplazamiento. Además, en 1937, la artillería del bando nacional lanzó una docena de proyectiles a los civiles, siendo la primera ciudad europea cuyos habitantes eran objeto de ataques indiscriminados.

Esta acometida a la población de Madrid supuso un crimen de guerra. La Haya prohibía en 1907  «el ataque o bombardeo de ciudades, pueblos o edificios que no están defendidos» y en 1907 «el bombardeo aéreo con el propósito de aterrorizar a la población civil, de destruir o dañar propiedad privada con carácter no militar o de herir a no combatientes».

Este recorrido se termina en Ciudad Universitaria y en el Hospital Clínico. La universidad era la más grande de Madrid, y como explica el historiador Javier Pérez, licenciado de la UNED, «solo se habían construido cuatro facultades, Medicina, Farmacia, Ciencias y Filosofía».

En noviembre de 1937, los combates en Ciudad Universitaria y el Clínico empezaron a sucederse. Madrid adquiere en esta zona una vital importancia debido a que quien se hiciese con la capital tendría muchas opciones de terminar victorioso el conflicto.

En este terreno se dieron cita las tropas de Varela y Miaja contra el bando franquista, apoyándose en las Brigadas Internacionales. Aún así, en este contexto, Asensio se hizo con el control de la Escuela de Ingenieros Agrónomos. Los republicanos, en cambio, conservaban las facultades de Filosofía y Medicina.

Las acometidas entre republicanos y nacionales se sucedían entre la Complutense y el Hospital Clínico. La ofensiva republicana se produjo a partir de las facultades antes mencionadas, hasta que en el centro médico se produjo una batalla en la que, según nos relata el historiador, «se combatió en los propios pasillos, habitaciones y quirófanos. Las trincheras pasaban a ser cualquier parte del mobiliario del centro. Las batallas entre unos y otros se iban sucediendo a medida que se subía por los pisos del hospital».

A día de hoy, según el arqueólogo Eduardo Álvarez, en esta zona del distrito de Moncloa, «se han encontrado restos de tanques soviéticos, obuses, insignias de soldados y hasta botellas de jerez que los soldados tomaban antes de ir a combate».

Además, también se encontró una trinchera el pasado verano cerca de Ciudad Universitaria que ha permitido estudiar la vida cotidiana de «los soldados en el frente, a través a materiales de higiene y de alimentación». Eduardo Álvarez  muestra cierta apatía hacia las instituciones porque «no han mostrado interés en declarar esta zona como patrimonio histórico. ¿Dónde queda la memoria histórica?»

Twitter Manuel Camacho

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